Una universitaria que está realizando un trabajo sobre el columnismo en el Estado español me planteó hace escasos días un cuestionario. Para dar cierta difusión al trabajo invertido y sacarle alguna rentabilidad, reproduzco a continuación sus preguntas y mis respuestas.
–Usted que tiene tanta experiencia en el mundo del columnismo, ¿cómo se hace un periodista de opinión?
–Me pasa como al burgués gentilhombre de Molière, que hablaba en prosa y no lo sabía. Nunca he teorizado la práctica del género. En mi caso particular, se han reunido tres condiciones: discrepo desde mi adolescencia del curso que sigue la realidad política y social, siento un deseo casi enfermizo de explicar el porqué de mis infinitas discrepancias y me fascina la escritura y las posibilidades expresivas que ofrece.
–Desde septiembre de 2007 escribe una columna diaria en “Público”. ¿Escribir al día es difícil?
–Puede serlo, si sufres un ataque de apendicitis o una embolia cerebral. En caso contrario –e incluyo en mi caso la posibilidad de tener un gripazo con 40º de fiebre o estar con un brazo en cabestrillo–, no sólo es fácil, sino necesario. Es mi único modo de no reventar.
–“El dedo en la llaga” analiza la política nacional e internacional desde hace un año y medio todos los días. ¿Vive enganchado a las noticias?
–Sí. Desde primeras horas de la madrugada, y gracias a internet, leo cada día bastantes periódicos, locales y foráneos. Da igual el día de la semana, del mes o del año del que se trate. Además, tengo varias antenas de satélite que me permiten conectar con muchas emisoras de radio. Los noticiarios de TV, en cambio, apenas los veo.
–Para usted, que ha realizado tantas columnas a lo largo de su vida y está acostumbrado a escribir al día, ¿cuáles son las claves de una buena columna?
–Cada cual tiene su estilo. Yo suelo esforzarme por escoger un razonamiento poco trillado, que me parezca que puede aportar algo a quienes me leen, aunque no lo compartan o incluso les disguste. Otros y otras disfrutan luciéndose con la exposición de ideas o estados de ánimo que la mayoría social comparte previamente. En cuanto a la técnica, sigo la de más solera en la historia de la literatura: exposición, nudo y desenlace.
–Siendo cofundador del diario “El Mundo” y habiendo dimitido por razones ideológicas, según explica usted mismo, ¿cómo ve en la actualidad a este periódico?
–No lo leo a fondo todos los días; sólo lo ojeo. Dentro de los periódicos de la derecha española, creo que es el que está hecho con más inteligencia y más intuición periodística. Pero puedo estar influido por el hecho de que sigo teniendo muchos amigos que trabajan en él.
–Habrá notado un cambio enorme de escribir en “Público” a “El Mundo”.
–No. En El Mundo, en tanto que columnista, escribí siempre lo que me dio la gana. Y, salvo en una ocasión en la que me metí con un accionista del propio periódico, nunca tuve el más mínimo conflicto, lo que no es poco decir cuando se habla de una trayectoria de 17 años, a lo largo de los cuales escribí muchas veces oponiéndome a la línea editorial del diario.
–¿Qué futuro le augura a “Público”?
–Soy mal augur. Preví que El Mundo se estabilizaría en una cifra de ventas próxima a los 60.000 ejemplares y ya el primer día superó los 100.000, así que es mejor no hacerme demasiado caso. Público ha ido corrigiendo alguno de los defectos que yo, que soy un periodista de la vieja escuela, le encontré inicialmente. Se ve que tiene cintura, que dicen los futbolistas. Considero que un diario que muestra interés por muchos de los problemas que trata Público y que otros desdeñan constituye una necesidad social. Una necesidad minoritaria, pero lo suficientemente numerosa como para sustentar sobradamente su existencia.
–Ha vivido la dictadura, el exilio, la transición y la democracia desde el periodismo. ¿Cómo cree que han evolucionado los medios en las últimas décadas en nuestro país?
–Tras un breve momento prometedor, la evolución de los medios ha sido espantosa. No sólo por lo que cuentan, sino por cómo lo cuentan. Son tan sectarios como mediocres. De tener que formular un diagnóstico general, diría que el periodismo (y no sólo en España) está clínicamente muerto. La práctica totalidad de los grandes medios no son sino extensiones de las oficinas de prensa de macrogrupos empresariales que, en lo fundamental, se dedican a hacer propaganda de sus propios intereses.
–¿Y el periodismo de opinión?
–Me atengo al dicho según el cual los perros no comen carne de perro. Prefiero no opinar sobre la opinión.
–Usted ha trabajado en la radio, la prensa y la televisión. ¿Con cuál de las tres se queda?
–Lo mío es escribir. La radio también me divierte, aunque menos. La televisión me resulta frustrante. Siempre recuerdo lo que escribió un crítico del semanario satírico francés Le Canard Enchaîné: en televisión, toda argumentación que lleve más de dos minutos resulta pesadísima, pero no hay ninguna argumentación inteligente sobre un problema complejo que pueda hacerse en menos de dos minutos.
–Ha escrito una decena de libros sobre cuestiones políticas y entre ellos sorprenden dos libros sobre el matrimonio. ¿Se pasará a la novela algún día?
–Jamás. Cada cual tiene que ser consciente de sus límites. La novela requiere imaginación, y yo, como diría Henry Miller, tengo la capacidad de fabular propia de una almeja.
–¿Trabaja en algún libro en este momento?
–No mío. En tanto que director de colección de la editorial Foca, del grupo Akal, reviso originales de libros ajenos, para aconsejar o desaconsejar su publicación. En estos momentos no siento la necesidad de escribir ningún libro, que en todo caso sería de ensayo. Vivo sin esa angustia: si me decidiera a escribir otro libro más, no tendría ningún problema para publicarlo. He escrito una decena de libros, he plantado muchos árboles y he tenido descendencia. Se dice que es lo necesario para culminar una carrera, ¿no?