Las Naciones Unidas han adoptado por primera vez un documento para la lucha internacional contra el terrorismo. En general, y por lo que he podido leer de él, incluye algunas medidas concretas y manifiesta un buen número de buenos deseos, pero presenta lagunas que permiten sospechar que no va a servir para gran cosa. En primer lugar, renuncia a definir qué entiende por terrorismo y si en su concepto de terrorismo se incluyen todos los tipos de violencia destinados a aterrorizar a las poblaciones, comprendido, en consecuencia, el terrorismo de Estado. En segundo lugar, elude hacer un catálogo de los focos de terrorismo más importantes que hay en el mundo actual. Esto es importante, porque no parece que sea tarea sencilla combatir algo que no se sabe ni quién lo realiza ni dónde está. Hace años ya hubo un intento en la ONU de establecer un catálogo de ese género y se demostró que la tarea era imposible: lo que para unos gobiernos es terrorismo para otros no lo es, y al contrario.
El mero hecho de que la declaración haya sido suscrita por los 192 estados representados en la Asamblea General mueve al mayor escepticismo. Según leo, entre las medidas aprobadas por la ONU para frenar la propagación del terrorismo figuran el que se den soluciones a conflictos "prolongados o sin resolver", evitar la "deshumanización de las víctimas del terrorismo" entendida como el "desprecio a la vida" y a su "dignidad", la ausencia del Estado de Derecho, la violación de los Derechos Humanos, la discriminación étnica, nacional o religiosa y la marginación social y económica». Muchos de los gobiernos firmantes de la declaración se dedican fervientemente a hacer justamente lo contrario. Si creyeran que el documento pone en peligro la pervivencia de sus sistemas, se habrían negado a suscribirlo, sin sombra de duda. Los propios EEUU lo habrían vetado, como cada vez que se propone una resolución que trata de frenar la política agresiva y expansionista del Estado de Israel. No digamos si se le tratara de obligar a cerrar la prisión de Guantánamo, o a no tener cárceles secretas.
Cada tanto, la ONU se cree en la obligación de parecer que no es lo que es y emite algún documento grandilocuente para darse ínfulas y tal vez también para acallar su mala conciencia. El secretario general Kofi Annan ha dicho que «ahora, la prueba será cómo poner en práctica lo acordado». Ya. Y tanto.
Nota de edición: Javier publicó una columna con el mismo título en El Mundo: Una colección de buenos deseos.