Según el último sondeo realizado por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), que se hizo público ayer pero fue realizado durante el pasado mes de octubre, el PSOE supera en intención de voto al PP sólo en 1,4 puntos. Desde el anterior barómetro del CIS, efectuado en julio, el PSOE ha bajado del 40,6% al 39,3%, en tanto que el PP ha subido del 36,9% al 37,9%. La distancia de 3,7 puntos detectada a comienzos del verano se ha reducido hasta lo que los expertos califican de «empate técnico».
También ayer se hizo público un pulsómetro de la Cadena Ser que concede al PSOE una ventaja sobre el PP de 6 puntos (45% frente a 39%). Los sondeos que realiza el Instituto Opina para la Ser, basados en 1.000 entrevistas telefónicas, tienen un margen de error reconocido de ±3,1%. La experiencia demuestra que las encuestas del CIS son, en términos generales, las más fiables, porque están realizadas con más medios.
Rodríguez Zapatero debe evaluar muy seriamente los resultados del barómetro del CIS. Ha de ser consciente de que la euforia popular desencadenada por el alto el fuego y el anuncio de su disposición a negociar con ETA, que elevaron las perspectivas electorales del PSOE a niveles más que halagüeños, ha dado paso al sentimiento generalizado de que las cosas se han estancado, que no se está haciendo nada de verdadera trascendencia y que todo puede irse al garete en cualquier momento. La confirmación de que el robo de armas perpetrado en Vauvert (Francia) fue obra de ETA refuerza el desánimo y el temor a lo que pueda traer el futuro. Lo cual es fácilmente comprensible: quien tiene claro que no va a volver a usar las armas no necesita más armas.
Es cierto que el PP está haciendo todo lo posible y más por aumentar la inquietud y la desconfianza de la ciudadanía española, pero no menos cierto es que ahora están encontrando un terreno mucho más abonado que hace tres o cuatro meses.
Si el proyecto de Zapatero es seguir igual que ahora en los próximos meses, la reacción negativa de una parte considerable de los futuros electores (o abstencionistas) puede acrecentarse.
O retoma la iniciativa y empieza a actuar, de modo que la opinión pública recupere la sensación de que «las cosas se están moviendo» –y que se están moviendo en la buena dirección– o lo puede pasar mal. Y hacer que muchos otros lo pasemos aún peor.