Tuvimos ayer reunión ritual de una de las pandas de las que formo parte. A ésta tal vez fuera más correcto llamarla «banda», en el sentido delincuente del término, dadas las muchas complicidades que nos unen. Es el más antiguo de los grupos de amigos madrileños que conservo. Quizá el que tiene un carácter más declarado de «gang». Con su «omertà» y todo.
Nos conocimos hace casi 30 años. Y seguimos soportándonos. Ellos –y ella– acababan por entonces de salir de la facultad y hacían sus primeras armas en el mundo del periodismo. Yo ya tenía la friolera de 28 años. (Esto último lo he escrito, como seguramente imagináis, con un punto de nostalgia y la sonrisa que viene a cuento con ese estado de ánimo.)
Solemos vernos con la excusa de los cumpleaños. Algunos formamos el subsector denominado «de los Acuario» (aunque en realidad dos son del tiempo de los Piscis); luego hay otro grupete que cumple por las calendas de los Aries, más o menos, y allá por el otoño, last but not least, celebramos la supervivencia de los demás, en alegre tropel.
Lo nuestro suele consistir en comer, a poder ser bien, contarnos chascarrillos y asamblearnos luego en casa de alguno a seguir la broma, oír los discos y ver los dvds que nos hemos regalado y, por lo común, jugar al diccionario. A veces hablamos un rato de política, siempre con la pasión contenida que cabe presuponer en gente que pasó buena parte de sus años mozos en agrupaciones tan sensatas y de orden como el MC (mayoritario), el PTE y la ORT.
A veces alguno de los presentes recuerda que la reunión cuenta con la presencia de alguien al que se le supone puesto en los arcanos de la cosa vasca y saca el asunto a colación.
Ayer sucedió. Y constaté –debería haberlo imaginado– que el personal que vive en Madrid y está sometido al bombardeo de los periódicos, las radios y las televisiones estatales, dicho sea en los dos sentidos más frecuentados del adjetivo, tiene no pocas dificultades para encajar algunos sucesos.
Hablamos de ello un buen rato. Relajadamente y bien.
Como quiera que soy de mentalidad probadamente utilitaria, aprovecho lo que charlamos para aclarar algunos extremos que, por lo que vengo comprobando, no siempre son bien evaluados entre la gente que vive y trabaja del Ebro para abajo, por advertida, estudiosa y de buen ánimo que sea.
Primer punto a tener en cuenta (y eso que cuando hablamos no sabíamos de la existencia del último comunicado de ETA): cuando Zapatero dice que cree que estamos «en el comienzo del fin de ETA», hay que entender (1º) que eso es lo que él cree; no lo que sabe; (2º) que el comienzo del fin es eso, el comienzo del fin, y no el fin propiamente dicho; y (3º) que el conjunto de variables en presencia es tan amplio que ni hay ni puede haber nadie que pueda pronosticar a ciencia cierta qué va a suceder.
Segundo punto: ¿cabe decir que «algo importante» está en vísperas de producirse en relación a «la cuestión vasca»? Respuesta: sí; cabe decirlo. Pero no porque Zapatero lo haya dado a entender, sino porque lo han dicho con inusitada rotundidad los líderes de HB, EH, Batasuna o como quiera que se dé en denominar ese conglomerado político-social. Su especialidad no es columpiarse y saben muy bien que, si suscitan expectativas que luego resultan infundadas en un asunto tan delicado como ése, pueden verse en una situación espantosa ante su propia gente.
Tercer punto: ¿lo que Otegi y compañía están diciendo es 100% lo que saben o se mezcla en alguna proporción lo que quieren y tratan de propiciar con sus propias declaraciones? En mi criterio, la verdad anda más cerca de la segunda de las dos posibilidades enunciadas.
Cuarto punto: ¿qué tipo de negociación podría aceptar el Gobierno para acabar con ETA? Respuesta, categórica y fundamentada: paz por presos.
Añadirá, en sus reuniones más alejadas de la luz pública, que «está abierto a estudiar también asuntos políticos», pero que ésos «deberán ser discutidos entre los representantes políticos, en su propio ámbito». (Lo cual, dicho sea de paso y aunque importe poco, me parece lo mejor.)
Quinto: si ETA se plantea dejar las armas a corto plazo, ¿por qué sigue poniendo bombas aquí o allá, cada poco? Respuesta, rápida y para no perder el tiempo en cosas menores: lo hace, en primer lugar, para que siga quedando claro que tiene capacidad de hacer daño y, en segundo término, porque le urge que los empresarios vascos a los que chantajea se retraten ya, sin mucha dilación, porque en el futuro va a necesitar bastante dinero y puede que no le sobren las fuentes de financiación.
Sexto: la fórmula «paz por presos» ¿quiere decir «todos a la calle»? No. Ambos platillos de la balanza (el de la paz y el de los presos) seguirán buscando su equilibrio poco a poco y con dificultades. Por lo que entreveo, la idea es que, si todo se desarrolla conforme a lo previsto y deseado, el Gobierno irá dando solución al asunto de los presos por etapas, haciendo el menor ruido posible y en escenarios diversos, a veces geográficamente muy distantes entre sí.
Séptimo: pero ¿no puede ser que todo ese delicado castillo de naipes se venga abajo si alguien con capacidad para ello se harta y da una patada a la mesa y la manda a tomar por rasca?
Sí. Rotundamente sí.
No sólo es posible sino también altamente probable.
Siento tener que decirlo, pero es como lo veo.
Hace años que vengo insistiendo en que éste es demasiado drama para tan mediocres actores.