Preparé ayer por la tarde un Dedo en la llaga dedicado a un aspecto muy actual –y bastante conflictivo– de la relación entre los progenitores y su descendencia infantil y juvenil: el de cómo controlar el uso que los chavales y las chavalas hacen de los teléfonos móviles y de los ordenadores personales. (*)
La tesis que expongo en la columna es que no es decente espiar lo que escriben los hijos e hijas, porque eso forma parte de su privacidad, de su intimidad, a la que tienen derecho. Que lo que hay que hacer es educar su manera de comportarse en la vida, los criterios por los que se rigen: enseñarles a pensar, en suma.
Justo justo tuve espacio de apuntar en la columna (máximo 2.200 caracteres) que el espionaje de los actos de la prole, aparte de no ser ético, es muy poco práctico, porque los críos son muy listos a la hora de disimular. Les podrás coger en algún renuncio pero, si se ponen a ello, te burlarán montones de veces.
Según terminé de escribir la columna, me quedé mirando el texto con una insatisfacción de mil pares, considerando la cantidad de aspectos que había dejado de lado y las muchas derivaciones que no me había sido posible ni siquiera amagar, por falta de espacio.
Un ejemplo: que me parezca que está feo que una madre o un padre cotillee las cosas de un vástago que está dando síntomas de pasar por un momento complicado no quiere decir que no lo entienda, o que no lo pueda disculpar. Me consta que también dentro de los planteamientos de principios hay categorías, y no todos son igual de intransgredibles.
Me habría gustado también ilustrar más la tesis principal del artículo con algunos recuerdos de mi propia infancia y adolescencia. Creo que hubiera tenido interés relatar, por ejemplo, lo mucho que me marcó que el cura que oyó mi primera confesión, cuando tuve 7 años, cometiera la tropelía de contarla en público, aunque lo hiciera para subrayar mi inocencia y mi candidez. Rompió las reglas, violó mi intimidad e hizo que me sintiera totalmente ridículo. Casi 53 años después, todavía me sulfuro cuando lo recuerdo. Violentar la privacidad no ya de un adolescente, sino incluso la de un niño, puede tener efectos traumáticos graves.
Hubiera podido poner otro ejemplo de signo totalmente contrario: de crío, con 10 u 11 años, mis padres me permitieron que tuviera una caja de madera con candado. Una especie de caja fuerte en versión infantil. Era mi cofre del tesoro. Allí guardaba mis bobadas, las cartas que me escribía mi prima Mari Carmen (de la que estaba secretamente enamorado, a pesar de que era mucho mayor que yo, o precisamente porque era mucho mayor que yo), mis primeros y horribles poemas, el instrumental que utilizaba para falsificar las notas del colegio… Mis cosas. Tener ese reducto de privacidad, de secreto, me hacía sentirme importante. Fue importante.
También hubiera querido contar en la columna de marras que, por mucho que ponga el acento en la educación como aspecto clave, sé de sobra que no siempre la buena educación lo garantiza todo. (Tampoco la mala, en realidad. Hay chavales que han sido educados igual de bien, o de mal, y que han salido totalmente diferentes, incluso en su catadura moral.)
¿Cuál es el resumen de todo este rollo que acabo de soltar? Pues no lo sé. Mi intención inicial era demostrar que una columna de prensa no proporciona el espacio necesario para exponer debidamente un tema, pero al final me he quedado con la duda de si no será que a veces yo me empeño en meter en el espacio de una columna lo que debería desarrollarse en modalidades periodísticas (o ensayísticas) más amplias.
O sea, que puede que la culpa no la tenga la columna, como género, sino yo, como caso.
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(*) Supongo que será la columna que se publicará el próximo jueves. Suelo trabajar con un cierto adelanto, para que los imprevistos no me amarguen la vida, pero luego a veces cambio el orden de publicación y meto otras columnas por medio, para atender algún tema de más actualidad, más perecedero.
Comentarios
Escrito por: arturo.2007/11/27 09:01:19.367000 GMT+1
Yo tenía un profesor de Filosofía ( en COU, 1975) que para desarrollar dos temas o preguntas del examen nos prohibía textos de más de un folio. A veces jugábamos con el tamaño de la letra, y podíamos enrollarnos un poco, pero un examen de más de un folio, (a una cara) era muy difícil de aprobar. Decía que tenía muchas cosas que leer en la vida, más importantes que nuestras exposiciones filosóficas. Argumentaba que con eso nos quería enseñar a condensar y resumir ideas, a insinuarlas, sin desarrollarlas etc. Y a veces me ha venido bien esa enseñanza.
Es un poco lo que dices: cada género tiene sus características. Y si no te basta con un una columna diaria también puedes organizarte en plan serial:
Juventud y empleo de tecnología (I); (II),... (y XXVII). Ya hay quien lo hace.
Salud a todas y todos.
Nota: No me extraña que todavía te sulfures cuando recuerdas al cura violentador de tus secretos de confesión... .
Escrito por: wamba.2007/11/27 10:13:26.960000 GMT+1
Por poner mi granito de arena, comentaré la problematica en la que me hayo... Los que como yo, solter@ sin hijos, como nos ayuda la sociedad de hoy en dia (con mi sueldo mileurista y un concepto de la familia biparental...) a poder cumplir uno de nuestros sueños (ser padre / madre) ???
Escrito por: Xavi Gracia.2007/11/27 11:48:49.577000 GMT+1
Escrito por: pakua.2007/11/28 18:22:58.026000 GMT+1
http://www.javierortiz.net/voz/pako
Escrito por: aritz.2007/11/28 21:14:59.770000 GMT+1