EL RIDÍCULO DE LA FIANZA.– Garzón decidió anoche poner en libertad a Pablo Muñoz bajo fianza de 4.000 euros. La fianza es ridícula por partida doble. Las fianzas se imponen, en teoría, para disuadir a los imputados de lo que finamente se llama «eludir la acción de la justicia» (o sea, de escapar). Suponer que Pablo Muñoz va a renunciar a pasar a la clandestinidad o a buscar refugio en Brasil para no perder 4.000 euros es, sencillamente, ridículo. Todavía más ridículo si, como en este caso, el juez concede un plazo de varios días al puesto en libertad para que haga efectivo el depósito de la fianza. Si le otorga ese plazo es porque da por hecho que no va a huir. Y si tiene tan claro que no va a huir ¿para qué le impone la fianza?
Aporto la respuesta: para que no se diga. O para que se diga. En suma: por razones de imagen, que son las que más preocupan al titular del Juzgado Central de Instrucción núm. 5.
Gracias a esa ridícula fianza, el juez permite que los periódicos con sede en Madrid recojan la noticia de su puesta en libertad –en pequeños caracteres, por supuesto– sin dejar entrever siquiera que Muñoz pueda ser inocente de los cargos que se blandieron para justificar su detención incomunicada. Ninguno de ellos se plantea la elemental disyuntiva: si realmente hay razones para acusarlo de actuar como intermediario de ETA, ¿qué pinta en libertad? Y si no las hay, ¿qué pinta procesado?
EL MILLÓN COMO UNIDAD DE MEDIDA.– En tiempos solía yo bromear con la extraña unidad monetaria que utilizaban los más variados profesionales de la provincia de Alicante. Cada vez que hablaba con alguno de ellos para que me presupuestara alguna posible obra –todas de tipo menor, por supuesto: mi bolsillo da para lo que da– en mi casa de Aigües, el resultado que obtenía era siempre divisible por cuartos de millón: 250.000, 500.000, 750.000, 1.000.000. ¿No podría haber algo que costara 175.000 pesetas, o 320.000? No. Era como si lo tuvieran prohibido. Tenía que ir de 250.000 en 250.000 pesetas.
A la derecha española le ocurre ahora eso mismo, sólo que con las personas que moviliza para una u otra causa. Según sus portavoces, los asistentes a la última manifestación convocada por la AVT en Madrid fueron un millón. Quienes acudieron a agasajar al Papa, otro millón. Ayer, la Asociación Nosecuantos de la Familia Decente, o algo así, anunció que, como el Gobierno se empeñe en que en las escuelas se imparta una asignatura de educación cívica para explicar a las criaturas que existen diferentes tipos de familia y varias opciones sexuales que pueden estar en su origen, su Asociación preconizará una objeción de conciencia ad hoc, que será seguida –amenaza– «por un millón de padres». Padre arriba padre abajo, supongo.
SUPERMÁN.– Se ha estrenado otra película con la historia de Supermán. He oído que es un pestiño que no le llega ni a la suela de los zapatos a la versión que hizo Richard Donner (con guión, oh sorpresa, de Mario Puzo). Ayer pasaron en un canal de satélite (TCM) esa primera entrega, hecha en 1978. Empecé a verla (a oírla, más bien) porque la emitían en versión original. Yo la recordaba doblada al castellano y tenía curiosidad por oír las voces originales. Me pareció también bastante aburrida. Tanto, que la atención se me desvió hacia lo puramente anecdótico.
Recuerdo alguna de las preguntas que se me fueron ocurriendo. ¿Por qué en el planeta Krypton hablaban inglés? ¿Por qué Jor-el, el padre de Supermán, transmite todos sus conocimientos a su pequeño hijo antes de que el planeta sea destruido y nuestro pequeño héroe parta para la Tierra, pero su madre, Lara, no le aporta ninguno? ¿Carecía de ellos o fue sólo víctima del machismo de los guionistas? ¿Por qué Jor-el promete a los miembros del Consejo de Krypton que ni él ni su mujer abandonarán el planeta para salvarse, pese a que nadie le ha pedido tal cosa –sólo que no alarme a la población– y, sobre todo, cuando ni siquiera ha consultado tan decisiva cuestión con su señora? En fin, ¿cómo puede ser que en el momento en que se destruyó Krypton no hubiera ningún otro integrante de tan avanzada civilización dándose un garbeo por el espacio estelar, aparte de Terence Stamp y los otros dos condenados a vagar por el cosmos? Se habría librado también de la muerte.
Y así.