Todos los conocedores de los entresijos de la política navarra –todos los conocedores que yo conozco, se entiende– parecen de acuerdo en que la decisión de los dirigentes del PSN de no formar gobierno con Nafarroa Bai y IU «les ha venido dictada desde Ferraz». Pero esa explicación plantea tantos problemas como los que resuelve. Por lo menos.
No aclara, para empezar, por qué «Ferraz» (es decir, la dirección central del PSOE, con sede en esa calle de Madrid) ha creído tan importante doblegar la voluntad de los socialistas navarros, sabiendo como sabe que les mete en un lío de mil pares. Externo e interno.
Se arguye que lo ha hecho porque temía que esa alianza podría hacer mucho daño al partido de cara a las próximas elecciones generales. ¿Creen eso en Ferraz, realmente? ¿Creen que al personal potencialmente votante del PSOE le cae peor NaBai que, por ejemplo, Esquerra Republicana, o que el BNG? No. Cómo van a creer semejante chorrada.
Estoy dispuesto a suponer que los navarros y las navarras, socialistas o no, importan un pepino a Pepiño –él nacido José Blanco– y a sus estrategas de salón, dada la escasa entidad numérica que Navarra ocupa en sus estadísticas. Pero en este asunto se debatía mucho más que la suerte de la comunidad foral. El pulso era otro. Aznar, a veces llamado Rajoy, había convertido Navarra en casus belli: si Zapatero optaba por dar la mano a NaBai e IU («los que quieren que Navarra deje de ser Navarra»), el PP se echaría definitivamente al monte.
¡Ay, Julio César! ¡Ay, Mussolini! ¡Toma Rubicón! Adiós consenso y adiós todo.
Olvidaos de los cálculos electorales. De los iniciales, por lo menos. Porque el asunto que se ha dirimido no era de votos, considerados a corto plazo.
Aquí estamos hablando de una reacción de fichas de dominó, como las que tanto temía Henry Kissinger. No es que a Zapatero le dé terror el PP. Es que teme a los que dentro de su propio partido no quieren que rompa con el PP y opte por una política de alianzas con las heteróclitas fuerzas de izquierda de la heteróclita sociedad española (o lo que sea). Y teme a los medios de comunicación que sintonizan tanto con el PP como con los que dentro de su propio partido… etc. O sea, con la Santa Alianza de El Mundo y El País, y La Razón, y ABC, y todas las cadenas, de radio, de televisión y del váter.
Anoche oí lo que se decía en la Ser al respecto. Huyendo de ello, fui recalando en otras emisoras. Hubo un momento en el que sospeché que se me había estropeado la radio y que todas las teclas se habían convertido en la misma tecla.
En cosa de nada, comprendí que ésa era la cuestión: todas las emisoras eran la misma emisora.