Pocas horas antes de dar su visto bueno a la ejecución de John Ray Conner, que hacía la número 400 de las aplicadas en Texas desde que en 1976 se restableció la pena de muerte en los EEUU, James Richard Perry, el gobernador del llamado «Estado de la estrella solitaria», rechazó con altanería la petición de clemencia que le había hecho llegar la Unión Europea alegando que «hace 230 años los fundadores de nuestro país lucharon en una guerra para deshacerse del yugo de un monarca europeo y conseguir el derecho de autodeterminación». Según él, la pena de muerte es un fruto de la autodeterminación de los estadounidenses.
¿Ignorante o demagogo? Me cuesta creer que Perry no sepa que hace 230 años Texas ni siquiera pertenecía a los Estados Unidos (que por entonces, dicho sea de paso, eran más un proyecto que una realidad). Tiene que saber por fuerza igualmente que Texas declaró su independencia en 1836 y que en 1861 se unió a los Estados Confederados, hostiles al proyecto de los Estados Unidos de América. Y que fue sometida por las armas de las fuerzas federales y sujeta a la ley marcial por su resistencia a aceptar los preceptos constitucionales, incluyendo la abolición del esclavismo.
Con referencia a su altivo desdén hacia Europa, me conformaré con tres breves réplicas: 1ª) Texas, inicialmente poblada por amerindios y criollos mexicanos, se hizo anglosajona porque fue colonizada por inmigrantes procedentes en su mayoría de Europa; 2ª) Los Estados Unidos de América alcanzaron su independencia con la ayuda de Francia, como sabe muy bien cualquier conocedor de la peripecia vital de Marie-Joseph Paul Yves Roch Gilbert du Motier, más conocido por su título de marqués de La Fayette… y por cualquier turista visitante de la Estatua de la Libertad, que Francia regaló a los EEUU para festejar su independencia; 3º) De quien se independizaron los EEUU fue del Reino Unido, que es precisamente el Estado de Europa que menos protesta en la actualidad por los sangrientos usos del derecho de autodeterminación que se practican en sus ex colonias.
Es tragicómica la similitud que tiene la desabrida defensa que hace el gobernador de Texas de la pena de muerte, que presenta como una muestra de la idiosincrasia de su pueblo, con la defensa que hacían los fascistas españoles de la dictadura de Franco allá por los años sesenta, cuando se inventaron el eslogan turístico Spain is different, patrocinado por Manuel Fraga. Su rollo es del mismo estilo: «Nosotros somos así, especiales. No se metan en nuestros asuntos».
El problema estriba en que ellos son también diferentes entre sí: unos ejecutan, los otros mueren.
James Richard Perry, alias Rick, es, como se sabe, el heredero político e ideológico de George W. Bush, su antecesor en el cargo. Mantiene el nivel. Ahora se dispone a dar el visto bueno a la ejecución de un hombre acusado de haber sido testigo de un crimen y no haber hecho nada por evitarlo. Va para el Guiness de las aberraciones legales.
Así funcionan las cosas del país que aquí muchos toman como modelo.
Nota de edición: Javier publicó una columna con el mismo título e idéntico contenido en El Mundo: Texas is different.