Los dos principales sondeos de opinión que han inaugurado la nueva temporada política (el pulsómetro de la Cadena Ser y la encuesta realizada por Sigma Dos para El Mundo) vienen a coincidir en sus dos puntos más destacados. El primero es que el PSOE sigue aventajando en intención de voto al PP, que reduce distancias, aunque los encuestadores no se pongan de acuerdo en la diferencia que aún les separa. El segundo es que los electores, incluyendo los del propio PP, valoran bastante peor a Mariano Rajoy que a Rodrigo Rato y Alberto Ruiz Gallardón.
Hay un tercer dato del sondeo de Sigma Dos que también me parece reseñable: sostiene que los dirigentes del PP con menos prestigio son Acebes y Zaplana.
Vamos con las conclusiones.
Una, que ya mencioné hace días: si el PSOE sigue por encima del PP, pese a sus últimos fiascos aparatosos (la ruptura de la tregua de ETA y su mala gestión postelectoral en Navarra y Canarias, principalmente), eso significa que el PP lo está haciendo aún peor. Y ello pese a que hacer oposición es siempre mucho más agradecido que gobernar, puesto que el opositor puede afirmar lo que sea y prometer el oro y el moro sin verse en la obligación de ponerlo en práctica.
Otra conclusión que tampoco es nueva: es obvio que Rajoy no da la talla.
Tercera y complementaria: si fuera cierto que Ruiz Gallardón y Rodrigo Rato son los líderes mejor valorados por los propios votantes del PP y que Acebes y Zaplana son los peor considerados (y digo «si fuera cierto» porque con los sondeos nunca se sabe), eso significaría que el electorado español de derechas prefiere mayoritariamente a los políticos que ofrecen una imagen más centrista (más templada, más contemporizadora, menos fanatizada… Menos carca, en suma).
Obsérvese además que los dirigentes peor valorados –por los mismos votantes del PP, insisto– son los que llevan el peso principal de la política diaria del partido (Acebes y Zaplana) y que los más prestigiados son precisamente dos políticos que están muy alejados de la corriente predominante en la sede central.
De estar así las cosas, tendríamos la confirmación de que la línea seguida por la dirección del PP en estos tres últimos años y medio (y posiblemente también la encarnada por Aznar en su último mandato) ha sido errónea incluso para los fines perseguidos por ellos mismos. Que su apuesta por la confrontación constante, su identificación con la AVT y con el sector más cavernícola del episcopado, su bronca sistemática con Cataluña y con Euskadi, sus delirios apocalípticos con Navarra, etc., pudo ofrecerles la ilusión de que eran magníficos banderines de enganche, pero no lo eran, o lo eran de manera insuficiente. Porque donde se ganan las batallas en un sistema como éste no es en las calles, llenándolas de manifestantes, sino en las urnas, llenándolas de votos. Y el PP actual logró excelentes resultados electorales en Madrid y en el País Valenciano en las últimas elecciones locales, pero en ambos casos por razones que pueden ser efectivamente locales, y coyunturales. Y sigue con dificultades en el resto, sobre todo en Andalucía y Cataluña, cuyo peso electoral es decisivo.
Una cosa es que los políticos que se orientan a golpe de sondeo sean unos panolis –suelen serlo– y otra que se puedan permitir el lujo de desdeñar los resultados de sondeos como los dos que estoy comentando, tan claros y coincidentes pese a los intereses contrapuestos de quienes los encargaron.
Pero, ¿qué podría hacer el PP? ¿Cambiar de presidente? ¿Cambiar de dirección? ¿A seis meses de unas elecciones generales? Y, además, ¿cómo, en un partido cuyo aparato está en manos de los que habrían de salir perdedores con el cambio?
Supongo que Rajoy y su guardia pretoriana estarán cifrando sus esperanzas en la abstención de la amplia porción del electorado que les es hostil pero pasa del Gobierno de Zapatero y de las peroratas de José Blanco y Diego López Garrido, ideales para deprimir al más pintado. No hay que descartar que muchos de los que han respondido a los encuestadores de agosto se decidan a no votar en febrero de 2008. En cuyo caso, cualquier cosa.