Escribo estas líneas en la noche del lunes 9, recién llegado a Madrid desde Aigües. Lo hago por adelantar trabajo y no tener que madrugar mañana, que salgo nuevamente de viaje y quisiera hacerlo tras haber dormido bien. (Ventajas de la técnica: puedo programar el ordenador para que actualice la página a la hora que me parezca conveniente.)
A la hora en la que escribo, la DGT todavía no ha proporcionado una cifra definitiva de muertos en la carretera durante estas mini-vacaciones. Según todas las trazas, será una cantidad similar a la del pasado año. Sólo que el pasado año no existía el carné por puntos y había muchos menos radares. ¿Cómo se explica eso?
Voy a arriesgarme a decir lo que muy probablemente dirán mañana bastantes medios de comunicación, pero da igual: cuanto más se repitan esos argumentos, mejor.
Primer punto: la instauración del carné por puntos se presentó como una medida que iba a mejorar la seguridad del tránsito rodado de manera muy sustancial. Exageraron sus virtudes. Pusieron como ejemplo a Francia. Sin embargo, nuestros vecinos del norte siguen discutiendo sobre la eficacia real de ese sistema sancionador, porque tampoco es tan evidente. No es casualidad que varios estados europeos hayan renunciado a instaurarlo.
Segunda observación: el aumento del número de radares fijos y móviles no tiene efectos demasiado destacados sobre la seguridad. Para empezar, porque una sanción que llega días más tarde y que puede ser endosada a una persona distinta del conductor real no incita a un cambio de actitud en éste. Además, la mayoría de los radares se instalan en autovías y autopistas, que constituyen el tipo de carreteras que registran una menor cantidad de accidentes.
Si se quisiera disuadir a los potenciales accidentados de incurrir en comportamientos imprudentes, se incrementaría el número de agentes de la Guardia Civil de Tráfico dedicados a patrullar y se pondría el acento en la vigilancia y el control de las carreteras de doble dirección, que son las que presencian un mayor número de accidentes graves.
La limitada presencia de agentes en las carreteras y su concentración en las vías mejores se corresponde con una visión enfocada a la obtención del máximo beneficio económico, no a la seguridad de los conductores y sus eventuales acompañantes. Si las autoridades del Ministerio pusieran el acento en esto último, habría más presencia física y visible de la Guardia Civil de Tráfico y se vigilarían, sobre todo, las carreteras de doble dirección. Pondrían menos multas, se supone, pero más atinadas y con un efecto aleccionador muy superior.