Nada más tener noticia de la designación de Alfredo Pérez Rubalcaba como titular de la cartera de Interior, Mariano Rajoy declaró que lo lamenta, porque el nuevo ministro «no es una persona de la que el PP se fíe». Explicó que su (des)calificación se basa en el hecho de que la biografía del electo presenta «puntos oscuros».
Algún listillo cercano al PP ha explicado la afirmación de Rajoy recordando que Pérez Rubalcaba fue ministro «del Gobierno de los GAL». Pérez Rubalcaba formó parte, en efecto, de un Gobierno de Felipe González, pero que yo sepa el PP nunca ha manifestado su desconfianza de principio hacia todos aquellos que en un momento u otro fueron ministros de González desde 1983, año en el que se tuvo la primera noticia de los GAL. Sería absurdo. Las acciones de los GAL no se planeaban y decidían en los consejos de ministros. Es bien conocido el caso de Antoni Asunción, que llegó a ministro del Interior y se opuso a toda la basura de los GAL, hasta el punto de dimitir en la primera oportunidad que se le presentó (*).
Rubalcaba no es de fiar, desde luego, pero no porque fuera ministro en aquellos tiempos sino, entre otras cosas –y puesto que se cita a los GAL–, porque estuvo en el núcleo duro del equipo del PSOE que hizo lo posible y lo imposible para que no se destapara la verdad sobre el terrorismo de Estado. Recuerdo ahora mismo lo que cuenta Xabier Arzalluz en su autobiografía sobre la reunión en la que Rubalcaba, junto con Txiki Benegas y algún otro, trató de conseguir que el PNV no apoyara la creación de una comisión parlamentaria de investigación sobre los GAL. «Nos vais a hundir en la mierda», dijeron los socialistas a los del PNV. «En vuestra mierda», les respondió Arzalluz.
Rubalcaba no es de fiar, ciertamente, pero no sólo por eso. Suele evocarse también, con razón, el importante papel que jugó como peón de brega de Javier Solana en muy diversos terrenos, no sólo el educativo. Se citan asimismo –aunque ignoro si con el mismo fundamento– sus fluidas relaciones con los servicios de información de la Defensa.
Rubalcaba, al que sólo cabe distraer de las conspiraciones políticas si se le habla de los problemas del Real Madrid en la liga de baloncesto, tiene una gran virtud que todo jefe valora: no es ni ha sido nunca el segundón que trabaja en la oscuridad para llegar a ser él el número uno. Cual si conociera las esencias mismas del principio de Peter, renuncia a elevarse hasta su nivel de incompetencia. No es un estratega. Carece tanto de principios como de fines propios. Se limita a concentrarse intensamente en la resolución táctica de los problemas con los que se va tropezando su patrón de turno. Y si son problemas presentables, bien. Y si son problemas impresentables, lo mismo. Sus enemigos dicen que tiene tal obsesión por el regate en corto que es perfectamente capaz de marearse solo y acabar metiendo el gol en su propia portería. No me extrañaría. Este tipo de personajes es lo que tienen.
En todo caso –y retomo el hilo inicial–, no hay nada en la biografía de Alfredo Pérez Rubalcaba que pueda merecer con justicia la repulsa del presidente del PP. En la dirección de su partido hay falsarios y conspiradores de idéntica calaña. Si quiere, algún día repasamos mano a mano el historial de las actuaciones de los ministros de Interior de su partido, empezando por Mayor Oreja y acabando por Acebes, con parada y fonda en su propia persona, de la que también cabría airear datos inquietantes.
Ni siquiera la referencia a los GAL viene a cuento. Si Rubalcaba contribuyó a tapar el terrorismo de Estado, ¿no hicieron lo mismo los gobiernos del PP? ¿Quién se opuso desde el primer momento a la desclasificación de los papeles del Cesid, recién derrotado González, sino el entonces recién electo presidente Aznar? El partido de Rajoy ha utilizado una y otra vez el caso GAL como arma política arrojadiza, pero nunca ha demostrado que tuviera verdadero interés en destapar lo que ocultaba. Más bien lo contrario.
Si es por eso, yo tampoco me fío de Rubalcaba. Pero no me preocupa gran cosa. Sé que es disciplinado. Lo que me preocupa es que tenga buena visión aquel que debe darle las instrucciones oportunas.
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(*) Al poco de su entrada en el Ministerio del Interior, Asunción confesó en una entrevista con dirigentes del PNV que le daba miedo abrir los cajones de su despacho y ver lo que había dentro, porque aquello era «Villa GAL». Asunción aprovechó la fuga de Luis Roldán para presentar su dimisión y salir corriendo del Ministerio.