Dice el presidente del Gobierno, y su periódico de cámara se lo pone en grandes titulares, que la ley llamada «de la memoria histórica», que acaba de empezar su recorrido parlamentario, pretende «honrar a las víctimas de Franco».
Las víctimas de Franco no
tenemos ninguna necesidad de que nadie nos honre. Estamos honradísimas de origen. Somos víctimas, sí señor, y a mucha honra.
Para honrar a alguien se levanta un monumento, se erige una estatua o se coloca una placa en la esquina de una plaza. Las leyes no están para honrar, sino para regular derechos, marcar prohibiciones, establecer preceptos. Una ley cuyos efectos son –pretenden ser– «morales» no es una ley, sino un adorno.
Señor Rodríguez Zapatero: hágame
un favor. Publique su leyecita en el Boletín Oficial del Estado, coja un ejemplar,
arranque las páginas en las que salga impresa, haga un rollito con ellas... e
introdúzcaselo por donde le quepa.
Dará con ello plena satisfacción por lo menos a una víctima de Franco. A mí.