Ya ha ocurrido en dos ocasiones. La primera pudo considerarse circunstancial. Dos ya marcan una tendencia.
En cosa de pocos días, El País ha llamado por dos veces al orden a Rodríguez Zapatero, reprochándole haberse distanciado en exceso del PP en materia de política antiterrorista.
Para cuantos sabemos de la estrechísima relación que existe entre el staff del grupo de Polanco y la dirección del PSOE, ese dato no puede pasar desapercibido. El asunto no es tanto que haya desacuerdos entre ellos. Lo verdaderamente significativo es que PRISA haya decidido airearlo.
Su primera crítica frontal fue realmente injustificada. Reprocharon a Zapatero que no fuera al congreso de víctimas del terrorismo que se celebró en Valencia hace un par de semanas. Pero todo el mundo –incluida la gente de Polanco, por supuesto– sabía que si Zapatero acudía a ese congreso le iban a montar el número. De hecho, se lo montaron a Gregorio Peces Barba por mucho menos. La torpeza habría sido acudir. Lo que El País debería haber hecho es tomar posición neta e inequívoca con respecto a esas organizaciones de víctimas que se comportan como segundas marcas del PP y sirven de ariete a la extrema derecha. Pero prefirió zurrarle a Zapatero.
Su segunda crítica se ha apoyado en otra excusa: el rifirrafe verbal entre los portavoces del PP y del PSOE. Que Acebes es capaz de lanzar contra el Gobierno las acusaciones más truculentas y disparatadas, de un lado, y que José Blanco padece de incontinencia verbal, del otro, son cosas bien sabidas, pero de ahí a que lo correcto sea situarse a medio camino entre Rajoy y Zapatero hay un abismo. Es lo que hizo El País el pasado miércoles en su artículo editorial, titulado «No jueguen con eso». Decía: «Ni el Gobierno se ha vendido a los terroristas, ni los del PP prefieren que siga ETA mientras gobiernen los socialistas». Expresarse en esos términos supone situarse en una equidistancia absurda, porque la primera de las proposiciones es sencillamente ridícula, en tanto la segunda roza lo obvio. Por supuesto que al PP le horroriza la posibilidad de que Zapatero pueda apuntarse el tanto de haber propiciado el fin de ETA.
Lo significativo de todo este asunto no es que haya una empresa de comunicación tradicionalmente muy próxima al PSOE que se esté distanciando de él en un punto clave de la agenda política, sino que esa empresa representaba el único grupo de comunicación privado con el que podía contar Zapatero para que respaldara sus opciones relativas a la pacificación de Euskadi. O sea, que no tiene ni eso.
He señalado muchas veces que la llamada política vasca de Zapatero está hecha más de palabras que de realidades, que apenas ha movido ni un dedo para nada concreto en la dirección positiva –y sí, y en varias ocasiones, en la negativa–, que está perdiendo lastimosamente un tiempo precioso... Así lo creo y así lo digo. Pero tampoco sería justo si no reconociera que ese hombre, que tampoco es gran cosa, tiene que trabajar con una tropa que parece como si estuviera a las órdenes del enemigo.
O tal vez forma parte del enemigo.