Esta sección se llama Apuntes del Natural, pero lo que incluye no son realmente apuntes del natural, al modo de los que hacen los pintores. Ellos ven por ahí cualquier cosa, persona, situación, paisaje o lo que sea que les llama la atención y, a toda velocidad, sin preocuparse por el acabado, dibujan los trazos que consideran necesarios para retener la idea y desarrollarla más tarde. (O no, claro.)
Yo suelo hacer lo mismo, trasladado a mi género. A veces leo, oigo o veo algo que me sugiere un tema de artículo, sólo que no estoy en ese momento en condiciones de ponerme a escribirlo. Entonces, para no desaprovechar la idea, tomo unas cuantas notas en alguno de mis cuadernos, o en algún papel suelto, o grabo unas cuantas frases en una pequeña grabadora digital que suelo llevar conmigo.
Lo que pasa es que, en algunas ocasiones, en mi despiste, luego dejo el papel en el que escribí esa anotación metido con otros en cualquier montón de mi estudio, o paso la página del cuaderno sin fijarme demasiado en ella, o me olvido de la grabación. Hasta que un día, a veces al cabo de años, en una de las razzias que suelo emprender para ordenar mi caos de recortes, cartas, notas y demás, descubro ese “apunte del natural” y me animo a aprovecharlo.
Gracias al cielo, existe internet. Porque es perfectamente posible que el apunte que he encontrado de casualidad y que me ha devuelto una idea presuntamente interesante… ya lo hubiera utilizado en su día y me haya olvidado de ello. En ese caso, y si llego a sentir la sospecha, recurro al buscador correspondiente y lo compruebo, porque tampoco me gusta repetirme demasiado. (*)
Bien, pues es lo que me sucedió hace pocos días. Encontré una anotación, bastante elaborada, con una idea que me pareció que encajaba bien con todo lo que se está hablando últimamente sobre el cambio climático y demás, y me dispuse a desarrollarla. Estaba a la altura del segundo párrafo cuando me asaltó la duda. Me fui a Google, busqué y zas, allí estaba, igualita, aparecida como columna en El Mundo hace un montón de años.
Esta mañana he pensado que, si yo no recordaba haber publicado ese artículo, lo mismo la mayoría de vosotros tampoco. Y, aunque no pueda utilizarlo, por razones obvias, para hacer una columna en Público, tal vez a muchos de vosotros no os desagrade conocerlo.
El artículo se llamaba «Los monstruos de la Ciencia» y el texto decía lo que sigue:
« Epimeteo no atendió las advertencias de su hermano, el receloso Prometeo, y tomó por esposa a la bella Pandora, que Vulcano había creado con un poco de barro. La protegida de Minerva, Mercurio y Apolo aportó al matrimonio una misteriosa caja, regalo de Júpiter, que el ingenuo Epimeteo abrió sin pensárselo dos veces. De aquel regalo envenenado salieron al punto todos los males que desde entonces afligen a la estirpe de los hombres: la Enfermedad, la Guerra, el Hambre, la Querella, la Calamidad...
»Horrorizado, Epimeteo cerró de inmediato la espantosa caja. Pero ya era tarde: sólo consiguió impedir que saliera la Esperanza.
»¡Cuánto imprudente Epimeteo ha albergado la Tierra durante el último siglo y medio! La Revolución Industrial puso en marcha la máquina del progreso, que desde entonces no ha hecho sino acelerarse más y más en medio del aplauso y la admiración generales. Quienquiera que dudara de los beneficios absolutos del progreso y los avances científicos era tenido por peligroso reaccionario, enemigo del bienestar, de la socialización de la salud y de la puesta de la Naturaleza al servicio de la raza humana.
»Nos olvidamos de que no hay anverso sin reverso. De que la Ciencia no es ningún absoluto: sólo el nombre convencional que damos al pequeño espacio que no está ocupado por lo mucho que ignoramos.
»La Humanidad empieza a comprobar con horror que ha abierto demasiadas cajas de Pandora. Que, entusiasmada por el lado rutilante de sus descubrimientos, les ha dado sistemática vía libre, pese a que en muchos casos apenas sabía nada de las posibles consecuencias negativas de sus criaturas. Y ahora, cuando los daños colaterales irrumpen en masa, se siente perpleja. La actualidad se nos llena de misteriosos males; de fantasmas de muerte nacidos de la mano del hombre: agujero en la capa de ozono, extraños cambios climáticos, derivaciones letales de la energía nuclear, enfermedades provocadas por el uso militar del uranio empobrecido, vacas locas...
»Y lo que nos quedará por ver.
»Lo peor no es lo que ya está hecho y no tiene vuelta de hoja. Lo peor es que no se ve que haya el menor deseo de aprender la lección. Porque seguir en las mismas resulta muy rentable para algunos, y esos algunos mandan. Mandan incluso sobre los que mandan.
»Cada vez que emerge un nuevo problema, hacen lo mismo: primero lo niegan; luego lo minimizan; finalmente, nombran un Comité para que lo investigue. Un Comité que pagan ellos. Que es de ellos.
»Cualquier cosa con tal de ganar tiempo. Y de hacérnoslo perder a nosotros.
»Pero perder el tiempo –en esto como en todo– es perder la vida.»
___________
(*) Debo reconocer que, si lo que descubro es que esa nota dio pie hace años a una hoja de mi Diario de un resentido social, que leía muy poca gente, o a cualquier otro tipo de artículo de andar por casa, no aparecido en prensa escrita, cabe que no me arredre y siga adelante, porque tampoco estoy tan sobrado de ideas como para ir malgastándolas tontamente.
Comentarios
solo un pequeño comentario: no es la ciencia quien causa todos esos problemas. Es la técnica, que es lo que los hombres hacemos con lo que hemos descubierto mediante la ciencia. Es una distinción fundamental, a mi juicio.
Un abrazo.
Escrito por: Talandoria.2007/11/29 09:32:17.007000 GMT+1
Escrito por: aritz.2007/11/29 10:01:4.615000 GMT+1
Es perentorio saber por qué el método científico, auténtica piedra de toque de la explosión de la ciencia occidental (y lo que le dio preeminencia global a esta civilización, patatera y palurda como pocas en la historia, frente a otras de un grado de refinamiento que la dejan a la altura del betún), prendió aquí y no lo hizo en otras partes. Tanto en China como en la India (como Grecia, como tantas...), siglos antes de que existiera Galileo y el Renacimiento, vieron aparecer genios individuales que redescubrían una y otra vez
este métido que permite avanzar rápido y eficazmente en el conocimiento del mundo natural. Pero eso se quedaba en rarezas individuales, es muy cómodo decir que sus sistemas sociales no daban cabida a esto, pero eso no es verdad, y a las condiciones sociales de Europa me remito en el siglo XVII. Y la ciencia occidental obviamente es sesgada, como toda actividad humana, y esclava de mitologías religiosas y prejuicios ideológicos, no hay más que ver todos los artefactos que ha ido creando a lo largo de su historia (el flogisto, la fuerza vital, el éter -éste "abolido" por el experimento de Michaelson y Morley, ayer como quien dice-, y a mi modo de ver, el Big Bang. La propia teoría genética está inundada de prejuicios religiosos que si bien no tiene demasiado crédito entre los biólogos, sí se filtran con intenciones ideológicas al público). Pero a lo que vamos, su enorme utilidad en dotar a Occidente de un poderío militar sin precedentes (que le permitió colonizar la práctica totalidad del planeta) demuestra a las claras que sacar a Prometeo por el medio no tiene ningún sentido.
Yo más bien llevaría el problema por otros derroteros: en todas las épocas siempre hubo personas que eran conscientes, y muchas, de los problemas que iba a traer la aplicación de una tecnología determinada. O no hicieron nada, directamente, ni siquiera modificar parcialmente lo que se venía encima, o se limitaron a denunciarlo más en plan pose ética y estética que realmente dar la batalla. Ése es y será el problema: las personas que tienen la capacidad de modificar las cosas, porque tienen el poder y porque ven un horizonte más lejano que el resto de sus contemporáneos, no hacen absolutamente nada por evitar lo que se viene encima.
Ya lo dijo Einstein: "el mundo no es un lugar peligroso por la gente que hace daño, si no por los que pudiendo evitar que éstos actúen, no mueve un dedo".
Escrito por: Ego.2007/11/29 10:40:33.469000 GMT+1
Escrito por: Javier.2007/11/29 11:50:30.895000 GMT+1
Pero... dado que no parece que se nos da muy bien renunciar a nosotros mismos y trascendernos en nuestras "pequeñeces humanas"... el panorama para la ciencia se ve un poco menos "neutro".
Si...
HUMANIDAD * CIENCIA = ¡¡PIM-PAM-PUM!!
y el de la HUMANIDAD es un factor al que no podemos renunciar... la ecuación sugiere que ciencia tiene más de PIM-PAM-PUM de lo que nuestros bien con-ciencia-dos contertulios quieren admitir.
Probablemente es en todo esto en lo que pensaban los griegos cuando desarrollaron el mito de la "Caja de pandora". Pues de tontos tontos los griegos no tenían un pelo, y de filósofo-científicos unos cuantos. :)
Escrito por: Pedro.2007/11/29 14:05:38.621000 GMT+1
Escrito por: Ego.2007/11/29 22:11:31.015000 GMT+1
Escrito por: Javier B..2007/11/29 22:34:15.149000 GMT+1