Tal vez la culpa sea mía, que tengo las tripas con problemas (y ya se sabe cómo son las cosas psicosomáticas, que cuando son psico se vuelven somáticas y cuando son somáticas se vuelven psico), pero me he levantado esta mañana con la conciencia clara de haber dormido mal y con la sensación confusa de haber pasado la noche en duermevela oyendo noticias apocalípticas. (*)
Como quiera que estoy perdido en mi refugio de la montaña mediterránea, los noticiarios radiofónicos que me llegan de hora en hora (**) tienen no poco de local, lo que hace que se refieran con insistencia a dos elementos típicos de por aquí: el fuego y el agua. Hay general acuerdo en que nos sobra fuego y carecemos de agua.
En las penosas condiciones en que me encuentro ahora mismo, no me atrevería a retar a nadie a nada, pero de aquí a dentro de pocas horas seguro que estoy en condiciones de discutir con quien sea en defensa de la tesis de que los problemas que tiene nuestra zona con el fuego y con el agua no los tiene ni con el fuego ni con el agua, sino con esa cosa absurda que llamamos hombre.
Los incendios tienen muy diversos orígenes, que van desde la degradación del medio natural hasta la imprudencia de bastante personal, pasando por la premeditación y alevosía de los más variopintos negociantes. Pero la insuficiencia de agua (desalinizada, se entiende) tiene una razón que las engloba todas: por mucha agua que hubiera por aquí, siempre sería poca. Han decidido que quieren tener un hábitat propio del norte de Europa en lo que es, dicho en pocas palabras, una avanzadilla de África. Quieren tener agua potable para muchos millones de personas en donde sólo la puede haber, y con dificultades, para un par de millones. Quieren tener césped a gogó para cientos de campos de golf, para miles de jardines, en un espacio en el que el césped no pinta nada, porque se da de tortas con la Naturaleza. Quieren tener cultivos y más cultivos de regadío en sitios en los que ese tipo de agricultura es un disparate.
Están locos. Si lograran abastecer de agua todo lo que su megalomanía y su insaciable ambición de dinero les sugiere, entonces se plantearían llenar esto de fiordos. Y hacer una réplica de los Grandes Lagos. Y del Niágara mismo, rebautizado como Zaplana Falls.
Entretanto, ponen a parir al Gobierno central porque objeta que quizá hay algo en todo eso que no acaba de ser sensato. Y se cagan en la España verde, por insolidaria.
_____________
(*) Oyéndolas, además, en voces tan inmaduras como torpes e incultas. ¿Qué razón hay para que las grandes cadenas de radio sólo empleen (es un decir) a becarias pijas? Podría darla, pero prefiero no insultar a la inteligencia de mis lectores. Y de mis lectoras. Estoy seguro de que les basta con imaginar el aire baboso de algunos directivos.
(**) Por lo que he podido comprobar, los programas nocturnos que ofrecen las radios entre informativo e informativo son casi más apocalípticos que las propias noticias. Incitan a la pobre audiencia a exhibir lo peor de sí misma, relatando sin ningún pudor experiencias personales de efectos mucho más fulminantes que mis males gástricos.