Hay decisiones que son de cajón. Que casi no son ni decisiones. ANV de Pamplona anunció ayer que respaldará con sus dos votos a la candidatura a alcalde o alcaldesa que se presente como alternativa a la de UPN. ¿Qué hubiera podido hacer, si no? ¿Asumir la responsabilidad de que la derecha pamplonesa siga gobernando el municipio? No tenía más remedio. Sus propios votantes no hubieran entendido –ni aceptado– otra cosa.
En teoría, los concejales del Partido Socialista de Navarra tampoco tienen otra opción. Otra opción sensata, quiero decir. Cierto es que podrían aceptar la invitación de UPN a formar coalición, pero ¿en qué situación quedarían? De segundones de la derecha, obligados durante toda una legislatura a respaldar una política que se da de patadas con el programa con el que pidieron el voto y eso, además, a un año de unas elecciones generales en las que su propio aliado sería su principal enemigo. Es verdad que de algunos miembros del PSOE puedo creérmelo todo, incluso que sean incapaces de apreciar sus propios intereses, pero algo así me parecería realmente excesivo.
Además, el argumento de que ellos prometieron no pactar en ningún caso con ANV carecería de sentido. En este caso no habría ni asomo de pacto de por medio. Lo que ningún partido puede evitar es que otro partido vote lo mismo que él. ¿O habrá de renunciar a sus propias opciones y adoptar las del contrario sólo para evitar la coincidencia?
En realidad, eso ya lo han hecho los socialistas en anteriores ocasiones. Y también el PP. Hace algunos años, en el Parlamento de Vitoria, ambos votaron lo mismo que los parlamentarios de la izquierda abertzale para impedir que el Gobierno de Ibarretxe pudiera sacar adelante los Presupuestos de la Comunidad Autónoma. Hicieron algo más: aplicaron la misma táctica obstruccionista que los de Otegi, negándose a entrar en la Cámara. Aquello ya no fue una coincidencia. Fueron dos.
El propio Ibarretxe hizo lo mismo a la hora de la votación del proyecto de reforma del Estatuto de Gernika. No negoció el respaldo de los parlamentarios del PCTV. Se lo dieron, lo cual le vino muy bien, aunque luego no sirviera para gran cosa.
No me he puesto a ello, pero estoy seguro de que no me costaría gran cosa hacer una amplia lista de situaciones en las que el partido X vota al partido Y, que no es su aliado y con el que incluso se lleva bastante mal, para evitar que venza el partido Z. Que el partido Y sale beneficiado va de suyo. Pero es absurdo reclamarle que, para no aprovecharse del voto del partido X, respalde al partido Z.
Es lo que algunos exigen al PSN que haga en Pamplona. No les importa lo absurdo que sea.
Sucede que, cuando están de por medio los intereses partidistas, hasta la derecha más derecha recupera uno de los lemas típicos del viejo Mayo francés: «¡Sed realistas! ¡Pedid lo imposible!»