Dicen los dirigentes occidentales que sólo dialogarán con el nuevo Gobierno palestino –el que le corresponde formar a Hamas tras haber vencido en las urnas– si la organización islamista proclama su renuncia a la violencia y reconoce el derecho del Estado de Israel a existir.
La proclama tendría un aire menos hipócrita si respondiera a un criterio general. Si hicieran una afirmación pareja con relación a la utilización de la violencia por parte del Estado de Israel y a su sistemática negativa a ajustarse a los acuerdos adoptados por las Naciones Unidas en relación a los territorios ocupados. Pero no. Los dirigentes occidentales, si no les queda más remedio, lamentan –o dicen que lamentan– la cerrazón de los gobernantes israelíes y sus constantes violaciones de las resoluciones de la ONU, pero jamás se les ha ocurrido la posibilidad de convertir esas condenas morales en sanciones materiales contantes y sonantes.
Dicen que Hamas practica el terrorismo. Pero, de hecho, nadie discute que la propia creación del Estado de Israel fue promovida mediante acciones terroristas. Tampoco ofrece duda el hecho de que hoy en día sigue practicando el terrorismo, entendiendo éste como la violencia ejercida contra una población civil para forzarla por el miedo a admitir lo que nunca aceptaría de buen grado. Ariel Sharon, el criminal de Sabra y Chatila, es el prototipo del gobernante terrorista.
Un Estado que reconoce la práctica del «asesinato selectivo» es un Estado asesino. Que lo sea de manera selectiva o no –cosa más que discutible, porque muchas veces mata a quien no buscaba, o mata a más gente de la seleccionada– es secundario. Ningún Derecho penal establece que la selección de los asesinados represente una circunstancia atenuante de la responsabilidad del asesino..
Afirma Bush, y corean sus palabras los representantes de la UE, que una organización como Hamas, que tiene un «brazo armado» y practica la violencia, no puede ser aceptada como socio en el proceso de paz. Pero ¿de qué proceso de paz hablan? No hay ningún proceso de paz. Todos los planes establecidos, todas las «hojas de ruta» dibujadas y todos los acuerdos rubricados en el pasado han sido burlados y convertidos en papel mojado por Israel. La moderación de Al Fatah frente a la política de hechos consumados desarrollada por el Estado sionista con el permiso –cuando no con el apoyo– de la llamada «comunidad internacional» no ha hecho avanzar ni un milímetro el tan mentado y tan ausente «proceso de paz». La población palestina ha sacado sus conclusiones sobre la utilidad de la mansedumbre. Ahora quiere ver si con más firmeza las cosas empeoran, como tantos dicen, o mejoran.
Se une a ello la evidencia de que los mismos gobernantes palestinos que han practicado la renuncia y la sumisión de puertas afuera se han comportado de un modo tiránico y venal en su propia casa. La derrota de Al Fatah no sólo se deriva del fracaso de su actitud ante Israel; también de sus tendencias brutales y de sus prácticas corruptas dentro del ámbito de gobierno palestino.
Que nadie se eche las manos a la cabeza por la aplastante victoria de Hamas en las elecciones. Quienes tanto han contribuido a la decepción y el hartazgo del pueblo palestino no tienen derecho a sorprenderse del resultado de sus propios actos.