Pablo Muñoz, alma mater periodística del grupo Diario de Noticias, con cabeceras diferenciadas en Navarra, Álava y Guipúzcoa, ha sido detenido y trasladado a la Audiencia Nacional por orden del juez Baltasar Garzón, que lo vincula con la presunta red de extorsión de ETA que investiga su Juzgado. El nombre de Pablo Muñoz apareció mencionado en la declaración de una de las personas que fue detenida con anterioridad.
Tengo el convencimiento de que Pablo Muñoz, del que soy amigo, no tiene ninguna relación con el cobro del pésimamente llamado impuesto revolucionario. Viene condenándolo desde hace años por activa y por pasiva, de palabra y por escrito, en público y en privado, como editorialista y con su propia firma. Pero ustedes son muy dueños de suponer que Pablo dice y escribe abiertamente unas cosas y luego, a escondidas, piensa y hace las opuestas. No les pido que le crean. Sólo que imaginen, por un momento, la posibilidad –la mera posibilidad– de que esté diciendo la verdad y que un poco antes o algo después sea puesto en libertad con todos los pronunciamientos favorables.
¿Qué sucederá entonces? Que, sin haber hecho nada punible, el ciudadano Pablo Muñoz quedará marcado de por vida. Sufrirá una condena, tan dura como injusta.
No ocurriría tal cosa si se obrara de otro modo.
Primer punto: Pablo Muñoz, tras enterarse por una filtración periodística de que su nombre estaba en el candelero, proclamó su disposición a declarar voluntariamente ante Garzón. Si, a la vista de ello, el juez le hubiera señalado cita, se habría ahorrado la detención y todo el circo que la acompañó. Recordó ayer Jiménez Villarejo que la privación de libertad es una medida extrema que el juez debe evitar siempre que le sea posible. Garzón debe de tener otros criterios.
Segundo punto: Pablo Muñoz ha sido presentado por muchos medios de comunicación, antes incluso de prestar declaración, como parte del entramado etarra. El martes, una emisora supuestamente progresista presentó su detención como ejemplo de que «el Estado de Derecho no está en tregua con ETA». ¡Sustituyen la presunción de inocencia por la certeza de culpabilidad!
Pablo Muñoz es muy conocido en Euskadi y, si queda en libertad sin cargos, la opinión pública vasca lo tratará bien. Pero no sucederá lo mismo con los millones de españoles que lo han visto conducido por la Policía y que han oído que es un agente del terrorismo. Si la Justicia lo exculpa, suerte tendrá si alguien incluye ese hecho en una espacio de noticias breves. Para la mayoría, tanto su imagen como la de los medios de los que es director editorial quedarán ya para siempre asociados a ETA.
La máquina de triturar reputaciones hace su trabajo, más implacable que el de la propia justicia. Eso sí: elige con cuidado a sus víctimas.
Nota de edición: Javier publicó una columna con el mismo título en El Mundo (Pablo Muñoz) con la siguiente nota: «La importancia del asunto, en el que me siento muy personalmente implicado, lo exige.»