Nunca hay que bajar la guardia. Lo comentaba el miércoles pasado en Radio Euskadi a propósito de la foto que publicaron los periódicos en la que se veía a los acusados del atentado contra Eduardo Madina, sentados en el banquillo de la Audiencia Nacional, riéndose. Me dijeron: «Pero parece que no fue durante la declaración de Madina cuando rieron; que fue en otro momento». Y yo respondí que, sabiendo cómo funcionan los medios de comunicación, si sabes que están deseando publicar una foto tuya riendo durante un funeral, lo mejor que puedes hacer es pasarte todo el funeral con cara de ídem. Si no ofreces la ocasión, frustras la oportunidad. Ellos se rieron –cualquiera sabe en qué momento y por qué: cuando se encontraron después de años sin verse, comentando cualquier cosa en una pausa– y hubo foto: «Los etarras acusados de atentar contra Madina se ríen».
Cuento esto para hacer ver que no me pillan por sorpresa las muchas variantes de manipulación informativa que existen. Pero hago mal creyéndome al cabo de la calle. Las posibilidades prácticas me desbordan una y otra vez.
Todos sabemos lo que ocurrió el viernes pasado en Bilbao durante unos actos de kale borroka. Estamos informados de que unos cuantos jóvenes rociaron con gasolina y con un spray incendiario a dos policías municipales y trataron de prenderles fuego. No lo lograron. Muchos nos horrorizamos al saberlo y temblamos, no sólo por lo que les hubiera podido ocurrir a los dos municipales, sino por lo que habría podido sucederle al proceso de paz. Conocemos igualmente las reacciones airadas de los partidos y la riada de comentarios de prensa que suscitó el hecho. Dos jóvenes fueron detenidos y acusados del atentado.
Mi primera sorpresa vino cuando el juez decidió no imputar a los dos jóvenes la agresión con pretensiones asesinas. Les acusó de haber participado en la quema de un contenedor, sin más, y los dejó en libertad bajo fianza. Esto apenas se resaltó en los medios más importantes, y lo poco que se habló de ello fue para comentar «lo barato que sale tratar de quemar a dos policías», haciendo caso omiso del auto judicial.
Lo segundo que me sorprendió, y mucho, fue que los dos policías a los que presuntamente se les roció con gasolina, etc., no prestaran declaración ante el juez para dar cuenta de los hechos. Es más que extraño. Si ellos no se presentan para relatar lo ocurrido y denunciarlo, no hay causa. ¿Y por qué no lo harían?
A partir de ello, me pregunté: «Y tú ¿cómo sabes que sucedió realmente lo que se ha contado?». Y tuve que responderme que, en realidad, saberlo, lo que se dice saberlo, no lo sé. En las fotos que se han publicado se ven destrozos callejeros, pero no hay ninguna imagen de la supuesta agresión a los policías. Se habló de la intervención en el incidente de paseantes y comerciantes de la zona, que habrían salido en defensa de los guardias, pero –al menos que yo haya visto– no se ha publicado ninguna entrevista con ninguno de ellos.
De modo que, a día de hoy, yo al menos no estoy en condiciones de afirmar qué ocurrió y cómo fue. Si es que ocurrió.
Ya digo: nunca se está lo suficientemente en guardia.