Presenté ayer en Madrid un acto de encuentro entre Javier Madrazo y un grupo de intelectuales, artistas, escritores y profesores organizado por el coordinador general de Ezker Batua-Berdeak para explicar su defensa del «derecho a decidir», que es la fórmula más en boga utilizada en Euskadi para referirse al derecho de autodeterminación. Madrazo hizo una exposición breve de las posiciones que defiende su organización tras «el alto el fuego permanente» de ETA, que él también considera irreversible.
Luego hubo un coloquio que sirvió, más que nada, para dejar claras las suspicacias que la demanda de autodeterminación de los pueblos periféricos suscita no sólo en el centro, en general, sino incluso también en la gente de izquierda de ese centro, que tiene en Madrid su sede histórica principal. Aparte de las suspicacias, también quedó claro que la realidad vasca es poco y mal conocida incluso por la parte de los ciudadanos de Madrid que, siendo de nivel cultural muy superior a la media y proclamándose de izquierda, se supone que tienen un mayor grado de interés –y, en consecuencia, también de información– sobre el largo conflicto vasco. Pero, en fin, así es como están las cosas.
Acabada la parte oficial del acto, sirvieron unos vinos y unos pinchos que dieron ocasión para que los asistentes, ya de manera informal y en corrillos, pudieran charlar entre sí. Eso me dio la oportunidad de conocer a algunas personas asiduas a este rincón de la Red y para entablar varias conversaciones políticas interesantes.
Por lo que vi, es mucha la gente que está intrigada por la reestructuración del mapa político vasco que ha de producirse a partir de la nueva situación.
Por lo común, el esquema mental que se hace incluye estos elementos: desaparece ETA; Batasuna se legaliza (con ese nombre o con el que sea); los partidos de orden dejan de tener prohibido pactar con la izquierda abertzale; el PSE-PSOE baja el listón de su nacionalismo español y se hace más «vasquista»... Resultado: aquellas fuerzas que han venido rentabilizando los aspectos más chirriantes de las respectivas políticas de Batasuna y el PSE lo van a tener crudo para subsistir.
A quien se le augura un porvenir más problemático como formación independiente es a Aralar. El personal se dice: «Si ideológicamente se presentaba como Batasuna pero con rechazo de la violencia, ¿qué espacio le queda, una vez que no haya violencia?».
El razonamiento se extiende también, con matices, a Ezker Batua. Y es que, en efecto, no hay más que echar un vistazo a los sucesivos resultados de las elecciones vascas para comprobar que EB se ha beneficiado de los patinazos de las otras dos candidaturas que se presentaban como integrantes de la izquierda: la abertzale y la españolista.
Son consideraciones lógicas, sin duda, pero que no tienen en cuenta todas las variables del rompecabezas, algunas de las cuales, que pueden tener un carácter realmente determinante, es aún muy pronto para saber cómo van a evolucionar. En mi criterio, no sólo Aralar y EB: todas las fuerzas políticas vascas pueden sufrir sacudidas de considerable magnitud.
La izquierda abertzale se ha mostrado más o menos monolítica mientras ha constituido una coalición de autodefensa, pero, si deja de estar sometida a esa fuerte presión exterior, también puede ir diluyéndose su cohesión interna y manifestarse las contradicciones que anidan en su interior. Porque en Batasuna coexisten familias ideológicas bastante diferentes.
El pollo interno que tiene el PSE-PSOE es de mucha mayor consideración. La línea ultraespañolista, ahora encabezada sobre todo por Rosa Díez, no ha sido mayoritaria hasta hace poco por casualidad, y tampoco se ha diluido sin dejar rastro, ni mucho menos. Yo oigo los discursos que pronuncia ahora Patxi López, pero también recuerdo los que pronunciaba hace muy poco.
En EA hay también muy fuertes tensiones. Cada vez se nota más el foso que se está abriendo entre quienes quisieran que el partido se orientara hacia una alianza general con la izquierda abertzale y quienes creen que su aliado natural es el PNV.
Y, en fin, tampoco es tontería la que tienen montada dentro del PNV. Es obvio que hay gente, con mucho peso en su interior, que cifra sus esperanzas de futuro en una vuelta al pacto con el PSOE, en tanto que otros, de peso no muy menor –tómese todo este dibujo a modo de simple caricatura–, preferirían ahondar en la vía de la «construcción nacional». Y ya que con Madrazo empecé estas líneas, no estará de más recordar en este punto el duro enfrentamiento que han protagonizado el Gobierno Vasco y el PNV a costa del proyecto de Ley del Suelo, elaborado por la Consejería de Madrazo con el respaldo del Ejecutivo de Ibarretxe y enmendado de arriba a abajo por el grupo parlamentario del PNV.
De modo que son muchas las variables en presencia y muchos también los acontecimientos que pueden modificarlas en un sentido o en otro.
Así que, cuando ayer algunas personas se me acercaron para preguntarme qué creo yo sobre cómo va a acabar todo esto, me vi en la obligación de responder, tratando de exhibir la mejor de mis beatíficas sonrisas: «Ni idea».