Se cruzan las acusaciones parlamentarias de machismo. Ha estado, de un lado, el numerito de Zaplana con los supuestos «disfraces» de María Teresa Fernández de la Vega, y de otro –supongo que menos oído fuera del ámbito político madrileño–, la reprobación de los parlamentarios del PP de la Asamblea de Madrid al delegado local del Gobierno, Constantino Méndez, al que acusan de machista por haber dicho que a Esperanza Aguirre no le caben más de tres ideas en la cabeza (simultáneas, se entiende).
¿Lo de Zaplana es machismo? Comparto con la vicepresidenta del Gobierno el diagnóstico: no sólo. Encierra también una buena dosis de chulería, aunque bien es cierto que la chulería y el machismo son primos hermanos (*). Algunas diputadas del PP han tratado de justificar la salida de tono de su portavoz aduciendo que no pasó de ser un recurso parlamentario. Valiente bobada. Jamás se le habría ocurrido a Zaplana bromear con la afición del clero por los disfraces, por ejemplo. Del clero, en general, y del anterior Papa, en particular, que cuando no lucía los disfraces propios de su secta se colocaba cualquier otro, en plan indigenista, y el PP se postraba embelesado ante sus ocurrencias. Idéntico afán costumbrista han mostrado varios dirigentes políticos (hombres) en muy diversas ocasiones, sin que los sucesivos portavoces de la derecha española –Zaplana entre ellos– hayan rechistado jamás. Su comentario sobre Fernández de la Vega rezumó chulería machista por los cuatro costados.
Bien es cierto que su actitud no tuvo nada de extraordinaria: él es así.
En cambio, no veo yo que el comentario de Constantino Méndez sobre la presidenta de la Comunidad de Madrid sea machista. Conozco a Méndez, con quien trabajé a diario durante más de dos años en el Instituto Social de la Marina –fue allí mi jefe–, y me consta que su dosis personal de machismo no es particularmente sobresaliente. Ni mucho menos. Lo que dijo de Esperanza Aguirre no lo dijo porque Esperanza Aguirre sea mujer, sino porque es Esperanza Aguirre, en concreto, y tanto daría a ese respecto que fuera Esperanzo, y no Esperanza.
Otra cosa es que yo no comparta su juicio sardónico. Aguirre es torpe para algunas cosas, y ofrece en ocasiones muestras de una incultura realmente llamativa, pero es lista. Y mala. Es dura hasta lo implacable y está muy dotada para la conspiración. Si hace al caso, es capaz de conspirar a media docena de bandas sin perderse detalle de cada una de las jugadas.
Por poner un ejemplo: es mucho más peligrosa que Zaplana.
Es del tipo Acebes.
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(*) Es curioso –y sintomático– el trato favorable que dispensa la Academia Española al término «chulo». Consultad el DRAE: hay que bajar hasta la octava entrada para encontrarse con una acepción claramente negativa.