A sus muchas y ya conocidas capacidades, el juez de la Audiencia Nacional Fernando Grande-Marlaska acaba de añadir una más: acierta a saber lo que los dirigentes de la izquierda abertzale quieren decir, aunque lo que en realidad digan sea otra cosa.
Joseba Permach afirmó anteayer que las continuas acciones judiciales contra él y sus compañeros están poniendo «al borde del colapso» los intentos de apaciguar la política vasca y el magistrado, en funciones de exégeta, ha deducido que eso equivalía a amenazar con la reanudación de las acciones armadas de ETA.
¿De dónde se ha sacado semejante idea? De sus dotes para investigar en cabeza ajena, sin duda alguna. Muchos otros, más conocedores de la realidad vasca (aunque probablemente mucho menos dotados para la adivinación), entendimos que lo que Permach pretendía decir era exactamente lo que dijo, esto es, que con semejantes obstáculos no hay forma de que avance lo que se ha dado en llamar «el proceso». Del mismo modo que, cuando oímos decir que la circulación «está colapsada», entendemos que se ha producido un atasco, y no que los conductores se estén pegando.
Permach tiene el convencimiento de que, sin el concurso activo de la izquierda abertzale, no será posible normalizar la vida política vasca. Es ésa una idea que comparten todos los demás partidos vascos, excepción hecha del PP. En sus declaraciones de anteayer, el coportavoz de Batasuna partió de esa premisa para concluir que la inmovilización judicial de la izquierda abertzale conduce a la paralización de las iniciativas políticas apenas amagadas. De hecho, utilizó indistintamente los términos «colapso» y «bloqueo». Pero el juez no está dispuesto a dejarse arredrar por el significado de las palabras.
Otro habilidad no menos llamativa del titular del Juzgado Central número 5 es su capacidad para imputar los actos de unas personas a otras que no han participado en ellos.
Con el asunto éste de las declaraciones de Permach nos ha ofrecido un buen ejemplo: el político en cuestión hizo una afirmación que a él le parece delictiva «ab initio» (¿para qué expresarlo en castellano, pudiendo soltarlo en latín, verdad?), ante lo cual opta por convocar a declarar al autor de la frase... y a siete más, que no la han pronunciado.
Más curioso todavía es el hecho de que haya llamado a declarar a Arnaldo Otegi por la conferencia de prensa realizada por Batasuna en Pamplona el pasado 23 de marzo. Y digo que es curioso porque Arnaldo Otegi no participó en ese encuentro con periodistas. Estaba enfermo de neumonía en su casa, como Grande-Marlaska sabe de sobra, porque in illo tempore (seguro que prefiere que se le diga así) lo tenía bajo vigilancia y era informado a diario de la evolución de la enfermedad.
De modo que la próxima semana Otegi deberá acudir a la Audiencia Nacional a declarar sobre una reunión en la que no participó y sobre unas declaraciones que no ha hecho.
Ignoro qué pretende Grande-Marlaska con sus constantes y singulares iniciativas procesales. No seguiré su ejemplo: renuncio a atribuirle intenciones inconfesas.
Me conformo con constatar a quién beneficia. Es suficiente.
Nota de edición: Javier publicó una columna con el mismo título en El Mundo: Las habilidades de Marlaska.