Me escribe un amigo para pedirme que vote hoy al PSOE o a IU. Lo que más me choca es que se trata de un amigo que, a lo largo de los años, me ha hecho recomendaciones de voto que él mismo abomina en la actualidad. Algunas, por lo que veo, ahora las considera incluso aberrantes.
Es obvio que la experiencia de sus errores no le ha aconsejado abstenerse de seguir dando consejos.
Me recuerda a Charles Bettelheim, reputado marxista francés que escribió tres tomos sobre la historia de la Rusia soviética. En el primero, demostró que lo tenía todo clarísimo. En el segundo, dejó establecido que tenía clarísimo que lo dicho en el primer tomo estaba equivocado y que la verdad indiscutible era otra. En el tercero, hizo autocrítica de los dos anteriores y afirmó, sin posibilidad de apelación, que la auténtica línea de análisis solvente era una nueva. Me quedé a la espera de un cuarto volumen en el que admitiera que renunciaba para siempre a su rotundidad y a su aplomo teórico, una vez establecida su inconsistencia reincidente.
Yo he expresado en muchas ocasiones, por activa y por pasiva, que no recomiendo a nadie que vote nada –tampoco que no vote–, porque respeto mucho a mis conocidos y los considero lo suficientemente inteligentes como para equivocarse por su cuenta, sin necesidad de mis consejos.
Tanto más en unas elecciones como las de hoy, en las que es muy probable que yo mismo, según dónde estuviera empadronado, votaría una cosa u otra. O no votaría.
Si estuviera censado en Aigües, el pueblo de la comarca alicantina en la que tengo mi residencia predilecta, y viera que puedo contribuir con mi voto a que el PP no se haga con el ayuntamiento, lo mismo iba a votar, aunque no sé muy bien qué (por ignorancia, mayormente).
En cambio, si fuera vecino de Pamplona, no tendría duda.
En mi pueblo, que es San Sebastián, sí dudaría. También por ignorancia, supongo.
Pero el caso es que al final me ha quedado claro que donde estoy censado es en Madrid.
Por mi gusto, ojalá que ese bicho que es Esperanza Aguirre y ese hipócrita que es Ruiz Gallardón se dieran de morros contra las urnas. Pero parece que eso no va a suceder. Y además veo las alternativas, y me deprimen. Por distintas razones.
En fin, allá se las ingenie cada cual con sus evaluaciones personales.
Regreso al inicio y concluyo con dos puntos.
1º) No voy a tomar en consideración los consejos de nadie: todos los que se empeñan en darme consejos tienen sobradamente acreditada su capacidad para cagarla.
2º) No voy a dar consejos a nadie: si en algunas ocasiones yo mismo no la he cagado en estas materias, ha sido porque me he abstenido de dar consejos.
Así que haga cada cual lo que tenga a bien. Y que el rayo divino lo pille confesado.