Alea jacta est (*). Esta noche cruzamos el Rubicón. Mañana saldrá a la calle el primer número de Público, el nuevo diario al que me he pasado con armas y bagajes.
La apuesta es doble, en mi caso.
Una parte me la juego con todos vosotros. Es la que nos dirá, con el paso de los días, si la aventura tiene posibilidades de éxito, si el periódico se va haciendo un hueco, si realmente contribuye a dar voz a la izquierda y si va a servir para que la libertad de expresión salga, así sea un poco, del estado catatónico en el que se encuentra en esta España de hoy, monocorde, zafia y autosatisfecha.
La otra parte de la apuesta es exclusivamente mía, personal e intransferible. He dejado un periódico que navega viento en popa y en el que tenía el porvenir asegurado –en la medida en la que se puede tener el porvenir asegurado–, para implicarme en un negocio difícil, del que puedo salir escaldado, como de tantos otros anteriores.
Lo único que puedo deciros es que me habría sentido fatal si no me hubiera atrevido. Recuerdo siempre el poema de Konstantinos Kavafis al que Lluís Llach puso música y tituló A la taverna del mar. Al final, los fracasos que más nos minan el buen ánimo son los que nunca pudimos sufrir, porque nos arrugamos y rehuimos la pelea.
He decidido atreverme a fracasar una vez más, fiel a la consigna que Jorge Oteiza nos dio a tantos: «Nunca malogres tu carrera de perdedor con un éxito de mierda».
Cuento con el respaldo de los míos (aunque en mi caso sería más correcto decir «de las mías»), que no tienen nada de cobardes. Lo reconozco: eso es jugar con ventaja.
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(*) No llevo ya la cuenta de la cantidad de lectores que me han llamado la atención por haber escrito –anteayer, creo– «alma pater». ¡Hombres de poca fe! Era una broma, sin más, que hice jugando con el tópico «alma mater». No necesito que me digan que «alma» es femenino. Creo que alguna vez he contado que de joven fui profesor de latín. Así fue. Lo tengo bastante oxidado, pero no hasta ese punto.
Aprovecho la ocasión para sugerir a otros lectores que, antes de escribirme para decir que no entienden o que les parece inadecuado el uso de tal o cual palabra o expresión, consulten el diccionario. Puede que a ellos les resulte instructivo. Y seguro que a mí me ahorran tiempo.