El PP, que prende fuego a cuanta madera se le pone a la vista, ha decidido que no sólo la actual «avalancha» de africanos deseosos de convertirse en inmigrantes es culpa del Gobierno de Zapatero, sino que incluso la «oleada» de asaltos a viviendas unifamiliares que se está produciendo en Cataluña es también responsabilidad del malvado Zapatero, porque esos asaltos son obra de extranjeros, cuya superabundante presencia no sería posible si no fuera por las facilidades que han recibido últimamente para instalarse en España.
Es un disparate completo.
Según los datos ofrecidos por la propia Policía, hay tres tipos de extranjeros que aparecen mezclados en actos delictivos.
El primero lo forman los integrantes de las mafias, muchos de ellos rusos –pero no sólo–, que tienen su sede principal en la Costa del Sol y que se dedican a negocios de alto copete, como el comercio de armas, el tráfico de droga a gran escala, la evasión de capitales, la trata de blancas, el robo y la venta en tierras lejanas de automóviles de lujo... y un largo etcétera, cuyos pingües beneficios en dinero negro derivan a paraísos fiscales o blanquean mediante inversiones inmobiliarias. Huelga decir que sus miembros no llegaron a España a bordo de pateras.
El segundo género de delincuentes organizados que operan por estos lares, y del que los salteadores de casas en Cataluña parecen casi el retrato-robot, lo integran por lo común ex soldados –a veces ex comandos de cuerpos militares o policiales de elite– procedentes de países del Este europeo que han cambiado de régimen y los han puesto de patitas en la calle. Como los mafiosos de la Costa del Sol, éstos también son auténticos profesionales del crimen, sólo que con menos medios económicos. Su modus operandi denuncia su origen sectorial: actúan con gran rapidez, con mucha eficacia y, sobre todo, con una violencia y una crueldad aterradoras, propias de quienes ya han torturado y matado mucho en el pasado. Obviamente, éstos tampoco llegaron a España en una zodiac sobrecargada procedente de Ceuta.
En fin, hay un tercer tipo de delincuentes, casi todos de poca monta, que se dedican al trapicheo de droga o al robo a pequeña escala, que sí se nutre de ciertos sectores inmigrantes norafricanos o –más raramente– del África negra. Es gente que o no ha podido o no ha querido obtener un trabajo asalariado. La Policía no clasifica su actividad como «crimen organizado», porque o no lo está o lo está de un modo muy rudimentario. No es que sean inofensivos, ni mucho menos, pero, en tanto que colectivo, resultan abismalmente menos peligrosos y preocupantes.
En todo caso, lo que más importa retener, a la hora de considerar las acusaciones del PP, es que: a) Los delincuentes de los dos subgrupos mencionados en primer y segundo lugar –los más temibles– han llegado a España amparados por la misma legislación europea que ya existía durante la Presidencia de José María Aznar; y b) en aquel tiempo también había inmigrantes procedentes del Sur que practicaban la delincuencia menor. No es nada que haya llegado de la mano de la tan célebre como inexistente «permisividad» de Zapatero.
Pero, según decía al principio, al PP todo eso le da igual. Como los pirómanos, considera que cuantos más focos tenga el incendio, más difícil será que se lo extingan.