Tengo sobre mi mesa de trabajo, desde hace un par de días, una hoja de cuaderno que tiene por título “No olvidar…”. Debajo hay una larga lista que ya casi ocupa la página entera.
Os sorprendería ver con qué arrobamiento la miro. Es la lista de las cosas que no quiero olvidarme cuando me vaya de vacaciones.
Yo no me tomo nunca vacaciones en sentido estricto, porque jamás vaco del todo.
Me llamaron hace unos días de Público:
–¿Qué planes tienes para agosto? –me preguntaron.
–Los mismos que para julio y para septiembre: escribir a diario –respondí.
Escribo todos los días de todos los meses de todos los años (*), pero no sólo porque vivo de eso (en tanto que autónomo, si no escribo no cobro), sino también porque forma parte de mi manera de encarar la vida y de reflexionar sobre ella.
Hay gente que es capaz de hacerlo tumbada en la playa delante del mar o en la cumbre de una montaña. Yo no. En mi caso, la escritura funciona como una suerte de psicoanálisis.
El psicoanálisis basa su eficacia en el hecho de que el paciente, como debe verbalizar sus problemas para contárselos al analista, se siente obligado a darles cierta coherencia, cosa que le ayuda a apreciar mejor sus absurdos y sus carencias. Mi analista es la pantalla del ordenador. Cuando escribo, plasmo mis sensaciones y mis sentimientos. Al objetivarlos, al exteriorizarlos para convertirlos en reflexiones, debo racionalizarlos, en la medida de mis posibles. De ese modo, me hago más cargo de mí mismo.
Mi disciplina personal es siempre igual, haga calor o nieve. Pero eso vale para las horas en las que estoy escribiendo. Para el resto del día, juro que no es lo mismo estar anclado en el centro de Madrid, en un piso constantemente asaltado por bocinazos, gritos y aparatos estruendosos de toda suerte, que estar en una casa aislada en una montaña mediterránea cercana del mar, en la que los ruidos ambientales más llamativos son el graznido de los grajos y el canto de las chicharras.
Tiene sus inconvenientes, claro. Casi todos relacionados con las ventajas que aporta vivir en una gran ciudad. Allí no tengo ADSL, con lo que mi conexión a Internet es lentísima. Tampoco tengo RDSI, con lo que para participar en las tertulias de la radio he de hacer 25 kilómetros a las 7 de la mañana (y eso cuando trabajan quienes me facilitan la conexión, que no es siempre).
Pero el que algo quiere algo le cuesta. Y yo quiero aquella paz.
Ya se acerca. Me encanta la cuenta atrás.
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(*) Pregunta: "¿Y si estás enfermo y febril?". Respuesta: en ese caso, también. Sólo dejé de escribir el día en que murió mi madre, y sólo porque hube de ponerme de viaje de improviso y me fue imposible.
Comentarios
Escrito por: ganorabako.2008/06/24 08:26:43.093000 GMT+2
Escrito por: Ego.2008/06/24 16:50:34.066000 GMT+2