Hans Blix, el ex jefe del equipo de Inspección, Verificación y Control de las Naciones Unidas que se hizo célebre por no avenirse a certificar que el Irak de Sadam Husein albergaba armas de destrucción masiva (sencillamente porque no había encontrado ni rastro de ellas sobre el terreno), ha venido a España a presentar un exhaustivo informe sobre las armas de ese tipo y sobre su presencia a escala internacional, informe en cuya elaboración ha colaborado muy activamente.
Con ese motivo, varios medios de comunicación lo han entrevistado, dándole la oportunidad de expresar su fundada preocupación por el modo en que EEUU y Gran Bretaña, con el nada entusiasta pero real apoyo de la Unión Europea, están orientando sus relaciones con Irán.
Blix ve más de una similitud entre la tensión que precedió a la invasión anglo-estadounidense de Irak y el tono cada vez más amenazante empleado por los gobiernos de Washington y Londres frente al de Teherán, doblemente preocupante cuanto que se ve acompañado de un creciente despliegue militar en la zona.
Como casi todas las personas con conocimiento de causa que desean asentar la paz sobre bases firmes, Blix desconfía de los intentos de resolver manu militari los conflictos que hunden sus raíces en litigios históricos. Su prevención ante la vía militar no es sólo ética, sino también práctica: cree que las victorias fulminantes rara vez logran erradicar los problemas que generaron el enfrentamiento.
En razón de ello, Blix vuelve una y otra vez sobre algunos principios operativos que ha aprendido de su propia experiencia.
Hay dos que le he visto repetir en varias entrevistas y que me han interesado de manera particular.
El primero lo
plantea cuando reprocha a los EEUU y a la UE que exijan a Irán que detenga el
enriquecimiento de uranio como condición
previa a la negociación. Blix se pregunta: «Pero las negociaciones ¿no son
para lograr ese objetivo?». En efecto: si nuestro enemigo nos concede de
antemano, y no de manera provisional sino definitiva, aquello que tratamos de
conseguir mediante la negociación, ya no nos queda nada que negociar. Reclamarle una disposición previa como ésa no es invitarle a que negocie; es exigirle que se rinda.
El segundo principio operativo Blix lo expresa así: «La diplomacia puede ser un estilo de vida. En el siglo XIX, las personas se retaban a duelo para resolver sus diferencias. Hoy las cosas han cambiado. Cuando yo era niño, me pegaban para educarme. Ahora eso es ilegal. La diplomacia es un arte y tenemos que utilizarla con nuestros hijos y nuestras parejas. Lo más importante es evitar todo tipo de humillación, porque la humillación lleva al odio ciego. En todos los casos.» (Las cursivas son mías.)
Quizá haya alguien que piense que menciono esos dos principios con la cabeza puesta en otro conflicto muy distante y muy distinto, en los más diversos órdenes.
Si alguien imagina algo así, se lo digo ya mismo: acierta.