El Gobierno afgano asegura que un tal Reza Khan se declaró culpable del asesinato del periodista español Julio Fuentes. Resulta imposible saber a ciencia cierta si el tal Khan realmente se confesó autor del crimen y, en el caso de que lo hiciera, en qué condiciones lo hizo. Las técnicas de interrogatorio de la Policía afgana pudieron tener algo que ver en su confesión, si es que la hubo, y la desenvoltura con la que llevan a cabo su cometido los tribunales del presidente Hamid Karzai es fácil que contribuyera a aligerar los trámites del juicio del que salió condenado a muerte. A saber.
Lo que sí sabemos es que la Comisión Independiente de Derechos Humanos de Afganistán reclamó en 2004 una moratoria en la ejecución de las penas de muerte, alegando la inexistencia de garantías jurídicas que otorguen un mínimo de credibilidad a las sentencias. Hasta ahora, el presidente Karzai había atendido esa demanda, pero el lunes dio su visto bueno a la ejecución de una quincena de presos, Reza Khan entre ellos. Los mataron disparándoles a la cara. Compiten por el Guinness de la crueldad homicida con honores de Estado.
¿Quiso el presidente Karzai congraciarse con España pasando a Khan por las armas? Eligió un mal sistema. Abofeteó la memoria de Julio Fuentes, que siempre se opuso a la pena de muerte. Julio jamás habría aceptado esa ejecución, por muy asesino que fuera Khan.
Anteayer fue el Día Mundial contra la Pena de Muerte. Entre los estados que la practican de manera más recalcitrante, dos socios prioritarios de España: EEUU y China. ¿Algún reproche oficial? ¡Faltaría más! A cambio, tenemos un buen contingente militar en Afganistán para apuntalar el régimen del verdugo local. ¡Cosas del humanitarismo!
Nota de edición: columna publicada el 12 de octubre de 2007 en Público: La doble muerte de Fuentes.
Coda
Trabajé con Julio Fuentes desde los comienzos de El Mundo hasta su muerte. Lo típico en estos casos es escribir que fuimos muy amigos, pero mentiría si lo dijera. Tampoco lo contrario. Tuvimos un trato correcto, pero distante; de meros compañeros de trabajo. Para empezar, porque él apenas paraba por la Redacción, Como enviado especial, estaba casi siempre de viaje. Pero me da que tampoco nos situábamos en la misma órbita ideológico-política. Coincidiendo con la campaña de las elecciones autonómicas vascas de 1998, hizo un reportaje sobre el terreno en la comarca del Goierri que, por decirlo amablemente, yo no lo habría suscrito. Era aquella una época en la que la dirección de El Mundo enviaba a escribir sobre Euskadi a cualquiera, con tal de que fuera ajeno a la realidad vasca. De los que estábamos más cerca de los hechos decía que no se nos podía dejar escribir sobre lo que estaba pasando porque éramos víctimas del síndrome de Estocolmo.
El recuerdo que guardo de él es que, como corresponsal de guerra, era un profesional honrado, nada dado al star system de los de su gremio, sobrio y cumplidor. Dadas las circunstancias de su muerte, no hace falta que diga que, cuando hacía falta, se jugaba el tipo, no como algunos reporteros-estrella que contemplan las guerras atrincherados detrás de la barra de la cafetería del hotel de lujo en el que instalan su base de operaciones.
P.D. Pido disculpas. Todo esto lo tenía escrito ya ayer por la noche. Lo acabé... y me olvidé de "subirlo" a la Red.
Comentarios
Escrito por: Aureliano Goodday.2007/10/12 10:54:17.482000 GMT+2
Y ya que sacas a colación a ETA sin venir al caso, no te olvides de otras penas de muerte en el Estado español, de las que éste es responsable: obreros víctimas del terrorismo patronal, familiares de presos vascos dispersados contra las indicaciones de los Tratados Internacionales, etc, etc. Aunque, claro, estas muertes no permiten obtener rédito político y además os duelen menos porque no se ataca a España, que es lo único que os suele importar.
Escrito por: CAT.2007/10/12 11:20:32.290000 GMT+2
Hace unos años yo tenía una colaboración periódica en la edición de "El Mundo" en Castilla y León. Ante la condena de otro de los pistoleros escribí un artículo. Hoy me ha venido a la memoria tras leer al titular de esta ventana. Gracias por recordárnoslo.
La intrahistoria de un periódico es así de paradójica
DE ESTE PERIÓDICO A ESTE PERIÓDICO
La intrahistoria de un periódico es así de paradójica. Al quiosco llega una marabunta de letras, retazos de realidad forjados a martillazos en distintos yunques. Forman un todo pero no todo es lo mismo. La vecindad de las frases nauseadas al calor de la sangre por los Julio Fuentes de turno con las mías, estiladas al calor del brasero, es en sí una broma macabra. Sirva de homenaje a unos profesionales a quienes estimar compañeros me dibujaría una mueca de sonrojo.
Julio Fuentes, Maria Grazia Cutuli, Harry Burton y Azizula Haidari, fueron abatidos hace tres años en Afganistán en el extremo contexto de una guerra, bajo las leyes de la guerra, bajo los instintos que manan de la guerra, bajo el manto de impunidad de la guerra. Murieron como miles en una guerra. En Afganistán grabaron la data definitiva de su epitafio.
Uno de los pistoleros, Abdul Bajtari, ha sido sentenciado con la muerte por el Tribunal de Seguridad Nacional afgano.
Afganistán queda lejos en lo geográfico pero más en nuestras olvidadizas memorias: ya no es portada habitual por la vorágine suicida de los humanos. A cada afrenta a la razón le sucede otra y otra con idéntica danza obituaria.
Frente a la muerte un grano de vida. Una apuesta vital, una necesidad, una súplica. Evitemos la ejecución de Abdul Bajtari.
Ignoro el poder de esta cabecera pero alguno tendrá y no puede desaprovecharlo. La intrínseca maldad de la pena de muerte ha sido editorializada muchas veces, ahora las palabras tienen que mutarse en hechos.
En el océano de sangre vertida sería nomás una gota menos pero sólo el intento barnizaría de dignidad la mugre del mapamundi. Nadie podrá ya resucitar a los cuatro periodistas; el recuerdo es parte de nuestras vidas, no de las suyas.
El instinto enreda justicia y venganza, uno de los ejes civilizadores consuma la separación y arbitra las condenas sentenciadas por jueces imparciales teóricamente al margen de estímulos primarios. El atavismo ajusticiador debe ser derrumbado y la cercanía de Julio debe impulsarlo.
Contra la pena de muerte no valen argumentos bienintencionados basados en el posible error, contra la pena de muerte está la repulsa por la muerte al precio del verdugo, el ansia en que no llegue antes de la insoslayable correspondencia biológica.
En el supermercado se ofertan palabras cebadas artificialmente como los chotos con clembuterol, pero la palabra “vida” no puede sonar a hueco. Adelante con ese gesto con valor en sí ante la barbarie
Escrito por: Joaquín Robledo.2007/10/12 12:31:18.707000 GMT+2
Escrito por: Berengario.2007/10/12 14:14:25.243000 GMT+2
htttp://notasurbanas.blogspot.com
Escrito por: Berengario.2007/10/12 14:15:40.494000 GMT+2
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Escrito por: fernando.2007/10/12 17:36:46.864000 GMT+2