“Una sola chispa puede incendiar toda la pradera”, dice un viejo aforismo ruso. Y así es. Se requiere, claro, que la pradera esté muy seca. Que sea yesca. (*)
He oído las diferentes versiones que se han difundido sobre el accidente mortal que sufrieron dos chavales que iban en motocicleta y que chocaron con un coche policial en un suburbio de París el domingo pasado. Su muerte fue el desencadenante de los graves disturbios que se han vivido en los barrios periféricos de la capital francesa y en otras ciudades del país vecino.
¿Qué sucedió realmente? ¿Embistió la patrulla policial contra los críos o fueron ellos los verdaderos culpables del choque? No sé. Lo que sí sé es que, si miles de jóvenes de familias de origen inmigrante echaron de inmediato la culpa a los policías, no fue por casualidad.
Hay en Francia enormes barriadas, pueblos enteros, en los que el ambiente de enfrentamiento entre la juventud y las fuerzas del orden –del orden imperante– es pura yesca. La más mínima chispa puede incendiarlos.
En la Francia actual, si te llamas Ahmed o Yusuf –o aún peor: Yasmina o Saida– y tienes la tez tirando a oscura, da lo mismo que hayas nacido en la misma confluencia entre el Sena y el Marne y tengas un título universitario más francés que una java tocada al acordeón. Puedes apostar diez a uno a que tu empleo, en el caso de que lo consigas, será precario y estará mal pagado. Y a que te tocará vivir en un barrio pobre, desasistido e insalubre.
A partir de lo cual, todo dependerá de tu carácter. Si tiendes a que te hierva la sangre, será fácil que cualquier día te veas metido hasta el cuello en un fregado de éstos.
Momento en el que llegará Sarkozy y te llamará “escoria”.
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(*) Ese aforismo es el que motivó, como sin duda muchos lectores sabrán, que el dirigente revolucionario Vladimir Uliánov (Lenin), llamara a su periódico Isjra, palabra rusa que quiere decir precisamente eso: “chispa”.
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