Ya sabemos –es un tópico decirlo– que las situaciones de Irlanda del Norte y de Euskal Herria son muy distintas. En muchos sentidos. Pero no pocos hemos subrayado siempre que, si bien las disimilitudes entre ambas realidades son patentes, hay un aspecto en el que Irlanda del Norte podía servir de referencia a Euskadi: en el modo, el espíritu y las técnicas con las que ha abordado el proceso de superación del conflicto armado. Es ésta una consideración, por cierto, que la izquierda abertzale ha destacado siempre, y a ella apeló a menudo después de que ETA se declarara en tregua permanente en marzo de 2006, propiciando incluso que Gerry Adams y otros líderes del Sinn Fein viajaran a Euskadi a pormenorizar su experiencia, presentada como ejemplar.
Otra observación muy común –pero no por tópica menos digna de mención, por sus repercusiones en los respectivos planteamientos del proceso de paz– es que, mientras en el movimiento republicano norirlandés la voz cantante la ha llevado siempre el partido político, el Sinn Fein, y el brazo armado, el IRA, seguía sus instrucciones, en el llamado Movimiento de Liberación Nacional Vasco ha venido siendo desde siempre ETA la que ha condicionado la orientación general, lo que ha dejado a las diferentes y sucesivas representaciones políticas en posición subordinada. Esta consideración admite matices, porque ni una ni otra relación han tenido ni tienen un carácter tan mecánico, pero puede darse por buena, a grandes rasgos.
Está siendo en estos momentos, de todos modos, cuando la diferencia entre los dos procesos se está haciendo más llamativa y evidente.
Ayer, el Ard Fheis (Congreso Extraordinario) del Sinn Fein adoptó por mayoría aplastante la decisión de reconocer la legitimidad de la policía y los órganos judiciales de Irlanda del Norte una vez que se restauren las instituciones del Gobierno autónomo norirlandés (lo que podría verificarse a corto plazo) y se completen las transferencias de Interior y Justicia (cosa que no está previsto que suceda hasta la primavera de 2008). La decisión es netamente demostrativa de la voluntad del Sinn Fein de encauzar la acción del movimiento republicano (mal llamado católico) norirlandés por vías exclusivamente pacíficas e institucionales, aunque se deje por el camino a algunos sectores intransigentes, capaces de recurrir a la acción armada.
Casi a la misma hora que se daba a conocer esa resolución, la Cadena Ser afirmaba que Iker Agirre, detenido el jueves pasado en Port Bou, ha declarado a la Policía que ETA tiene previsto realizar un gran atentado si en el plazo de tres meses no se recompone el diálogo con el Gobierno, y que prepara también una campaña de colocación de mochilas-bomba en Alicante durante el próximo verano. Las supuestas noticias procedentes de filtraciones policiales merecen ser siempre cogidas con pinzas, o incluso no ser cogidas de ningún modo, pero el robo de armas en Francia y el atentado de Barajas no son filtraciones, sino hechos demostrativos de que ETA no ha aceptado en ningún momento el planteamiento de un proceso de paz a la irlandesa, jalonado de avances, estancamientos e incluso retrocesos parciales que pueden prolongarse meses, e incluso años, y que, en todo caso, debe ser protagonizado por los representantes políticos.
Decididamente, Irlanda del Norte y Euskadi no son comparables. Cada vez menos.