Insomne otra noche más, para variar, he empezado por ocupar el mucho tiempo que se me presentaba hasta el amanecer en tareas de mantenimiento informático. (Siempre hay algún aparato que falla. Uno como mínimo. No desconsidero las ventajas que tiene eso: no me deja oportunidad de aburrirme. Hoy le ha tocado el turno a un disco duro externo y a la conexión entre la agenda electrónica y el ordenador. Para mí que la electrónica soporta mal mi enviciamiento viajero. Lleva, la pobre, una semana igual que yo, como cagallón por acequia: Madrid, Vitoria, Bilbao, Santander, Reinosa, de nuevo Santander, de nuevo Bilbao, de nuevo Madrid, ahora Aigües... ¿Cómo no va a entrar en crisis? Yo también. Acabamos odiando el asfalto solidariamente.)
Una vez constatada mi incapacidad para resolver ninguna de las dos averías, me he conectado a internet y me he dedicado a cotillear la prensa. De inmediato me he puesto en guardia. «¡Ojo, Javier, que estamos a 28 de diciembre! ¡Atención a las inocentadas!». Así que me he empeñado en localizar noticias que presentaran el aire inconfundible, absurdo o chorra, de las bromas que los periódicos españoles (no todos, pero sí bastantes) suelen gastar los 28 de diciembre.
¿Inconfundible, he escrito? Tururú. Todas las portadas de todos los diarios incluyen en el día de hoy noticias (supuestas noticias) que bien podrían ser bromas, unas de mejor, otras de peor gusto. Al final, el único método que he encontrado para distinguir las noticias que no pretenden ser inocentadas –o sea, que se supone que van en serio– ha sido el del factor común. Si salen en varios diarios, hay que concluir que no son de coña, por mucho que lo parezca.
Ejemplo: varios periódicos aseguran que Fernando Sánchez-Dragó va a encargarse de presentar los informativos nocturnos de Telemadrid. Ergo va a ser verdad.
Cuando yo era joven (me niego a escribir «en mis tiempos»: mis tiempos son éstos de ahora, mientras alguna funeraria no certifique lo contrario), al que se le gastaba una broma tonta tal día como hoy y picaba se le señalaba con el dedo entre risas diciéndole: «¡Inocente, inocente!».
Ahora, todos los periodistas deberíamos salir a diario a la calle, señalar con el dedo a quienes transitan por ella y gritarles entre risotadas: «¡Inocentes, inocentes!»
¡Mira que creerse lo que les contamos! ¡Mira que tomárselo en serio!
Comenté el pasado miércoles en la tertulia de Radio Euskadi una noticia aparecida la víspera en diversos medios y que me llamó mucho la atención. Decía que, según no sé qué encuesta, algo así como un tercio de los niños españoles sostienen que en algún momento de su vida, a hurtadillas, ha visto a los Reyes Magos o a Papá Noel en sus casas en el momento de dejar los regalos de Navidad. Saqué una conclusión de la noticia que a mi amigo José Ignacio Lacasta le provocó la risa. Dije: «Esto demuestra que, si los medios de comunicación nos ponemos de acuerdo, podemos convencer a muchísima gente de cualquier cosa. De lo que sea».
Ésa era la parte negativa de la reflexión. Pero también tenía una parte positiva, su exacto reverso, que no mencioné (e hice mal): por mucho que toda la prensa se ponga de acuerdo para contar la misma trola, siempre habrá gente que no se la tragará.
Expresado de otro modo: ¿qué quiere decir que haya una mayoría conformista? Pues está muy claro: que una minoría no lo es.
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Nota.– Ha muerto Pierre Delanoë. Escribió letras de canciones que nos sabemos casi todos (incluyendo a muchísimos de los que se creen que no). Un caso curioso, y poco conocido, es el del clásico norteamericano Let It Be Me, una de las canciones más versioneadas de la historia de la música pop. Mucha gente la atribuye a los Everly Brothers. Originariamente se tituló Je t’appartiens y fue compuesta por Gilbert Bécaud (música) y Pierre Delanoë (letra). A algunos norteamericanos les encanta hacer refritos (ellos lo llaman remakes) de éxitos musicales y cinematográficos franceses. Lo peor es que se los apropian. Son efectos colaterales que tiene estar educado en una cultura imperialista.