2006/05/15 05:45:00 GMT+2
Confieso que me aburrí
soberanamente ayer leyendo la larga entrevista de Gara con dos portavoces de ETA. No porque estuviera mal hecha –el
periodista planteó todas las preguntas que eran de rigor–, sino por la falta de
vigor y de frescura argumental de las respuestas, formuladas en un tono evasivo,
plano y frío, lleno de los latiguillos burocráticos que acostumbran a utilizar
los politicastros al uso.
Hace años escribí ya sobre la
derrota ideológica que revela la adopción del lenguaje del enemigo. Tal se
diría que los dirigentes de ETA envidiaran a las autoridades del Estado y
quisieran parecer a su altura. La jerga envarada, oscura y pedantona de los
politiqueros está para tratar de impresionar al pueblo llano y darse aires de superioridad,
no para identificarse con él. (*)
Pero es que, unido a cómo lo
dicen, está lo que dicen. Y lo que dicen a mí me da la impresión de haberlo
leído ya media docena de veces. Son estupendos, todo les va de cine y tienen al
Estado rodeado. Pues, oye, qué suerte.
Hay en la entrevista –en lo que
dicen en ella los de ETA y en el hecho mismo de haberla concedido– una aparente
incoherencia de fondo. Es aparentemente incoherente que quien asegura
que la discusión de los problemas políticos es competencia exclusiva de «los
agentes» (¡vaya un término!) se ponga a interferir en ella pontificando sobre
esto, lo otro y lo de más allá.
Si crees que lo tuyo es quedarte
al margen, te quedas al margen bien calladito y ya está.
Tiendo a suponer, entonces, que
la entrevista persigue objetivos no del todo manifiestos. E, imaginando esos
posibles motivos, me digo que cabe que ETA haya creído oportuno enseñar
algo las uñas, a la vista de que, en lo que llevamos de «proceso» –otro
latiguillo– ella ha cedido en bastante sin recibir de momento nada de nada a
cambio. Nada, al menos, que pueda exhibir en público como una compensación.
¿A qué me refiero con lo de
«enseñar las uñas»? A dar a entender que, según y cómo, el alto el fuego puede
no ser definitivo. A reservarse la posibilidad de seguir reclamando el
«impuesto revolucionario». A mostrarse neutral ante los actos de kale borroka que se han producido o que
puedan producirse de ahora en adelante, negándose a desautorizarlos.
Si ése es el mensaje, el Gobierno
haría bien en comprender que no sólo tiene que cubrirse las espaldas ante el PP
y los medios de comunicación que le son afines (al menos en este asunto); que
también debe dar pasos que permitan a los dirigentes de ETA mostrar ante su
base social que lo suyo no es una rendición pura y dura. Porque, de lo
contrario, ellos también pueden verse sometidos a una presión difícil de
aguantar.
_____________
(*) Alguna vez
he puesto como ejemplo de esto mismo, pero en sentido contrario, el modo de
expresarse del subcomandante Marcos,
cabeza visible del EZLN mexicano. Al margen de que uno esté más o menos de
acuerdo con lo que dice, y que lo esté siempre o no siempre, me parece evidente
que Marcos hace un esfuerzo muy estimable por no adoptar la jerga distante y
oligárquica de los políticos del establishment
y expresarse en un lenguaje llano. De calidad, porque es hombre de letras,
pero vivo y llano.
Escrito por: ortiz.2006/05/15 05:45:00 GMT+2
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2006/05/14 05:00:00 GMT+2
Ya se amontonan los que lo tienen clarísimo: si se ha producido el fraude de Forum Filatélico y Afinsa, la responsabilidad recae sobre el Gobierno, por no haberlo detectado desde su inicio. Estamos en las de siempre: «Piove? Porco Governo!» Si algo va mal, la culpa sólo puede ser del Gobierno. ¿De quién, si no? A los denunciantes antigubernamentales les da igual que se les diga que ambas empresas venían siendo investigadas desde hace tiempo y que ha habido que esperar a que los datos incriminatorios justificaran la puesta en marcha del procedimiento judicial. «¡Tenían que haber avisado mucho antes a los pobres inversores!», responden.
Dejaré sentado, antes de nada, que no presupongo que se trate de un fraude. Delego esa tarea en los tribunales, que para eso están. Pero, si de avisar se habla, para mí que los hechos mismos ya avisaban bastante por sí solos. Por si la propia fijación de ambas empresas con los sellos de correos no resultara ya de por sí un tanto mosqueante –que lo resultaba–, estaba la evidencia de que anduvieran vendiendo en la plaza pública, como quien dice, duros a cuatro pesetas. No hace falta ser Hércules Poirot para sospechar que, si alguien te ofrece por tu dinero una rentabilidad muy superior a la que aseguran todas las entidades financieras convencionales y ortodoxas, ahí hay algo raro. Y si lees la letra pequeña de la oferta y descubres que quienes te la hacen no están cubiertos por ningún fondo de garantía, pues para qué te cuento.
No quisiera ofender a nadie que no se lo merezca, pero he de decir que algunas reclamaciones me dejan perplejo. Es como si un jugador de ruleta se quejara al Gobierno diciendo: «¡He apostado fuerte al 37 durante toda la noche y he acabado perdiendo medio millón! ¡Quiero que me lo devuelvan!». La respuesta cae por su propio peso: no cabe correr riesgos y, a la vez, reclamar seguridad. Si un ciudadano monta una empresa, no tiene éxito y quiebra, ha de comerse el marrón él solito, pese a haber invertido en ello no sólo su dinero sino también su trabajo. Siendo así, ¿por qué quienes se aventuran en operaciones financieras especulativas habrían de estar protegidos por la Hacienda pública?
La vieja sabiduría popular les da la respuesta precisa: la avaricia rompe el saco. ¿Se pensaban que quienes invertían sus ahorros en bonos del Estado, o en fondos de pensiones, o en productos financieros similares, lo hacían porque son tontos de baba que no se habían enterado de que la filatelia era el chollo del siglo?
A más de uno se le ha quedado ahora la cara del que descubre que el billete de lotería premiado que había comprado en la calle a un tipo con aspecto honradísimo, pensándose que estaba haciendo con ello el negocio de su vida, era en realidad falso.
A mí los primos nunca me han conmovido especialmente.
Nota de edición: Javier publicó una columna con el mismo título en El Mundo: Piove, Porco Governo!
Escrito por: ortiz.2006/05/14 05:00:00 GMT+2
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2006/05/13 06:00:00 GMT+2
Me telefonea mi
buen amigo Gervasio Guzmán. "He leído en 'Le Monde' que ha salido la clasificación
de los 50 mejores restaurantes del mundo", me dice. "Ya. ¿Y?", le
pregunto. "Pues que hay
datos curiosos. Por ejemplo, que entre esos 50 del no-va-más de la gastronomía
mundial haya seis restaurantes de por aquí. Francia es la que tiene más en la
lista: nueve. Pero, fíjate, Italia, con toda su tradición, sólo cuatro. ¡España
está en segundo lugar en el ránking mundial!"
Me conozco el percal,
y ya sé que Gervasio no me llama para rivalizar con la guía Michelin en versión
telefónica.
–Venga, ya,
dime: cuál es la gracia.
–Pues que de
los seis restaurantes que figuran en el epígrafe Spain, tres son vascos y tres catalanes. ¡No hay ni uno solo que
esté fuera de las dos «regiones traidoras»! –exclama, poniendo tono
sarcástico.
–Ya me lo
suponía –le respondo–. Estará El Bulli...
–¡El primero
del mundo!
–...Y Arzak...
–¡El noveno!
Pero, agárrate: ¡al Mugaritz, de Rentería, le han dado el puesto décimo! Están
también Martín Berasategui, el Racó de Can Fabes y el Celler de Can Roca.
–Pues, qué
quieres que te diga, no me alegra demasiado. Supongo que eso les animará a
subir todavía más los precios. Porque, no sé si lo sabes, Gervasio, pero hay alguno
de esos restaurantes que has mencionado en el que el menú del día sale por 90
euros. El menú del día, ¿eh?
Gervasio, que
me había llamado con ganas de hacer una proclama de la excelencia
catalano-vasca –era evidente–, se me molesta.
–¡Oye, que
nadie te obliga a ir a comer a ninguno de ellos! –me increpa.
–Por supuesto.
De hecho, de todos ellos, sólo he estado en uno, Arzak (que no es de los más
caros, y del que salí relativamente contento). Pero, para mí, la cuestión no es
sólo de precio, que también, sino de contenido. No simpatizo con los criterios
que llevan a considerar estupendísimos algunos restaurantes. Se ve que no soy
nada exquisito, pero a mí un plato de esos que llaman –es un decir– «Huevo de
codorniz roto sobre un fondo de alga marina con sopa gelatinada de boletus y glasé de trufa del Piemonte, con aroma
de vinagre de Módena y virutas de rábano de raíz pequeña», y que luego, cuando
te lo sirven, ocupa mucho menos espacio que su nombre, pero vale sus buenos 50
euros, la verdad es que me pone mal cuerpo.
Dejo la
conversación con Gervasio, que se queda frustrado.
No trato de
decir que esas exquisiteces no sean realmente exquisiteces, sino soplapolleces.
No me cuesta nada reconocer que hay paladares mucho más finos que el mío. Pero
sí estoy dispuesto a discutir que hay muchos arreglos florales gastronómicos que, lejos de servir para realzar
los sabores naturales de los productos, los matan, convirtiéndolos en otra
cosa. Al modo de algunos cocineros chinos de por aquí, que son capaces de
conseguir, salsas mediantes, que no te des cuenta de que las gambas que estás
comiendo tienen más años que Fraga.
En mi última
mitología gastronómica particular guardo registrado un pequeño restaurante de
un pueblecito de A Costa da Morte, en el que tomamos hace cosa de mes y pico unos
percebes de quitar el hipo y unos cortes de buey a la brasa que me habrían quitado
el hipo si no se lo hubieran llevado para siempre los percebes. Todo ello animado
por un vino de A Tapada (Valdeorras) más que estimable. Y a un precio que, de
puro discreto, llegó a parecernos equivocado.
Mi idea de la
gastronomía –ignorante que soy– es muy simple: en lo fundamental, se trata de
conseguir productos de primera y hacer lo posible por cocinarlos sin
estropearlos. (Aunque a veces hay que cocinar, ya lo sé: los calamares en su
tinta no salen del mar ya hechos, por ejemplo.)
Pero hay en
todas estas discusiones –incluyendo en ellas mis propios puntos de vista, tan
favorables a las alubias de Tolosa, el arròs
en costra, el gazpacho andaluz y demás buenos viejos platos sobradamente
probados en toda la geografía local y en buena parte de la foránea– algo que me
incomoda profundamente, y que me parece que tiene no poco de impúdico, y hasta
de pornográfico.
Lo comenté el
martes pasado en la televisión vasca cuando salió la noticia de que nueve
cocineros vizcaínos –creo que eran nueve– estaban regalando los estómagos de la
gente de alto copete que deambula por la sede de las Naciones Unidas en Nueva
York: «Pues, nada», dije. «A ver si convencen a los hambrientos del Tercer
Mundo de las ventajas de la nueva cocina vasca».
Ya sé que, tal
como está el mundo, los de por aquí arriba comemos, y algunos a veces incluso
hasta muy bien, en tanto los de abajo comen poco, y muchísimos incluso hasta
muy mal. Pero una cosa es que las cosas sean así, mientras seamos incapaces de
cambiarlas, y otra es que los que comen bien se lo restrieguen por las narices
a los muertos de hambre.
Y es que hay exigencias que provienen de la ética, pero otras que, además, vienen también dictadas por la estética.
Escrito por: ortiz.2006/05/13 06:00:00 GMT+2
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2006/05/12 06:00:00 GMT+2
Me resultó
significativa la diferencia entre las declaraciones que hizo Carod Rovira antes
de entrevistarse ayer con Maragall y las que realizó después. En las primeras dijo
que, si el president expulsaba a ERC
de la Generalitat, arruinaría para siempre la posibilidad de un Gobierno basado
en una coalición de izquierdas y catalanista. En las segundas, que, de
repetirse en el futuro la experiencia del tripartito, tendría que ser sobre
bases totalmente nuevas.
No es lo mismo,
ni mucho menos. Esto segundo no excluye la posibilidad de que, si tras las
elecciones autonómicas que habrán de seguir al referéndum del Estatut no hay
una mayoría clara, se replantee el esquema del tripartito.
No me
extrañaría que el propio Maragall esté pensando en ello. Nada le impediría
proponerlo, una vez tenga el Sí al
Estatut en el bolsillo. En esas condiciones, con ERC resignada a la vigencia del
nuevo texto –qué remedio–, podría proponer una repetición de la fórmula que
ahora ha hecho agua. Supongo que incluso le atraerá la idea, así sea sólo para
no pasar a la Historia como un president fracasado
que fue de vaivén en vaivén hasta el tropiezo final.
Otra cosa es
que le dejen. No me refiero ya a los electores, sino a su propio partido. A sus
dos partidos –ninguno de ellos propio, en realidad–: el PSC y el PSOE. Parece
que hay en ambos demasiada gente que piensa que el actual president se ha quemado con
esta experiencia y que no es un buen candidato para la siguiente. Incluso los
hay que piensan –unos con cierta resignación, otros, sobre todo en el PSOE, con
esperanza– en la posibilidad de que el PSC se vea obligado, al final, a pactar
con CiU, y no creen que la persona adecuada para realizar esa maniobra sea
Maragall.
Un Maragall que
todavía ha de pasar por el calvario de la campaña del referéndum y por la agonía
de un gobierno interino, que no tiene ni media docena de afeitados. (Por
cierto: ¿a cuántos socialistas les apetecerá dejar lo que estén haciendo ahora
mismo para convertirse en consellers, directores
generales, subdirectores, etc., etc., por el plazo tasado de cinco o seis
meses?)
Ya sabemos lo
muchísimo que a los dirigentes de ERC les ha fastidiado ser expulsados del paraíso
por pecadores –por tener una base militante pecadora, más bien–, pero está por
ver que ese castigo sea a medio plazo tan severo como el que el propio Maragall
se ha impuesto a sí mismo con la decisión que le han obligado a tomar. ERC no
tiene por qué salir muy castigada del referéndum del Estatut y puede acudir a la próxima cita electoral presumiendo de
ser la única defensora de las quintaesencias del nacionalismo catalán. En
cambio, Maragall tendría que presentarse ante las urnas con la imagen de
alguien que, como dirían en Cataluña, no es ni
carne ni pescado.
No me extrañaría
que el PSC opte por otro cabeza de lista. De ser así, la fecha de ayer quedará
como la del día en el que Maragall se autoexpulsó de la Generalitat.
Escrito por: ortiz.2006/05/12 06:00:00 GMT+2
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2006/05/11 06:00:00 GMT+2
La cosa es armar camorra. Aunque eso obligue a decir sandeces como castillos.
Pretender que la retención de dos militantes del PP en una comisaría durante cuatro horas, a lo largo de las cuales se les instruyó de todos sus derechos, no se les fichó y ni siquiera se les privó del uso de sus teléfonos móviles, es «el más grave atentado contra las libertades que se haya producido desde la instauración de la democracia», como ha dicho un quídam del PP, que al parecer no ha oído hablar ni del 23-F ni de las torturas refrendadas en sentencia firme, es una sandez de ese género. Pero monta bulla, que es de lo que se trata.
Quien se supera cada día a sí mismo en su afán por enredar, venga o no a cuento, es el portavoz del PP en el Congreso, Eduardo Zaplana. Un personaje verdaderamente insaciable, capaz de liarla incluso dentro de su propio partido, si se tercia (y se tercia cada dos por tres, como sabemos todos los que seguimos la actualidad política alicantina).
La que montó anteayer Zaplana a costa de Navarra fue de las más completas que figuran en su palmarés. Convocó por su cuenta y riesgo una conferencia de prensa para anunciar que el presidente navarro, Miguel Sanz, iba a promover una iniciativa, consensuada con el PP, para que se suprima la Disposición Transitoria Cuarta de la Constitución, que dictamina que sólo la propia ciudadanía navarra, mediante referéndum, podrá decidir si quiere o no quiere vincularse más estrechamente con la Comunidad Autónoma Vasca. Zaplana, que sabe de esos asuntos lo mismo que de física cuántica --si es que no menos--, sostuvo que la derogación de esa disposición constitucional permitiría «dejarnos ya de hablar de posibilidades, centros de diálogo, colaboración o cooperación entre comunidades autónomas».
Eso, para empezar, es falso, porque tales «posibilidades» figuran también, y muy explícitamente, en la Ley Orgánica de Reintegración y Amejoramiento del Régimen Foral de Navarra --en el Estatuto de Autonomía navarro, por así decirlo--, con lo que la supresión de la Disposición Transitoria Cuarta no cortaría de raíz con nada.
Pero lo peor no es eso, sino que Zaplana realizó tan solemne anuncio sin tomarse el trabajo de confirmar que el presidente de Navarra y su Gobierno, que funciona en coalición, iban a hacer lo que él decía. Y resultó que no. El propio Sanz hubo de apresurarse a declarar que, aunque había hablado de esa posibilidad con el PP, no se la había planteado en concreto. Y con razón, porque, para tratar de ponerla en práctica, necesitaría el respaldo de su socio de Gobierno, CDN, cuyo presidente, Juan Cruz Alli, se limitó a decir que «ni se molesten en plantear ese debate estéril, partidista y sin fundamento».
Con lo cual, y por resumir, Zaplana hizo el ridículo. Una vez más. Pero todo sea por el bien de la camorra.
_____________
Nota 1. El apunte de hoy es igual a la columna aparecida en El Mundo. Lo digo para que nadie se tome el trabajo de buscar diferencias.
Nota 2. Ayer me enteré de la muerte de Xabier Rekalde, que fue en tiempos (entre otras muchas cosas) crítico musical en El Mundo. La noticia había sido publicada días antes, pero no la leí. Xabier y yo no tuvimos mayor relación personal, supongo que porque él apenas paraba en la Redacción, pero siempre estimé en mucho su trabajo, que era reflejo de su amor por la música y de su firme compromiso ético y político. Nunca trató de disimular su doble condición de vasco y de rojo, y eso le trajo no pocas satisfacciones, pero también muchos problemas. Su muerte en accidente de carretera me ha producido una gran tristeza.
Nota de edición: Javier publicó una columna con el mismo título en El Mundo: La camorra como táctica.
Escrito por: ortiz.2006/05/11 06:00:00 GMT+2
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2006/05/10 07:50:00 GMT+2
Dicen los
dirigentes de Esquerra Republicana de Catalunya que no es su partido el que
debe abandonar el Govern, porque él
se ha mantenido fiel a los acuerdos que propiciaron su formación. Que, en todo
caso, deberían ser el PSC e Iniciativa per Catalunya quienes asumieran las
consecuencias de su desviación del camino pactado. El argumento tiene cierta
solidez formal, pero tan sólo formal. Por poner un ejemplo: si alguien está en
un partido político que, por decisión mayoritaria, decide cambiar de línea
política, y él se siente en total desacuerdo con ese giro, lo que hace en buena
lógica es darse de baja; no reclamar a la mayoría que se vaya y funde otro
partido. Es lo más práctico.
Lo que sí es
cierto es que el actual Govern de
Cataluña, aunque se base en un pacto tripartito, es fruto material de la
decisión de su president, al que, si
lo tiene tan claro, le basta con prescindir de los consejeros de ERC. ¿Que eso
le obliga a convocar nuevas elecciones? No; no le obliga. De momento, a lo que
le obligaría es a gobernar en minoría. El grupo parlamentario de ERC tendría
que asumir la responsabilidad de hundirlo, si es que CiU le deja. No es tan
sencillo.
De todo este
asunto, lo que más me llama la atención –a mí, que soy tirando a rarito– es lo
malísimamente mal que llevan los dirigentes de ERC abandonar sus
responsabilidades de gobierno. Vistos desde fuera, tal parece que se aferren a
los sillones como posesos. En particular, me tienen estupefacto con los bailes
que han dado a la hora de decidir el sentido de su voto (o no voto) en el
referéndum sobre el nuevo Estatut y
con la gama de decisiones estrafalarias que han tomado en el Senado para hacer y no
hacer, y para rechazar y permitir. Esto último, que va a cumplir hoy su último
trámite, me parece de traca: los senadores de ERC se van a abstener en la
votación para no impedir que el Estatut siga
adelante. Pero, si tienen decidido votar No
en el referéndum, ¿por qué no se oponen también a la tramitación
parlamentaria del texto? No me parece que sea pecar de suspicaz pensar que
quieren alcanzar dos objetivos a la vez: primero, no impedir que el Estatut salga adelante, quedando más o
menos bien con el establishment político
catalán; segundo, no cabrear demasiado a su base (militante y electoral), que
ha reclamado el No al texto pactado
entre Zapatero y Mas.
Pero tengo
leído de siempre que desear con ansia una cosa y su contrario es el principio
mismo de la neurosis. Lo mismo es que Carod y sus cercanos se han metido por
las pantanosas sendas de la política neurótica.
Escrito por: ortiz.2006/05/10 07:50:00 GMT+2
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2006/05/09 07:45:00 GMT+2
Presenté ayer
en Madrid un acto de encuentro entre Javier Madrazo y un grupo de
intelectuales, artistas, escritores y profesores organizado por el coordinador
general de Ezker Batua-Berdeak para explicar su defensa del «derecho a
decidir», que es la fórmula más en boga utilizada en Euskadi para referirse al
derecho de autodeterminación. Madrazo hizo una exposición breve de las
posiciones que defiende su organización tras «el alto el fuego permanente» de
ETA, que él también considera irreversible.
Luego hubo un
coloquio que sirvió, más que nada, para dejar claras las suspicacias que la
demanda de autodeterminación de los pueblos periféricos
suscita no sólo en el centro, en
general, sino incluso también en la gente de izquierda de ese centro, que tiene en Madrid su sede histórica
principal. Aparte de las suspicacias, también quedó claro que la realidad vasca
es poco y mal conocida incluso por la parte de los ciudadanos de Madrid que,
siendo de nivel cultural muy superior a la media y proclamándose de izquierda, se supone que
tienen un mayor grado de interés –y, en consecuencia, también de información–
sobre el largo conflicto vasco. Pero, en fin, así es como están las cosas.
Acabada la
parte oficial del acto, sirvieron
unos vinos y unos pinchos que dieron ocasión para que los asistentes, ya de
manera informal y en corrillos, pudieran charlar entre sí. Eso me dio la
oportunidad de conocer a algunas personas asiduas a este rincón de la Red y para
entablar varias conversaciones políticas interesantes.
Por lo que vi,
es mucha la gente que está intrigada por la reestructuración del mapa político
vasco que ha de producirse a partir de la nueva situación.
Por lo común,
el esquema mental que se hace incluye estos elementos: desaparece ETA; Batasuna
se legaliza (con ese nombre o con el que sea); los partidos de orden dejan de tener prohibido pactar
con la izquierda abertzale; el PSE-PSOE baja el listón de su nacionalismo
español y se hace más «vasquista»... Resultado: aquellas fuerzas que han venido
rentabilizando los aspectos más chirriantes de las respectivas políticas de
Batasuna y el PSE lo van a tener crudo para subsistir.
A quien se le
augura un porvenir más problemático como formación independiente es a Aralar.
El personal se dice: «Si ideológicamente se presentaba como Batasuna pero con
rechazo de la violencia, ¿qué espacio le queda, una vez que no haya
violencia?».
El razonamiento
se extiende también, con matices, a Ezker Batua. Y es que, en efecto, no hay
más que echar un vistazo a los sucesivos resultados de las elecciones vascas
para comprobar que EB se ha beneficiado de los patinazos de las otras dos candidaturas que se presentaban como
integrantes de la izquierda: la abertzale y la españolista.
Son
consideraciones lógicas, sin duda, pero que no tienen en cuenta todas las
variables del rompecabezas, algunas de las cuales, que pueden tener un carácter
realmente determinante, es aún muy pronto para saber cómo van a evolucionar. En
mi criterio, no sólo Aralar y EB: todas
las fuerzas políticas vascas pueden sufrir sacudidas de considerable magnitud.
La izquierda
abertzale se ha mostrado más o menos monolítica mientras ha constituido una
coalición de autodefensa, pero, si deja de estar sometida a esa fuerte presión
exterior, también puede ir diluyéndose su cohesión interna y manifestarse las
contradicciones que anidan en su interior. Porque en Batasuna coexisten familias ideológicas bastante diferentes.
El pollo
interno que tiene el PSE-PSOE es de mucha mayor consideración. La línea
ultraespañolista, ahora encabezada sobre todo por Rosa Díez, no ha sido
mayoritaria hasta hace poco por casualidad, y tampoco se ha diluido sin dejar
rastro, ni mucho menos. Yo oigo los discursos que pronuncia ahora Patxi López,
pero también recuerdo los que pronunciaba hace muy poco.
En EA hay
también muy fuertes tensiones. Cada vez se nota más el foso que se está
abriendo entre quienes quisieran que el partido se orientara hacia una alianza
general con la izquierda abertzale y quienes creen que su aliado natural es el PNV.
Y, en fin,
tampoco es tontería la que tienen montada dentro del PNV. Es obvio que hay
gente, con mucho peso en su interior, que cifra sus esperanzas de futuro en una
vuelta al pacto con el PSOE, en tanto que otros, de peso no muy menor –tómese todo
este dibujo a modo de simple caricatura–, preferirían ahondar en la vía de la
«construcción nacional». Y ya que con Madrazo empecé estas líneas, no estará de
más recordar en este punto el duro enfrentamiento que han protagonizado el
Gobierno Vasco y el PNV a costa del
proyecto de Ley del Suelo, elaborado por la Consejería de Madrazo con el
respaldo del Ejecutivo de Ibarretxe y enmendado de arriba a abajo por el grupo
parlamentario del PNV.
De modo que son
muchas las variables en presencia y muchos también los acontecimientos que
pueden modificarlas en un sentido o en otro.
Así que, cuando
ayer algunas personas se me acercaron para preguntarme qué creo yo sobre cómo
va a acabar todo esto, me vi en la obligación de responder, tratando de exhibir
la mejor de mis beatíficas sonrisas: «Ni idea».
Escrito por: ortiz.2006/05/09 07:45:00 GMT+2
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2006/05/08 07:30:00 GMT+2
En Vitoria
están que trinan. Incluso los no aficionados al fútbol. Tienen de presidente
del equipo local a un bocazas ucraniano con pasaporte estadounidense que
insulta a los alaveses y se mofa de sus tradiciones, hace declaraciones racistas,
tilda de «gafe» al alcalde la de ciudad, es arbitrario, prepotente y
buscapleitos y, para remate, se está encargando de llevar al equipo a Segunda
División. La última que ha hecho el tal Dimitri Piterman es demostrar su total
desconocimiento del fútbol vasco insinuando que lo mismo ofrece dinero a los
jugadores de la Real Sociedad para que se esfuercen y hagan lo posible por
vencer al Espanyol en la próxima jornada, con lo que hundirían al equipo bis de
Barcelona y salvarían al de Gasteiz. El advenedizo este ignora que ese esfuerzo
lo hará la Real Sociedad de todos modos, porque es tradición de los equipos
vascos socorrerse mutuamente en la medida de sus posibilidades, distinguiendo a
estos efectos entre la institución como tal y los directivos más o menos
capullos que la encabecen circunstancialmente.
Ocurre que en
todo esto hay un malentendido que conviene aclarar. Porque Dimitri Piterman
podrá ser –es– todo lo que se quiera y más, pero también es, guste o no, el
dueño del Deportivo Alavés, cosa que consiguió pagando el dinero que hacía
falta para hacerse propietario de la mayoría de las acciones. Desde el punto de
vista legal, tiene un margen de discrecionalidad enorme. Puede hacer con el
club casi lo que le dé la gana. No sé si incluso llevárselo a otra ciudad o
disolverlo, pero más o menos.
En el fútbol
profesional actual se mantiene una ficción que unas veces resulta
enternecedora, otras veces patética y, siempre y en todo caso, pueril. Las
poblaciones locales se toman las cosas del equipo que lleva el nombre de la
ciudad como si fueran representativas de la ciudad misma, cuando lo cierto es
que, por lo común, sólo representan a una Sociedad Anónima, que puede tener
cierto arraigo en la ciudad, pero también puede no tenerlo. Piterman llegó a Vitoria
tras mangonear en el Racing de Santander, y tanto le dan Santander y Vitoria
como Valladolid, Málaga o Nantes. Los vitorianos podrán llevar todo lo que
quieran en su corazón los colores del Deportivo Alavés, pero Piterman los lleva
bien metidos en su cartera. Y, de la misma manera que la Volkswagen va a
desmantelar parte de sus instalaciones en Pamplona, como la Suzuki lo hizo en
Linares, por mucho que ello duela a la gente trabajadora, Piterman hará lo que
le venga en gana con el Alavés, mientras no haya gente que meta el dinero
necesario para arrebatarle el control del club y obligarlo a marcharse.
Lo que quiero
decir con esto es que la gente que se pasa el día despotricando contra la
propiedad pública y cantando las excelencias de las privatizaciones, la libre
circulación de capitales y demás –como lo hace el alcalde de Vitoria, egregio
miembro del PP–, debería cerrar el pico cuando le salen propietarios como este
Dimitri. Uno no puede sacar a subasta a la Virgen del Pilar y luego clamar
indignado porque unos ateos se han quedado con la patrona de España.
Escrito por: ortiz.2006/05/08 07:30:00 GMT+2
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2006/05/07 07:30:00 GMT+2
María Teresa Fernández de la Vega le viene a decir a Arnaldo Otegi aquello de «Dura lex, sed lex»: el Gobierno no puede sino aplicar la ley, por dura que resulte, y si un partido es ilegal, los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, la Fiscalía General y los jueces competentes están obligados a prohibir sus actividades y a perseguir a aquellos que las ponen en práctica. Batasuna será reprimida con severidad –dice– hasta que condene el uso de la violencia. En tanto esa condena no se produzca, ni siquiera será aceptable entablar conversaciones políticas con sus representantes, salvo que se hable con ellos –ésta es una aportación de José Blanco– «como particulares».
Expresado así, todo parece muy ajustado a eso que suelen definir como «el predominio del Estado de Derecho». Existen unas leyes, se aplican y no hay más que hablar.
Pero hay un punto en el que ese supuesto principio que enuncia la vicepresidenta primera del Gobierno presenta serios problemas de aplicación. Quiero decir que, de atenerse a él siempre, en todo momento y circunstancia, el presidente del Gobierno jamás podría llevar a cabo la negociación con ETA que está preparando con tanto ahínco. Porque, en cuanto establezca contacto con los dirigentes de la organización terrorista, se verá en la obligación, para no contrariar el principio imperativo formulado por Fernández de la Vega, de tenderles una celada y asegurar su inmediata detención y encarcelamiento. De lo contrario, estará contribuyendo a que los dirigentes de una organización catalogada como terrorista no sean perseguidos, es decir, a que no se cumpla la ley. En cuyo caso, y en aplicación de la dogmática particular de la vicepresidenta, no habrá más remedio que denunciarlo por encubrimiento, colaboración con banda armada y media docena de barbaridades más.
Lo que sucede es que esa norma de inexcusable aplicación expresada por Fernández de la Vega no es tal. Nunca, en ninguna parte –y menos en situaciones como la que vivimos aquí ahora mismo–, la ley se ha aplicado con la almidonada rigidez que ella reclama. En Euskadi, cuando el Gobierno de la UCD creyó que era posible lograr que ETA político-militar dejara las armas, rebajó a mínimos la presión policial sobre quienes estaban negociando el desmantelamiento de aquel sector de ETA, que venía siendo por entonces el más activo y sanguinario. Lo mismo sucedió en Irlanda del Norte. Allí, todos los gobiernos británicos –también el de Margaret Thatcher– dejaron un cierto margen de maniobra a las actividades políticas de los republicanos, aún sabiendo que el IRA estaba detrás de ellas. No digamos cuando ya quedó clara su voluntad de paz.
La vicepresidenta primera del Gobierno tiene que darse cuenta de su incoherencia: ¿cabe entablar conversaciones con ETA pero no con Batasuna?
Nota de edición: Javier publicó una columna con el mismo título en El Mundo: A cuestas con los dogmas.
Escrito por: ortiz.2006/05/07 07:30:00 GMT+2
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2006/05/06 05:00:00 GMT+2
Ayer me enteré de que hay un premio de Derechos Humanos que lleva el nombre de Juan María Bandrés. Me chocó. Bandrés ha sido siempre hombre de maneras suaves y de habla pausada, pero yo, al menos, nunca lo he tenido como alguien que se haya distinguido por su defensa intransigente de los Derechos Humanos. De todos los Derechos Humanos, quiero decir. Me chocó menos la naturalidad con la que en su día se abstuvo de condenar el asesinato del anciano Ybarra por los poli-milis –un acto de una crueldad repugnante– que la desenvoltura con la que se apuntó al PSOE en momentos en que los crímenes de los GAL se hallaban en el centro mismo del escenario político.
Sé que habrá bastante gente que considerará de mal gusto este comentario. Lo hago precisamente por eso. «Hombre, Ortiz, déjalo en paz, que bastante tiene». ¡Pero si estoy totalmente de acuerdo en dejarlo en paz! Pero dejarlo en paz implica una actitud neutra por parte de todos. Que no me lo pongan como modelo de comportamiento y yo no me veré en la obligación de objetar nada.
No trato de centrarme en la persona de Bandrés, hacia el que no siento ningún rencor particular. Podría referirme a muchos otros personajes públicos. Por ejemplo, a Mario Onaindia, su íntimo compañero (no diré «de armas», porque Bandrés nunca las empuñó). Y a tantos otros.
Se diría que cuando alguien sale de la escena política, por una u otra vía, ya sólo cabe decir maravillas de su persona.
En cierta ocasión cité en un acto público el hecho de que Francisco Tomás y Valiente, asesinado por ETA, escribió un texto en el que, por decirlo suavemente, no demostró demasiada hostilidad hacia la acción de los GAL. ¡Casi me linchan! Pero, vamos a ver: ¿lo escribió o no? Nadie me discutió eso. Al parecer, el hecho de que ETA lo hubiera matado excluía cualquier posibilidad de reconsideración crítica de su obra. Pues, bueno: ¡no me lo pongan ustedes como ejemplo de perfección y no me forzarán a decir que hizo cosas muy discutibles!
Algo semejante me sucedió tras el asesinato de Ernest Lluch. Decidieron subirlo de inmediato a los altares. ¡Que no se te ocurriera recordar sus falsos pasos en el Gobierno de González, o su permanencia abusiva al frente de la Universidad Menéndez Pelayo, que mantuvo como «un congreso anual de felipistas en pantalón corto», según dijo un rencoroso al que por lo visto no invitó lo suficiente, o que salieras al paso de la teoría chorra que se inventó, mano a mano con Ansón, sobre la «conspiración republicana» que, según él, habíamos montado algunos –yo incluido– para acabar con Felipe González por el originalísimo sistema de destronar a Juan Carlos I!
Hablo de política, pero no hablo sólo de política. Hablo, más bien, de canonizaciones. Ahora me encuentro con que no se puede ni hacer mención, por ejemplo, de las técnicas financieras (¿o sería más educado llamarlas «de ingeniería contable»?) con las que trabajaban los encargados de los negocios de Eduardo Chillida.
–¡Por favor! ¿Quieres ensuciar su memoria? –me dicen.
–¿Yo? Para nada –respondo–. Pero tampoco creo que sea obligatorio edulcorarla. Fue como fue.
La suya y la de todos. La de Chillida, la de Lluch, la de Tomás y Valiente, la de Onaindia...
Bandrés todavía sigue ahí, peleando por sobrevivir. Me encantaría que venciera en esa pelea y que algún día pudiéramos retomar una larga discusión que tuvimos una tarde de primavera de 1967 en la Iglesia Evangelista del barrio de Gros, en San Sebastián, cuando ya constatamos... que no estábamos de acuerdo en casi nada.
De verdad que me encantaría que pudiéramos debatir sanamente –dicho sea en este caso con plena conciencia de todos los sentidos de la palabra– sobre lo que a partir de aquel año, hace ya casi cuatro décadas, decidimos el uno y el otro que era lo mejor.
Y doy por hecho que donde las dan las toman. Si alguien quiere ponerme a caldo y decir de mí perrerías, que lo haga cuando más le plazca. Ahora que estoy en vida y puedo responder, o cuando me haya muerto.
Casi mejor entonces, que ya no me hará ningún daño.
Javier Ortiz. Apuntes del Natural (6 de mayo de 2006).
Escrito por: ortiz.2006/05/06 05:00:00 GMT+2
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