2006/06/14 07:00:00 GMT+2
El Tribunal Superior de Justicia del País Vasco (TSJPV) ha decidido admitir a trámite la denuncia presentada por el Foro de Ermua contra tres dirigentes de Batasuna –Otegi, Barrena y Petrikorena– por seguir actuando en tanto que tales, y contra el lehendakari Ibarretxe por recibirlos el pasado 19 de abril y conversar con ellos en representación de la tendencia política que encabezan. A lo que el Gobierno vasco ha respondido con dureza, reprochando al TSJPV y a su presidente, Fernando Ruiz Piñero, que se meta a dictar a los responsables políticos con quién deben verse y con quién no para llevar adelante el actual proceso de paz.
Aunque lo esencial de la decisión del la sala correspondiente del TSJPV –que ha contado con un voto particular discrepante– es, por supuesto, su contenido, presenta también aspectos formales dignos de mención. Uno, no pequeño, es que fuera comunicada a los medios informativos días antes de serle notificada al propio lehendakari, que se vio señalado en público sin saber en razón de qué ni con qué base jurídica. Resulta también inquietante la propensión del mentado Ruiz Piñero a opinar públicamente sobre cuestiones propias de la política vasca. Es cierto que todavía no le ha dado por los caños de las fuentes de Granada, como al saleroso Jiménez de Parga, ni por rivalizar en gracejo con Francisco José Hernando, comparando el euskara con las sevillanas, pero apunta maneras.
Tampoco parece muy respetuoso con las formas el gesto del Gobierno vasco, que ha anunciado su intención de reclamar al Parlamento de Vitoria que convoque a Ruiz Piñero para que explique la decisión del TSJPV. Un órgano judicial no tiene por qué exponer a la consideración parlamentaria las motivaciones de sus resoluciones, que cuentan con sus propios cauces de recurso.
Pero ya digo que lo esencial no es nada de todo esto. Ni siquiera la fundamentación de lo resuelto por el TSJPV, que Jueces para la Democracia ha considerado «jurídicamente insostenible e irrazonable». Lo esencial es que, si los tribunales dan en considerar delictivo dialogar con Otegi y compañía, que a fin de cuentas son ciudadanos que gozan de todos sus derechos civiles, ¿qué no dirán de reunirse con los representantes de ETA, como pretende el Gobierno de Zapatero? Siguiendo el principio que parece inspirar la decisión del TSJPV, todos los dirigentes políticos que dialoguen con una u otra organización ilegalizada de la izquierda abertzale habrán de ser imputados. Eso se traducirá en el paso por los tribunales de los líderes del conjunto de los partidos políticos vascos, con la sola excepción del PP.
Seguro que hay gente a la que eso le parece de perlas.
Luego están los que se esfuerzan por lograr la paz y consolidarla. Acabarán recibiendo la medalla de oro olímpica en salto de obstáculos.
Nota de edición: Javier publicó una columna con el mismo título en El Mundo: Salto de obstáculos.
Escrito por: ortiz.2006/06/14 07:00:00 GMT+2
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2006/06/13 06:00:00 GMT+2
No me divierte nada que haya gente que se
presente en los actos políticos del PP con la intención de reventarlos y, ya de
paso y si es posible, dar un meneo a los oradores. No veo que tenga nada de
especial que, si un dirigente político se pasea por un mercado montando el
número, haya quien le manifieste su desaprobación, le silbe y le diga que se
vaya a otro lado a dar la murga, porque la gente tiene derecho a ir al mercado
sin que nadie le asalte para soltarle un rollo proselitista. Los políticos que
se plantean darse «un baño de multitudes» deberían empezar por averiguar si las
multitudes quieren bañarse con ellos.
Cosa distinta es cuando un partido
–el que sea– alquila un local, invita a sus simpatizantes y se encierra con
ellos para hablar de sus cosas. En ese caso, la suya es una actividad amparada
por las libertades de reunión y expresión, que son patrimonio de todas las
personas por el mero hecho de serlo.
«Pero es que se trata del PP,
que está contra Cataluña», se justifican los que han protagonizado o respaldado
las recientes broncas e intentos de agresión –leve, pero agresión– sufridos por
Rajoy, Piqué y algún otro. Mi respuesta es clara. Dejo de lado mi desacuerdo
con el diagnóstico –en mi criterio, la derecha españolista afincada en Cataluña
es también parte de Cataluña, incluso aunque reniegue de ello– para centrarme
en destacar lo esencial: que el respeto debido a los derechos y libertades de
los demás no puede estar condicionado por la mayor o menor simpatía que nos
merezcan sus ideas. Al contrario: es precisamente en la defensa de los derechos
y libertades de aquellos cuyos planteamientos más nos repatean en donde debemos
dar prueba cabal de nuestro apego a la democracia.
Avenirse a que hablen libremente
quienes están de acuerdo con nosotros, o quienes expresan opiniones que no nos
molestan gran cosa, carece del más mínimo valor.
«Ellos no son así», me responden
algunos. ¡Pues claro que no! Ellos son firmísimos partidarios de cerrar la boca
a todo el que lleva su espíritu crítico más allá de lo que consideran
tolerable. Por eso clausuraron periódicos, silenciaron radios y penalizaron ideas.
Pero ellos no constituyen ningún ejemplo válido. Sólo faltaría que nos
miráramos en ese espejo.
Que hablen y digan lo que tengan
que decir. No hay por qué temerlo. Al contrario. Por lo general, cuanto más
hablan, más se retratan.
__________
P. D.
Por razones seguramente explicables pero que yo no me explico, durante
parte de la mañana de ayer el Apunte diario
apareció con unos párrafos finales imprevistos, pertenecientes a otro artículo,
lo cual hacía mi razonamiento aún más incongruente y estrafalario de lo que ya
era de por sí. Pido disculpas a quienes perdieron su tiempo tratando de deducir
qué quería decir aquello.
Escrito por: ortiz.2006/06/13 06:00:00 GMT+2
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2006/06/12 06:00:00 GMT+2
Me fascina la desenvoltura de los dirigentes
del PP. Amparados en la incondicionalidad de José Alcaraz, el presidente de la
Asociación de Víctimas del Terrorismo –convertida ya plenamente en segunda
marca del propio PP–, convocan a sus fieles a manifestarse por las calles de
Madrid a lomos de dos de sus caballos de batalla favoritos: la oposición a que
se hable con ETA para propiciar su disolución y la exigencia de que el Gobierno
de Zapatero respalde su «convencimiento moral» que ETA estuvo detrás de los
atentados del 11-M. Reúnen en esa manifestación a algo así como 200.000
personas, según cálculos justificados y argumentados, que ni siquiera han
intentado refutar, y a continuación: 1º) Piden al Gobierno que «deje en paz a
las víctimas», y 2º) Exigen a Zapatero que «no siga ciego y sordo» al clamor de
«la inmensa mayoría» de la sociedad, que es su propio clamor.
Son realmente extraordinarios.
Pretender que son otros los que utilizan a las víctimas del terrorismo para sus
fines partidistas es negar lo que cualquier persona atenta a la actualidad
tiene todos los días delante de las narices. El propio Alcaraz reconoció
anteayer que él actúa con la intención de perjudicar las expectativas
electorales del PSOE. Son ellos los que fuerzan a las asociaciones de víctimas
para que les hagan tareas de punta de lanza, aprovechándose de la incomodidad
que acarrea criticarlas.
Tampoco es menor el descaro con
el que se apoyan en una manifestación de 200.000 personas para concederse a sí
mismos el título de representantes «de la inmensa mayoría». Pese a haber dado
todo tipo de facilidades para trasladarse a Madrid a los residentes en
cualquier lugar de España, se han quedado con las ganas de reunir una
manifestación realmente abrumadora. Pero tampoco eso les arredra: hablan como
si contaran con el beneplácito general de una fuerza verdaderamente importante, y no
la minoría que constituyen. A la vez, se olvidan de que ellos sí que fueron
capaces de no hacer ni puñetero caso a los sentires mayoritario, caso de las manifestaciones contra la guerra de Irak. En este caso, no sólo sus manifestaciones tienen un público cada vez más exiguo, sino que las propias encuestas –al contrario de lo que le ocurrió a Aznar con su participación en la guerra– dan la razón al Gobierno: la mayoría respalda que se dialogue con ETA.
Lo ponen todo al revés.
No son planteamientos
contradictorios. En ambos casos han actuado ateniéndose a sus intereses sectarios, sin pensar ni en lo que conviene a la mayoría ni en lo que la mayoría piensa.
Insistan en ello. Así les irá.
P.S. Por alguna razón extraña, de 06:00 a 8:30 ha figurado aquí una exótica versión de este Apunte, en la que aparecían al final varias frases pertenecientes a otro artículo en sustitución de las de éste. Tal vez cometiera anoche algún error al reemplazarlo.
Escrito por: ortiz.2006/06/12 06:00:00 GMT+2
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2006/06/11 08:00:00 GMT+2
No sé si es que la mayoría de los políticos de profesión carece de memoria o si es que prefiere hacer como que se le va y le vuelve según las conveniencias de la coyuntura. Para los efectos es lo mismo. En todo caso, lo que sí sé es que yo la tengo en bastante buen estado y que, cuando lo que recuerdo tiene relación con los problemas del momento, me parece de rigor evocarlo, más que nada para que los listillos no se piensen que hacen lo que les da la gana y nadie se da cuenta.
Viene esta observación a cuento de las insistentes declaraciones de dirigentes del PSOE que le dicen a Batasuna que, si realmente quiere legalizarse, no tiene más que formar un nuevo partido cuyas bases programáticas dejen claro que no admite más vías de intervención política que las pacíficas. Y lo que yo recuerdo a este respecto es que, con motivo de las últimas elecciones autonómicas, Batasuna respaldó la formación de una agrupación electoral, Aukera Guztiak, cuyos portavoces defendieron una y otra vez la necesidad de hacer política pura y exclusivamente por métodos pacíficos, pese a lo cual el Tribunal Supremo rechazó su inscripción como fuerza concurrente a los comicios. Arguyó la Sala Especial presidida por Francisco José Hernando que Aukera Guztiak respondía a los nuevos propósitos estratégicos de ETA y que, aunque en sus listas no figuraran demasiadas personas vinculadas a Batasuna, sí había algunas a las que cabía achacar ese vínculo. Si ahora Batasuna se limitara a cambiar de siglas, como le invitan a hacer no pocos dirigentes socialistas, el caso no sería el mismo, sino todavía más flagrante, porque lo haría manteniendo los mismos órganos dirigentes del partido ilegalizado. Lo cual haría de aplicación inevitable lo dispuesto en el artículo 12 de la Ley Orgánica 6/2002 de Partidos Políticos, que dice: «Se presumirá fraudulenta y no procederá la creación de un nuevo partido político o la utilización de otro ya inscrito en el Registro que continúe o suceda la actividad de un partido declarado ilegal y disuelto».
He oído decir a no pocos jueces y fiscales, algunos de ellos firmes partidarios de la búsqueda de salidas negociadas al llamado –al mal llamado– «problema vasco», que lo que no vale es que el Gobierno ponga en sus manos la búsqueda de una fórmula que permita la legalización más o menos camuflada de Batasuna. En tanto que jueces, a ellos no les queda más remedio que aplicar la ley vigente, y la ley vigente, mencionada en el párrafo anterior, es unívoca.
Si la mayoría del poder legislativo quiere facilitar la legalización de Batasuna, el único camino limpio y claro es la derogación de la Ley de Partidos Políticos. Y si eso deja en evidencia al PSOE y su gusto –tan cercano al del PP– por la fabricación de leyes ad hoc, de usar y tirar, qué se le va a hacer: a veces los pecados acarrean su penitencia.
Nota de edición: Javier publicó una columna con el mismo título en El Mundo: ¿Ayer no, hoy sí?
Escrito por: ortiz.2006/06/11 08:00:00 GMT+2
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2006/06/10 06:00:00 GMT+2
Son ya
demasiados los casos de corrupción en los que aparece implicado el presidente
brasileño Luiz Inácio Lula da Silva –y no de una manera genérica, sino con
pelos y señales– como para seguir cerrando los ojos a la evidencia. Yo hace
tiempo que me negué a hacerlo. Ya no se trata sólo de compra de votos de la
oposición en el Parlamento ni de financiación ilegal de su partido. Las
acusaciones se refieren también a las finanzas personales del mismísimo Lula y de sus
familiares más cercanos. En las conclusiones provisionales de una comisión
parlamentaria que ha investigado los hechos se habla del uso de dinero negro
para saldar una deuda particular contraída por el propio Lula –un pago en el que
lo significativo no es la cantidad (13.000 dólares USA: algo más de 10.000
euros), sino la vía ilegal seguida para hacerlo efectivo– y para tapar otros compromisos económicos, éstos por importe no
precisado, que recaían sobre Lucian Lula, una de las hijas del presidente.
La mencionada
comisión parlamentaria ha recomendado el procesamiento por corrupción de 79
personas, entre las que se encuentran el ex ministro de Hacienda Antonio
Palocci, cerebro de las reformas económicas de Lula, y Paulo Okamoto,
alto cargo del aparato económico del gobierno y, al decir de la rumorología
local, «tesorero personal» de Lula.
Cabe preguntarse
por la clase de mecanismos psicológicos que pueden llevar a alguien como Lula,
distinguido durante decenios como combativo sindicalista y político
intransigente, a aceptar, si es que no a promover, la instauración de una
amplia trama de corrupción, destinada a engrasar la maquinaria del
Partido de los Trabajadores, que es el suyo, y a enriquecer personalmente a
algunos de sus dirigentes.
Supongo que todo
empieza con el ascenso a la cumbre. Presentarse a unas elecciones
presidenciales en Brasil con la aspiración de ganarlas no obliga a un dispendio
tan tremendo como el que se impone en los Estados Unidos de América, pero
tampoco es algo que pueda permitirse un partido de trabajadores, por mucha
militancia (pobre) que tenga. Necesita muchísimo más dinero del que guarda en
sus arcas, lo que le lleva de manera casi inevitable a plantearse el dilema de
las «manos sucias»: o seguir limpio, y perder de todas todas, o ensuciarse las
manos con negocios dudosos y compromisos turbios para tener la posibilidad de
ganar. La excusa para optar por lo segundo es siempre la misma: el fin
justifica los medios.
Es en esos
tejemanejes en los que suele ir creciendo y solidificándose un mecanismo
ideológico típico en este tipo de experiencias. Consiste en la convicción de
que, puesto que uno está ungido con los óleos del liderazgo progresista, todo
aquello a lo que debe recurrir para llenar el depósito del motor de la Historia
se convierte ipso facto en progresista y avanzado. Puesto que el líder
carismático y quienes lo rodean, los agentes del cambio, son protoestupendos,
todo lo que hacen se convierte automáticamente en estupendo. Es estupendo y
democrático per se, y sólo a un redomado reaccionario se le puede
ocurrir la idea de pedirles cuentas por tal o cual formalismo legal, cuando lo
que está en juego es el salto del país entero a la modernidad.
Es una de las
muchas variedades posibles de mesianismo. Se sienten elegidos por el futuro
venturoso para preparar su advenimiento y eso –piensan– les otorga permiso para
actuar con entera libertad, sin atenerse a más ley que la de su conveniencia,
que ellos identifican con la del pueblo. Y dan por supuesto que ellos no han
cambiado: se consideran los desheredados de siempre, sólo que ahora les toca
vivir en el lujo y codearse con los poderosos.
Cuando los veo
en ese plan, me acuerdo de un comentario que hizo el simple de Juan Guerra cuando
se vio metido en los líos a los que le abocó su mala cabeza, a comienzos de la
década de los 90. Dijo el hermano de Alfonso Guerra en respuesta a quienes
denunciaban sus negocietes de conseguidor cutre pero recalcitrante: «Lo que les
pasa es que no soportan que los pobres vayamos ahora en Mercedes».
Escrito por: ortiz.2006/06/10 06:00:00 GMT+2
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2006/06/09 06:00:00 GMT+2
Empieza hoy en
Munich el Campeonato Mundial de Fútbol. «Los Mundiales», que dicen los
aficionados. Durante un mes y un día, los medios de comunicación se ocuparán
con todo detalle de los 64 partidos que se van a jugar, prestando cada medio
especial atención a los encuentros que más directamente afecten a su público
consumidor.
Digo que los
medios de comunicación van a ocuparse de los 64 partidos previstos en el
calendario del acontecimiento, pero no pretendo, ni mucho menos, que vayan a
limitarse a contar lo sucedido en los 90 minutos de cada partido. El tiempo y
el espacio que dedicarán al conjunto del tinglado será muy superior al que
pasen los jugadores sobre el césped. Hay canales de televisión que tienen
previsto dedicar las 24 horas del día al asunto. Otros han programado largos
espacios especiales. Lo mismo pasa con las emisoras de radio. Y con los
periódicos.
Para llenar todo
ese tiempo harán toda suerte de dibujos. Hablarán de lo sucedido en cada
partido con auténtica delectación, deteniéndose en todos los detalles del mundo
y en algunos más. Contarán cómo son los entrenamientos, qué rumian los
entrenadores, qué hacen los jugadores cuando no juegan, qué comen, si salen por
la noche o no –los brasileños del Real Madrid sí: he oído que hace algunas
noches estuvieron en un bailongo hasta el amanecer–, qué hacen sus mujeres (los
que las tienen y han ido con ellas), qué piensan los vecinos de sus lugares natales, cómo
van las apuestas... y discutirán por enésima vez si Pelé fue mejor jugador que
Cruyff, y que si Maradona, y que si DiStéfano, y que si Platini... Y que si
falta de suerte, y que si falta de sistema, y que si el doble pivote...
Soy aficionado
al fútbol. No tanto como para divertirme viendo malos partidos, pero lo
suficiente como para no salir huyendo de un partido hasta tener claro que es
malo sin remedio. Así que, aunque la que se avecina pueda llegar a saturarme, e
incluso a cabrearme, en principio espero con interés el desarrollo del
campeonato. Además, algo me dice que la selección española, con su entrenador
al frente, va a encargarse de que no me aburra en exceso, por lo menos hasta
que los echen.
Pero me planteo
qué clase de mes tienen por delante las pobres gentes que no entienden de
fútbol –porque no les da la gana, obviamente–, o que incluso lo detestan, no
como deporte, sino en tanto que espectáculo propicio a lo soez y lo vocinglero.
¡Todo un mes asediados, tratando de escapar de lo que no tiene escape posible!
Me parece un
acto de refinado sadismo obligarles a ver y a oír hablar de fútbol a todas
horas. Tienen derecho a que los demás respetemos su intimidad. Y lo primero que
se requiere para gozar de intimidad es que nadie se dedique a ponerla a prueba.
Escrito por: ortiz.2006/06/09 06:00:00 GMT+2
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2006/06/08 06:00:00 GMT+2
Zapatero se siente respaldado por
«las minorías». Y con razón, al menos desde el punto de vista parlamentario,
porque cuenta con el apoyo de todo lo que no es PP en el edificio de la Carrera
de San Jerónimo (IU, CiU, ERC, PNV, CC y Grupo Mixto, además de su propio
grupo, claro está).
Resulta lógico que ese apoyo se manifieste
cuando el PP se le tira a la yugular para boicotear el diálogo con ETA o para
dificultar las negociaciones políticas entre los partidos vascos: aunque la
posición del Gobierno de Madrid no sea la que algunos desearían, prefieren
sostenerla, para limitar al máximo el margen de actuación del PP.
Lo que no tiene nada de lógico ni
de positivo es convertir ese apoyo, referido a un solo asunto de carácter
estratégico, en una especie de prejuicio
favorable hacia el Gobierno del PSOE, como si respaldar la acción
gubernamental se hubiera convertido en la norma, y criticarlo, en una
excepción. Cuando lo cierto es que hay buenas razones para tomarse la
solidaridad con el Ejecutivo como una excepción, y la crítica a su labor como
la norma.
Hay críticas de peso que el
Gobierno de Zapatero se viene ganando a pulso mes tras mes y que nadie formula
con la boca grande, armando el jaleo que se merece lo denunciado. Y no hablo sólo de
cuestiones económico-sociales –que las hay para dar y tomar–, sino incluso de
despropósitos que afectan directamente a los Derechos Humanos.
Renuncio a hacer un recuento exhaustivo de esos asuntos. Me limitaré a señalar cuatro que me
vienen a la cabeza sin necesidad de profundizar mucho en la materia.
Uno: Amnistía Internacional señala
que la tortura continúa siendo una práctica recurrente en las comisarías y
cuartelillos españoles y sí, se oyen algunas voces de protesta, pero no se hace
nada por montar el pollo que un asunto así reclama a gritos (y nunca mejor
dicho).
Dos: el 27 de mayo se inaugura en
Nador un museo en memoria de Mohamed Mizzian, militar marroquí que se
distinguió por lo particularmente abyecto de los crímenes que cometió sirviendo
primero a Franco y luego a Mohamed V. Mizzian, al que Franco nombró general de
sus ejércitos, cometió actos de crueldad extrema, como la ejecución sumaria de
soldados republicanos heridos en combate y capturados por sus tropas o la
entrega de niñas españolas a sus soldados para que las violaran antes de
matarlas. Pues bien: el Gobierno de Zapatero envió a Nador a tres representantes, entre
ellos el propio embajador español en Rabat, al acto solemne de inauguración del
museo dedicado a esa alimaña. IU y CiU han pedido explicaciones al
Ejecutivo, pero muy discretamente, como para no molestar.
Tres: ha quedado demostrado que,
en efecto, tal como denunció el Gobierno de Dakar, el Ejecutivo español
devolvió por avión de manera contraria a los Derechos Humanos a un nutrido grupo
de inmigrantes senegaleses sin papeles. Los mandó a Senegal esposados, como si
se tratara de delincuentes, y engañados (les dijeron que los llevaban a la
península). Un acto en la mejor línea de aquel que llevó a Aznar a decir:
«Teníamos un problema y lo hemos resuelto».
Cuatro: ha quedado claro que los
aviones estadounidenses de la CIA que trasladaban ilegalmente a personas
detenidas sin ninguna garantía jurídica hicieron varias veces escala en Palma
de Mallorca, sin que las autoridades españolas movieran un dedo para enterarse
de la clase de pasaje que
trasladaban. Esto en el mejor de los casos, porque nada excluye que realmente
supieran de qué iba aquello. Hay ahí, como poco, una muy grave negligencia, de
la que es responsable el Gobierno de Zapatero. También en este caso ha habido
algunos que han criticado la actuación del Ejecutivo español, pero como para
cumplir, sin más.
Me parece evidente que, o los
partidos más preocupados por las violaciones de los Derechos Humanos movilizan
sus fuerzas para denunciar de manera contundente las pasadas por la derecha del
PSOE y su Gobierno, o en cosa de nada pueden estar ellos mismos cerrando los
ojos a ese tipo de sevicias. No hacer nada efectivo cuando se impone actuar es
una forma de ser cómplice de lo que finalmente ocurre.
Escrito por: ortiz.2006/06/08 06:00:00 GMT+2
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2006/06/07 07:00:00 GMT+2
Espero que no os enoje mucho que
cuente un chiste malo. Claro que lo peor no sería que os pareciera malo –que lo
es–, sino que encima ya os lo supierais. Bueno, confío en que, por lo menos,
convengáis conmigo en que tiene relación con el asunto que trato de ilustrar.
Dicho lo cual, procedo.
Cuenta el cuento que se reúne un
grupo de boys scout con su monitor –o como quiera que llamen al señor mayor que
los dirige– para hacer balance de lo hecho durante la semana y considerar las
buenas obras puestas en práctica por cada uno de los chavales.
«A ver, tú, Pedrito, ¿qué buena
acción has realizado esta semana?», pregunta el hombre al crío que tiene más
cerca. Y el chaval responde sonriente: «Pasé a un ciego de una acera a la
otra». «¡Muy bien! ¡Ese es un acto realmente hermoso!», le felicita. Y prosigue
el recorrido: «¿Y tú, Luisito?». A lo que el aludido contesta: «Yo también».
«Ah, ¿pasaste a otro ciego a la acera de enfrente?». «No, señor –le corrige el
crío–. Fue al mismo». «Al mismo, ¿eh? Vaya, vaya. ¿Y tú, Ramón?». «También», dice Ramón. «¿Al
mismo?», se extraña. «Sí». El adulto, ya decididamente mosca, pregunta al
grupo entero: «¿Alguno de vosotros no
participó en esa buena obra?» «¡La hicimos entre todos, señor!», responden los
rapaces a coro. «¿¿¿Ocho niños para
pasar a un ciego de una acera a otra???», exclama el maromo con evidente
cabreo. A lo que los chavales le responden, no menos enfadados: «¡Es que el cabrón
del ciego no se dejaba!»
Algo así sucede en la escena
política actual. No hay por estos lares partido político, de derecha o de izquierda,
centrífugo o centrípeto, que no esté empeñado en llevar al PP al buen camino. Todos
se arman de paciencia con él, no le tienen demasiado en cuenta ni las
intemperancias ni los insultos directos, le dicen sonrientes y benignos que su
participación es fundamental y que será acogido con los brazos abiertos si
regresa a la congregación del Padre Consenso, etc., etc. «Venga, no seas así;
deja que te ayudemos a cruzar la calle», le ruegan sin parar.
El problema estriba en que el
ciego no quiere cruzar, por muchas facilidades que le den y por muchos
voluntarios que se ofrezcan para agarrarlo del brazo. Con la circunstancia agravante de
que, a diferencia del ciego del chiste, éste no está dispuesto a dejarse pillar
por sorpresa: se ha encadenado a una alcantarilla y se ha amarrado a ella con
diez candados. Nadie le llevará a rastras hasta la sensatez.
Admitámoslo sin ambages: el PP
tiene derecho a ser insensato. A no desear la paz, salvo que se le reconozca el
derecho a imponer las condiciones de rendición de todos los demás. A sentirse
en su salsa con la gresca, enarbolando cuantos tópicos ultraderechistas le
venga en gana.
Que se quede en su acera. Que
diga todo lo que tenga que decir, que los demás hagan lo propio y que sean las
urnas, al final, las que establezcan qué ha de prevalecer.
Mi buena acción de la semana
consiste en defender que el ciego deambule a su aire. Y si se da un castañazo
de mucho cuidado, pues todos tan felices. Él, porque será el resultado de su
libre albedrío, y los demás, por lo mismo: porque será el resultado de su libre
albedrío.
*****
Líos lingüísticos
1º) ¿Quién ha atravesado todas las líneas rojas:
el PP, como cree el PSOE, o el PSOE, como cree el PP? Pues no lo sé, porque no
tengo ni idea de qué puede ser hoy en día una «línea roja», salvando las de
Metro (en Madrid, por ejemplo, la línea Ventas-Cuatro Caminos). Allá por los
años 60 y 70 del pasado siglo, en China se hablaba de «la línea roja
revolucionaria» de Mao Zedong para oponerla a «la línea reaccionaria» de Liu
Shaochi y Deng Siaoping, pero algo me dice que ni el PP ni el PSOE se refieren
a esa «línea roja».
¿No estarán acusándose entre sí de haber sobrepasado todos
los límites? Tal parece.
Bueno, pues, si es así, ¿por qué
no lo dicen en el castellano de siempre, corriente y moliente, en vez de echar
mano de ese inglés mal traducido que nos vino de la mano de la película de
Terrence Malick The Thin Red Line («La
delgada línea roja»)? (Compruebo que algunos conservacionistas emplean la
expresión «línea roja» para señalar el límite por encima del cual no se puede explotar
un bosque sin afectar a su conservación. Pero me da que también
ellos cazaron la expresión tras una excursión por el submundo de las malas
traducciones.)
2º) He visto por televisión un par
de partidos del Roland-Garros y he oído los comentarios de los encargados de
la retransmisión. La cosa sucede en París, pero los servilismos lingüísticos se
mantienen. Les importa una higa la pronunciación francesa del apellido Garros
(para ellos, como si el tal señor fuera burgalés) pero, a cambio, llenan su
relato de constantes anglicismos. Y no me refiero a la jerga propia del juego (ace, deuce, «liftado», etc.), sino al
resto. Por ejemplo: según ellos, ya nadie comete
errores; ahora los errores se hacen
(«make mistakes»). Tampoco hay virtudes que marcan
la diferencia entre unos tenistas y otros; para ellos, las diferencias
también se hacen («make difference»).
El resto, por el estilo.
Nuestra derecha centralista se
muestra muy preocupada porque dice que a los niños en Cataluña no se les enseña
castellano. ¿Por qué se van hasta Cataluña? En Madrid tampoco les enseñan
castellano.
Escrito por: ortiz.2006/06/07 07:00:00 GMT+2
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2006/06/06 06:00:00 GMT+2
Los dirigentes del PP han emprendido una dura pugna entre ellos mismos, a ver quién suelta la más gorda. Aunque su furor vindicativo da para mucho y puede cebarse en cualquier político (o escritor, o artista, o actor, o lo que sea), está claro que el objeto principal de sus iras es Rodríguez Zapatero. Tratándose de él, todos dan lo mejor de sí mismos. O lo peor, porque sucede con cierta frecuencia que, ofuscados por su afán ultrajante, hacen afirmaciones que carecen de sentido o que, consideradas en su literalidad, dicen lo contrario de lo que cabe suponer que pretendían decir.
Tomemos el caso de la más rotunda descalificación que haya producido la Factoría Acebes en los últimos tiempos: «Aunque parezca increíble creerlo, el proyecto de Zapatero es el proyecto de ETA». ¿Aunque parezca increíble creerlo? ¿Seguro? ¿Quiere decir que le parece increíble que alguien pueda creer tal cosa? Supongo que no es lo que quería decir, pero es lo que dijo.
Esperanza Aguirre es otra productora inagotable de patas de banco. Ayer, en un mitin-comida en Lleida, preguntó a Rodríguez Zapatero en plan sarcástico si, puesto que el PSOE se declaraba marxista en 1979, «ha perdido ya perdón por el Gulag» (en referencia a los campos de concentración soviéticos de la época de Stalin). ¡Qué audaz es la ignorancia! Es obvio que la presidenta de la Comunidad de Madrid no tiene ni idea de que ha habido tropecientas tendencias marxistas no sólo diferenciadas, sino incluso radicalmente hostiles al estalinismo, y que muchos de sus integrantes fueron víctimas de Stalin. Por ir al caso concreto: el PSOE ha sido siempre miembro de la Internacional Socialista, organización tradicionalmente enfrentada no sólo al estalinismo, sino al comunismo, en general.
Dispuesta a no reparar en gastos en materia de lógica, Aguirre decidió aprovechar el mismo acto electoral contra el Estatut para autonomizar las sangres. (Sí, aunque parezca increíble creerlo). Apelando a que una de sus abuelas fue catalana, dijo: «Tengo más sangre catalana que los que ahora van de independentistas radicales». ¡Sangre catalana! Bon sang! En nuestra tradición, el ius sanguinis (derecho de sangre) tiene el mismo valor que el ius soli (derecho de suelo). Por lo demás, el primero vale sólo cuando se apela al origen de los padres, no al de los abuelos. Si nos atenemos a esos razonables y arraigados parámetros, Esperanza Aguirre no tiene nada de catalana, en tanto que los hijos de inmigrantes nacidos en Cataluña son catalanes por derecho propio, lo que les autoriza a ser independentistas radicales, tomistas de pura cepa y hasta, si tal es su deseo expreso, forofos del Real Madrid. ¿Tiene Aguirre alguna idea mejor para determinar la catalanidad? ¿Algún sistema de cuotas de sangre, tal vez?
Están que se salen, pero todo es cuestión de esperar. Pronto estarán aún más salidos.
Nota de edición: Javier publicó una columna con el mismo título en El Mundo: Tiempo de desbarro.
Escrito por: ortiz.2006/06/06 06:00:00 GMT+2
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2006/06/05 06:00:00 GMT+2
Jesús Rodríguez, (a) El Koala, lleva metido en los sinsabores de la canción desde 1986.
Fue hace 20 años, en efecto, cuando trató de hacerse profesional del gremio con
un grupo que se hizo llamar «Santos Putos». Desde entonces y hasta finales del
año 2000, no sólo cambió una y otra vez de grupo, sino también de estilo: fue desde
las rumbas hasta el blues, pasando por el reggae, el flamenco rock y media
docena de variantes más. El hombre, que tiene su oficio –no en vano se ha
recorrido año tras año las fiestas patronales de media Andalucía tocando todo lo
que se pusiera por delante–, ha ido brujuleando y probando un poco de todo, con
la esperanza de que alguna vez prendiera algo. Y vaya que sí ha prendido.
Él llama a lo que hace ahora «rock
rústico», aunque a veces –quizá por un cierto pudor, cualquiera sabe– se
conforma con etiquetarlo como «agropop». Sobre la limitada pero contundente base
que me proporciona el conocimiento exclusivo de su obra cumbre, Opá, yo viazé un corrá, para mí que mejor
haría en no meter de por medio las labores del campo –que si rústico, que si
agro– y buscarse otros referentes a su altura musical. En mi modesta opinión, debería
proclamarse heredero directo de Fernando Esteso, autor de La Ramona pechugona, Bellotero pop y otros celebrados hits que tan alegre y festiva nos
hicieron la Transición.
No oculto que el ya celebérrimo Opá, yo viazé un corrá me pone de los
nervios. Supera mi capacidad de aguante (que cada vez es menor: eso también lo
reconozco). Pero, en todo caso, no culpo a Jesús Rodríguez de lo que está
sucediendo con su canción. Estoy convencido de que, si la nuestra fuera una sociedad
en la que lo casposo y lo cutre (tipo Torrente, tipo Manolo el del bombo, tipo Chiquito de la
Calzada, por poner algunos ejemplos cercanos) cayeran mayoritariamente mal, y
en la que el presunto humor de ese género, tan racial él, no tuviera apenas público,
el bueno de Jesús Rodríguez se habría buscado la vida tocando otros palos, que
seguro que está capacitado para ello. Pero, si lo que realmente vende y es
celebrado por las multitudes son los Opá,
pues él hace opás, y aquí paz y
después gloria. Faltaría más.
Decía mi difunto padre a propósito
de no recuerdo ya qué canción que era tan pegadiza «que no es que la oigas una
vez y ya te la sepas, sino que te la sabías antes de haberla oído por primera
vez». El mérito fundamental de El Koala –desdichado
mérito, pero mérito– es que ha fabricado una canción ultrapegadiza, digna
competidora del Aserejé, q.e.p.d. Es lo que tienen este género de
canciones: dan mucho la murga durante algunos meses, y luego se ausentan sin
dejar señas. Pero da igual, porque en cosa de nada aparece otra igual de zafia
y obsesiva que te persigue a todas horas hasta amargarte el día.
Pero, en todo caso, insisto: lo relevante
no es que un autor haga cosas así, sino que cosas así sean celebradas por el
gran público como grandes ocurrencias.
Escrito por: ortiz.2006/06/05 06:00:00 GMT+2
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