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2008/05/19 09:30:00 GMT+2

Qué rollo

No deja de asombrarme la capacidad que tienen algunos (más que algunas: curioso) para leer lo que no está escrito.

Ayer hice en esta sección un comentario que tenía dos aspectos.

El primero, meramente lingüístico, cuestionaba la precisión del término “homofobia”, que es un anglicismo cutre, de los muchos que heredamos de la impropiedad con la que los anglófonos recogen algunos términos procedentes del latín y del griego, y que por aquí tomamos rebotados, en plan papanatas, porque no por casualidad el inglés es el idioma del imperio.

El segundo se refería al entusiasmo con el que el poder establecido asume (superficialmente, insistí) algunas causas que dan buena imagen y apenas cuestan dinero. Éste último punto era el esencial de mi apunte: denunciar lo fácil que le es al Gobierno hacerse el progre cuando no tiene que gastar demasiado en ello, ni en dinero ni en votos.

Estaba claro que lo que pretendía era criticar lo mucho que le cuesta al Poder ser igual de progre cuando se trata de causas en las que se juega miles de millones de euros. Pero no: se ve que no estaba tan claro. Porque cada cual lee lo que le da la gana; no lo que está escrito. Se me echaron encima un montón de lectores que me acusaron prolijamente de vituperar las reivindicaciones de los y las homosexuales, dando por hecho que yo soy un rematado heterosexual y que sangro por esa herida. Leo sus diatribas y me pregunto: ¿y ellos, qué saben? ¿Han estado muchas veces conmigo en la cama? ¿Con qué criterios deducen que, puesto que vivo con una mujer, soy radicalmente heterosexual, pasablemente bisexual o amablemente homosexual?

¿Cuándo abandonaremos de una puñetera vez los argumentos ad hominem? Discútanme lo que he escrito (entrecomillándolo, para que quede claro) y no lo que se imaginan que guardo en mi trastienda subconsciente, de la que no tienen ni idea. En realidad, ¿qué más da lo que yo sea? Lo que importa –si es que importa algo– es lo que escribo, negro sobre blanco.

Cada vez me aburre más polemizar con gente a la que se la trae al pairo lo que los demás hayan dicho o escrito, porque lo que quiere es tomarlos como excusa para soltar su propio rollo y dar rienda suelta a sus obsesiones personales.

Escrito por: ortiz.2008/05/19 09:30:00 GMT+2
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2008/05/18 07:15:00 GMT+2

Cuatro apuntes variopintos

Buen tiempo

Días de descanso en Aigües. En contra de las previsiones meteorológicas, hemos tenido sol y buena temperatura.

No digo “buen tiempo” porque ya sé que lo bueno y lo malo depende no sólo de los intereses de cada cual, sino incluso de los distintos estados de ánimo.

Ayer nos hizo una mañana soleada, que nos permitió hacer una pequeña excursión montañera (aunque mejor sería llamarla paseo, que resulta menos pretencioso). Nos divertimos.

Por la tarde se encapotó y se puso a llover. Al principio con mucha fuerza, pero luego, durante tres o cuatro horas, de un modo que no es nada típico en estas tierras mediterráneas: en forma de llovizna, o de sirimiri, que decimos los vascos (o de calabobos, o de orvallo, que lo llaman en otras partes).

Me gustó caminar un rato bajo esa apacible lluvia, que no sólo era buena para la agricultura (ya se sabe: “como agua de mayo”), sino también para el espíritu. Para el mío, por lo menos.

Luego volvió a despejarse y el cielo del ocaso se llenó de colores.

Fue una hermosa jornada.

Buenos días nos dé Dios

Es casi una metáfora de cómo va España. En tiempos, Radio Nacional tenía dos espacios católicos fijos en su programación diaria. En los minutos anteriores a las 6 de la mañana, sacaba a un cura para que se echara un sermoncito de pretensiones amables, y a eso lo llamaba “Buenos días nos dé Dios”; luego, a las 12 en punto, nos metía el ángelus, oración dedicada al llamado misterio de la Encarnación: “...Y el ángel del Señor anunció a María, y concibió por obra del Espíritu Santo”, etc.

El esfuerzo secularizador de la democracia española ha logrado la hazaña de que la radio pública prescinda del ángelus del mediodía, pero no (¡después de 30 años!) que acabe con el “Buenos días nos dé Dios”, con el que nos castiga todas las mañanas antes del amanecer. Madrugador empedernido, acabo de tragarme un petardo de José María Gil Tamayo, que es –eso he entendido– algo así como el secretario de propaganda de la Conferencia Episcopal. El cura, melifluo hasta el hartazgo, ha tratado de convencer a la audiencia de que está feo gastarse mucho dinero en las fiestas que se celebran tras las comuniones. (De lo que cobran ellos por bodas, funerales, bautizos y comuniones no ha dicho nada, por comprensible recato.)

Es igual. Aunque se hubiera echado un mitin a favor de la revolución socialista. No veo por qué esa confesión religiosa debe gozar de un espacio de propaganda diario en un medio de comunicación que sufragamos todos los contribuyentes, militemos en otras iglesias o en causas todavía más absurdas, como la defensa de los Derechos Humanos.

O sí lo veo: es como todo lo demás. Es otra prueba más, entre cientos, de que en 1976 aquí triunfó la reforma, y no la ruptura.

Otra semejante

En la corrida del viernes en Las Ventas, dentro de los festejos de la Feria de San Isidro, el público guardó un minuto de silencio para protestar por la brutalidad de ETA.

Inmediatamente después, los toreros se entregaron a la tarea de lancear, banderillear y clavar espadas para dar muerte a seis toros.

No soy tan imbécil como para no apreciar la honda diferencia que hay entre disfrutar con el asesinato de una persona y deleitarse con la masacre de unos animales. Pero juntar la reprobación de lo primero con el festejo de lo segundo sugiere un cierto retrato de la España pudiente.

Entre el tropel de gente guapa asistente distinguí a José Luis Corcuera y a Enrique Múgica, entre otros muchos defensores del Estado de Derecho.

Homófobos y machistas

No voy a insistir en el atropello lingüístico que supone calificar de “homófobo” a quien se mete con los (y las) homosexuales. O sí, insistiré: el prefijo “homo” viene del griego y quiere decir “igual” (no tiene nada que ver con el homo-hominis del latín, y más vale, porque en caso contrario excluiría a las lesbianas). De modo que “homófobo” habría de servir para designar a quien se opone a sus iguales, lo que no acabo de ver qué podría ser. Pero el término ya se ha impuesto, por absurdo que sea (de hecho, sigue sin figurar en el DRAE), así que me avengo a usarlo, aunque siga quejándome.

Pero no era ése el objetivo de este apunte, cuya intención es apuntar contra el hecho de que nuestra sociedad bienpensante –quienes guían sus pasos– haya decidido lavar sus vergüenzas considerando intolerables algunas muestras de discriminación, para mejor disimular su indeferencia ante la casi totalidad de las demás. Por supuesto que me parece intolerable que se discrimine a la gente homosexual y que me repugnan las agresiones machistas. Pero, ¿por qué esas muestras de comportamiento antisocial merecen una condena (formal) tan unánime y un trato tan preferente en los mismos medios de comunicación que apenas hablan de la explotación laboral, a menudo inaudita, de la imposibilidad de la gente joven y no tan joven para costearse una vivienda digna, de los contratos basura, de la miseria del trabajo doméstico, de los escandalosos beneficios obtenidos en tiempos de crisis por la banca, de las condiciones de trabajo que rigen bajo los plásticos de El Ejido... etc., etc.?

La clase dominante española, que incluye muy diversos estamentos y a la mayoría de los partidos políticos, tiene a ver mostrarse sensible ante las causas que resultan tan estéticas como baratas.

Escrito por: ortiz.2008/05/18 07:15:00 GMT+2
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2008/05/17 05:15:00 GMT+2

Demasiada doble moral

Este Ortiz (o sea, yo) se habría puesto en cosa de segundos de acuerdo con la otra Ortiz (Telma) en que sus andanzas privadas no son de interés general y que, por tanto, tiene todo el derecho del mundo a hacerlas sin que la persigan para inmortalizarlas en papel couché (que en francés, por cierto, quiere decir “acostado”).

A no ser que ella misma haya dado pie a que sus intimidades sirvan de carnaza para los medios dedicados al cotilleo, cosa que ignoro, pero me dicen que no.

Imagino que la vida de esa señora, en tanto que hermana de la princesa de Asturias, tendrá una cierta dimensión pública, porque acudirá a algunas recepciones y otros actos protocolarios invitada por sus regios familiares. En ellos podrá ser fotografiada sin parar, claro. Pero, finalizado ese capítulo, el resto es cosa suya. Puede salir o entrar con quién le dé la gana (y ser madre o abortar, enamorarse o reñir, tener un amante o siete) sin que su parentesco con la princesa le obligue a aguantar que una docena de ocupados en entretener a los desocupados la persigan para ver si captan lo que come, a quién besa o qué cara pone cuando hace fuerza en la taza del WC.

Lo más irritante es que esta polémica se haya montado en un país cuya prensa es especialista en ocultar cuidadosamente las actividades de tarambana de la mayor autoridad del Estado. A mí, que el rey de España se lo monte así o asao me trae sin cuidado, siempre que lo haga en horas libres y que luego no nos dé por Navidad lecciones de moralidad católica. Pero si por acudir a citas galantes hace dejación de sus obligaciones, como sucedió cuando retrasó la firma del decreto de nombramiento de un ministro de Exteriores porque estaba desaparecido en Suiza en compañía de una señora, entonces me parece obvio que se trata de un comportamiento privado de interés público, que merece todas las portadas que se quiera.

Pero no las hubo.

¿Hemos de entender, entonces, que es un asunto clave para la libertad de expresión saber qué narices hace la hermana de la nuera del jefe del Estado cuando va de aquí para allá, pero que el respeto constitucional a la intimidad debe cubrir las actividades privadas más o menos estrafalarias del propio jefe del Estado, incluidos los presentes que recibe, navegables, con ruedas o en metálico?

Demasiada doble moral junta.
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Coda.– Hace unos días lo hablaba con un conocido, que me preguntó: "¿No te angustia tener que escribir una columna todos los días?". Podrá pareceros que mi respuesta fue propia de alguien de Bilbao, pero no, porque soy de Donostia y no se me dan las fantasmadas. Le dije: "La mayoría de los días lo que me fastidia es no poder publicar más columnas".

Tengo constantes ganas de responder a las realidades que me provocan. Normalmente acumulo los temas para tener un colchón de columnas de reserva en el que apoyarme por si he de viajar, o por si tengo un día demasiado liado, o por si no me encuentro bien (mis gripes son antológicas). Pero en otras ocasiones soy incapaz de aguantar las ganas y me pongo a escribir, así sean Apuntes del Natural como éste de hoy, o como los dos de ayer.

Y todavía tengo sobre la mesa de trabajo un recorte cuyo titular dice: "El fantasma del racismo emerge con el avance de Obama". ¿A que da ganas de escribir también sobre eso?

Escrito por: ortiz.2008/05/17 05:15:00 GMT+2
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2008/05/16 07:15:00 GMT+2

Dos apuntes americanos

Primero.–  Hace años que no pongo en duda por principio ninguna hipótesis de estupidez humana, pero la idea de que un guerrillero deambule por la selva con tres ordenadores en los que lleva sin ninguna necesidad pruebas de altos secretos comprometedores se me hace bastante cuesta arriba. Admitamos por un instante que fuera cierto que los gobiernos de Venezuela y Ecuador han apoyado monetariamente a las FARC, o al revés. ¿Qué necesidad tenía el guerrillero Raúl Reyes de llevar constancia de ello en tres ordenadores portátiles que podían ser interceptados, robados e incluso extraviados, al desplazarse su dueño en condiciones tan difíciles e inseguras? ¿Para qué conservaba esos documentos? ¿Para hacer la declaración trimestral del IVA?

Quien sostiene la veracidad de esas imputaciones es Ronald K. Noble, secretario general de la Interpol. Pero el señor Noble, ex empleado del Gobierno de Washington, no resulta demasiado de fiar, y no sólo por su pasada (¿pasada?) vinculación con la Administración de los EEUU. Su parcialidad pro-Uribe es manifiesta, como lo prueba que haya evitado hacer ninguna observación crítica sobre cómo fueron incautados esos ordenadores, en condiciones claramente ilegales. Esas presuntas pruebas están contaminadas de origen.

La propia Interpol dista de ser una organización libre de toda sospecha. Recordemos que su anterior presidente hubo de dimitir tras revelarse que tenía relaciones ocultas con un importante mafioso sudafricano.

Ronald K. Noble no ha estado muy a la altura de su apellido. En su informe sobre los ordenadores, da un curioso salto argumental. Primero dice que “los expertos” no han encontrado nada que pruebe que hayan sido manipulados, y luego pasa a afirmar que no lo han sido. Hasta el más torpe de los policías sabe que una cosa es no poder probar algo y otra muy distinta que ese algo no se haya producido.

Digno de mención: casi toda la Prensa española da esta mañana por hecho que lo que dice Ronald Noble va a misa.

Segundo.– Vuelve a manejarse en estos días, con motivo de la reunión de la Cumbre de los Pueblos (la contra-cumbre de gobernantes europeos y americanos que se está desarrollando en Lima), la muy popular consigna alternativa: “Otro mundo es posible”.

Habré de reiterar, entonces, el escepticismo que me provoca esa afirmación.

No tendría nada que objetar si se dijera que cabe imaginar, como ejercicio teórico, otro modo de organizar el mundo: las relaciones entre los países, los intercambios económicos, las diferencias de clase... Cabe pensar otro modelo, justo e igualitario. Pero, ¿con qué fundamentos puede afirmarse que es posible?

Para empezar, no hay nada que asegure que ese modelo imaginario, en el hipotético caso de que cupiera llevarlo a la práctica, fuera a dar como resultado un mundo calificable de justo e igualitario. La experiencia humana ilustra elocuentemente más bien sobre lo opuesto: todos los intentos que ha habido a lo largo de la Historia de crear sociedades estupendas, integradas por seres libres e iguales, se han ido al carajo un poco antes o algo después, dando paso a formas de explotación y opresión distintas de las anteriores, pero también muy injustas y muy desiguales. A veces más soportables, eso es cierto, pero rotundamente fallidas en cuanto al enunciado inicial.

En segundo lugar, es tal la desproporción de fuerzas de todo tipo que hay hoy en día entre quienes quisieran “otro mundo” y quienes se están forrando con éste que mucho me temo que haya que poner bastante en duda ese “es posible”. Las fuerzas opuestas al tinglado que nos domina a escala internacional son numerosas, pero dispersas, desorganizadas y poco coherentes.

¿Es inútil combatir, entonces? ¡Desde luego que no! Lo que yo discuto es que haya que animar a la gente a la lucha diciéndole que es posible vencer. Creo que es mucho mejor dejarse de quimeras e incitar a los demás al combate apoyándose en lo que no ofrece duda: lo existente da asco.

Sé que hay que estar en contra de este mundo. Lo del otro mundo lo dejo para los creyentes.

Escrito por: ortiz.2008/05/16 07:15:00 GMT+2
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2008/05/12 05:30:00 GMT+2

Sí sabe, sí contesta

El sábado decidí cambiar la columna que tenía prevista en Público y mandé otra para sustituirla. No tuve suerte y, por problemas de coordinación interna del periódico, no se produjo el cambio requerido, con lo que salió una columna en el periódico y otra en mi blog personal. Hoy (todavía no lo sé, porque estoy escribiendo esto de madrugada) es fácil que ocurra lo contrario.

No vale la pena que nadie se tome el trabajo de imaginar problemas que vayan más allá de los meramente funcionales.

Desde hace algunas semanas, vengo recibiendo bastantes correos electrónicos cuyos remitentes hacen elucubraciones que parten del dato de la colocación mejor o peor de mis columnas dentro de la edición digital de Público. Pierden el tiempo. Es algo que no responde por sistema a ninguna decisión humana, ni amable ni perversa, sino al funcionamiento de un robot, que va acumulando las columnas de los colaboradores en función de su hora de entrada, de modo que las más madrugadoras, como suelen ser las mías, tienden a aparecer al final. Ha bastado con retrasar el toque final de las últimas para que hayan aparecido en posiciones preferentes. Es así de sencillo.

Otra cosa es que todo se pudiera hacer mejor, pero para eso Público necesitaría tener una plantilla más amplia, y un periódico en sus comienzos está obligado a vigilar muy mucho su cartera. He asistido ya en primera persona al nacimiento de tres diarios de información general (Liberación, El Mundo y Público) y sé de qué hablo. El que se planteó la cosa de manera más altruista, Liberación, fue el que se dio más prisa en fenecer.

Puestos a especular, los ha habido que también han especulado con el hecho de que yo asistiera el pasado jueves a la presentación en Madrid de la biografía de Pedro J. Ramírez y de que El Mundo decidiera destacar al día siguiente mi asistencia al acto, publicando una fotografía que daba cuenta de ella. Los habituales de esta web saben que, pese a nuestras muy profundas diferencias ideológicas y políticas, tengo buena relación personal con Ramírez, que me ha demostrado reiteradamente su aprecio personal y profesional, cosa que siempre he agradecido, aunque no lo manifestara mientras trabajé para él, en aplicación de uno de mis principios privados: “Contra el patrón como contra la Patria: con razón o sin ella”.

Fui al acto porque me apetecía, charlamos un rato y quedamos en seguir charlando. Eso es todo. No lo hice pensando en ningún futurible, entre otras cosas porque casi carezco de futuro: me jubilo dentro de cuatro años y medio. Y tengo unas ganas de mandar el periodismo (eso en lo que ha acabado por convertirse) a freír espárragos…

Escrito por: ortiz.2008/05/12 05:30:00 GMT+2
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2008/05/06 06:00:00 GMT+2

La otra cara de Calvo-Sotelo

Los obituarios que se están dedicando a Leopoldo Calvo-Sotelo ponen el acento en algunos aspectos de su biografía, pero pasan de puntillas sobre otros que son también definitorios de su trayectoria política. Así, eluden recordar que fue procurador en las Cortes franquistas. Tampoco insisten en que, como ministro del Gobierno de Arias Navarro, fue corresponsable de actuaciones y decisiones graves, a veces luctuosas (aunque cabe suponer que, sentándose en aquel Consejo de Ministros personajes como Fraga, Suárez y Martín Villa, estaría más de oyente que otra cosa).

Se resalta que el intento golpista del 23-F se produjo en el momento en el que iba a votarse su candidatura a la Presidencia del Gobierno, una vez dimitido Suárez. Lo que no se menciona es que, meses después, promovió –de acuerdo con el PSOE, conviene recordarlo– la Ley Orgánica de Armonización del Proceso Autonómico (LOAPA), que fue claramente un intento de atender parte de las exigencias militares que estaban detrás de los afanes golpistas. La LOAPA limitaba considerablemente aspectos de los Estatutos de Autonomía que el sector más reaccionario del Ejército consideraba poco menos que separatistas. En 1983, ya con Felipe González en la Moncloa, el Tribunal Constitucional negó el carácter orgánico y armonizador de la LOAPA y declaró anticonstitucionales 14 de sus 38 artículos. Sabiendo lo dócil que era por aquel entonces el TC con el Gobierno del PSOE y el interés que éste tenía en no ver desautorizada una ley que consideraba propia, no es difícil hacerse idea de hasta qué punto era un engendro. Su parte más estrafalaria, desde el punto de vista jurídico, es que trataba de enmendar partes fundamentales de una ley de rango superior con otra de rango inferior. Pero peor era su significación política: cedía ante quienes veían en los estatutos vasco y catalán un intento de «desmembración de España».

Calvo-Sotelo fue también responsable del ingreso del Estado español en la OTAN, decisión que tomó sin consulta alguna, a sabiendas de la impopularidad de la medida. Sus defensores argumentan que lo hizo para favorecer que las Fuerzas Armadas españolas se fundieran con las de los estados occidentales, lo que las alejaría de cualquier veleidad golpista. Es una interpretación benévola imposible de refutar: las intenciones de cada cual son exclusivamente suyas. En todo caso, de lo que no hay duda es de que el finado Calvo-Sotelo era muy atlantista. O sea, que nos metió en un sitio que le gustaba. Aparte de eso, dudo que para entonces hubiera en España muchos altos responsables castrenses que no fueran ya conscientes, al margen de sus propias querencias ideológicas, de que cualquier intento de regreso a la dictadura estaba condenado de antemano al fracaso.

No tuve nunca ocasión de hablar con él. Mejor dicho: nunca estuve con él, porque lo de hablar es otra cosa. Me contó Xabier Arzalluz que se entrevistó con él en alguna ocasión durante el breve tiempo en el que ejerció de presidente de Gobierno, y que se desesperó ante su perfecto hermetismo hierático. No soltaba prenda. El entonces presidente del PNV dudaba de las razones de la incomunicabilidad del personaje: ¿era que no quería decir nada, que no tenía nada que decir, que no sabía qué decir, o qué?

De todos modos, hay un par de aspectos de la personalidad de Leopoldo Calvo-Sotelo que tampoco se están resaltando y que, bien mirados, a mí me parecen positivos. El primero es su carencia de eso que por aquí se suele llamar «carisma». Era cualquier cosa menos seductor. Estaba tan distante como cualquier otro dirigente político, pero él no lo disimulaba. Eso, en un mundo político en el que tienen tanto predicamento los vendedores de imagen, resultaba de agradecer.

Lo otro que merece la pena valorar de él es que, cuando se retiró, se retiró.

Escrito por: ortiz.2008/05/06 06:00:00 GMT+2
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2008/04/27 06:00:00 GMT+2

Degradación de los medios

Noto un creciente desaliño en la confección de los más importantes periódicos españoles y, de manera especialmente llamativa, en El País, en el que puede que el deterioro resalte más porque antes tenía un control de calidad relativamente alto.

No estoy refiriéndome a los contenidos ni a la línea editorial (ése es otro asunto), sino al rigor técnico, profesional. La redacción de los textos es ramplona y descuidada; la mezcla de información y opinión, constante; el montaje, efectista pero confuso; la elección de las fotos, hecha al buen tuntún, como para rellenar… Podría poner ejemplos a mansalva, pero hay algunas pifias de los últimos días que me han dejado estupefacto. ¿Cómo es posible meter una noticia destacada en la que se insiste en afirmar que una procesada que se llama Dolores tiene como nombre de guerra “Lola”? ¿Qué clase de nombre de guerra es ése? Los nombres de guerra se eligen para disimular la verdadera identidad y, que yo sepa, las Lolas siempre han sido Dolores. ¿Tienen previsto decir, la próxima vez que se refieran al último ex premier británico, que se trata de «Anthony Blair, alias Tony»?

No ya el cuerpo de las noticias; incluso los títulos y subtítulos están con frecuencia mal redactados, con llamativo desprecio del diccionario, la gramática y los libros de estilo. Es penoso.

El fenómeno puede tener dos explicaciones, en nada excluyentes.

La primera es la degradación del rigor del lenguaje mediático, político y literario, cada vez más apabullante en España. Se habla y escribe de manera abúlica, echando mano de constantes frases hechas y tópicos, que nadie se toma el trabajo de pensar dos veces. Y como el resultado tampoco parece que incomode a quienes escuchan o leen, todos tan felices.

La segunda explicación, acumulable a la primera, es que los responsables de los medios de comunicación españoles están tan ocupados en sus batallas empresariales, viendo qué compran y qué venden (o quién los compra y quién los vende), que no tienen tiempo para ejercer de periodistas rigurosos, en el hipotético caso de que supieran hacerlo.

Esto último me tiene especialmente fascinado en las últimas semanas. O mareado, más que fascinado. Es tal la cantidad de informaciones y rumores que corren sobre cambios de propiedad en los grandes medios de comunicación que ya no tengo ni idea de cómo están en este mismo momento las cosas, y mucho menos aún de por dónde van a ir.

Además, tampoco es que me importe demasiado. Doy por hecho que, cambie como cambie la titularidad de las acciones de este, el otro o aquel, el rollo de fondo que soltarán seguirá siendo el mismo.

Escrito por: ortiz.2008/04/27 06:00:00 GMT+2
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2008/04/21 05:30:00 GMT+2

Sin ambulancias

En pocos días he pasado de estar sometido al ruido enloquecedor del centro de Madrid a notar la fuerza del silencio de la montaña alicantina.

En Madrid, el piso en el que paro está en lo alto de una calle estrecha y muy frecuentada. Las  casas hacen el efecto de una caja de resonancia. Las radios, las bocinas de los coches, las voces, las persianas de las tiendas, las sirenas de las ambulancias (no sé por qué, pero para mí que casi todas las ambulancias que circulan por Madrid pasan por mi calle), los tubos de escape de las motocicletas… El conjunto puede resultar enloquecedor. Y no tiene remedio, porque, si tomo medidas para aislarme, entonces no oigo ni el teléfono ni el timbre de la puerta, y necesito oírlos.

Pero, en cosa de pocas horas, como ha ocurrido en estos días, me traslado a mi casa mediterránea, perdida en el quinto pino, totalmente alejada del mundanal ruido, y el cambio es total.

Aquí no hay nada de lo de Madrid. A veces pasa un coche por la lejanía y se oye un leve zumbido. Hay ocasiones en las que el eco me trae algo de la música que ponen en alguna de las casas de los alrededores. O de las voces de una conversación festiva, de comida de fin de semana al aire libre. Lo que más suena, por lo general, es el canto de los pájaros. Anteayer me entretuve distinguiéndolos, sentado bajo el sol, y separé media docena de trinos diferentes.

Pero el teórico silencio campestre también pasa sus facturas.

Hace una hora, más o menos, me ha despertado un ruido. Tal vez el viento, que azotaba fuerte, hubiera derribado un tiesto. Eran las 3 de la mañana.

A partir de ahí, tumbado en la cama, he empezado a oír los sonidos del silencio, casi todos misteriosos para mí. ¿Una rama rota? ¿Un gato persiguiendo un ratón de campo? ¿No andará rondando alguien por los alrededores?

He encendido la radio, pero resultaba todavía más inquietante: sólo había gente desvelada que pormenorizaba angustias angustiantes.

Así que he optado por levantarme y ponerme a escribir.

Como en Madrid, pero sin ambulancias.

Escrito por: ortiz.2008/04/21 05:30:00 GMT+2
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2008/04/19 08:45:00 GMT+2

Es conferencia

Ayer di una conferencia en Petrer. Para quienes no lo sepan, diré que Petrer es un pueblo importante de la comarca del Vinalopó, dentro de la provincia administrativa de Alicante. No muy alejado de mi casa de Aigües. A una hora de coche (conducido a velocidad moderada), según pude comprobar a mi regreso.

La conferencia no tuvo ningún interés para mí, porque ya me la sabía. Para el público asistente, no lo sé: la buena educación mueve a quienes soportan este tipo de rollos a decirte luego que les ha interesado, pero no es forzosamente cierto. Lo peor es que olvidé poner el cronómetro en marcha cuando inicié mi perorata, fallo que me llevó a pasarme de frenada y tirarme hora y cuarto hablando sin interrupción. (La experiencia me dicta que, técnicamente, una buena conferencia debe durar unos 50 minutos. Aguantar a un señor que habla y habla durante 75 minutos es más de lo que se le puede pedir a cualquier persona razonable.)

A mí, de las conferencias (de las mías) lo único que me interesa es lo que las rodea. Es decir, la oportunidad que me proporciona de hablar con gente poco o nada conocida, sea antes de empezar el acto o, sobre todo, al final, en la cena que suele congregarse para clausurar la jornada. Ayer no fue excepción. Me permite “tomar la temperatura” a las personas que se interesan por este tipo de asuntos, que son de las más inquietas y críticas de cada sitio. Así puedo saber hasta qué punto están informadas (y de qué), por dónde van sus inquietudes, cuál es su geografía política y sus códigos de interpretación de lo que sucede. El resultado no siempre resulta entusiasmante, pero malamente podría quejarme: yo tampoco lo soy.

Podrá parecer tontería, pero lo que llevo peor de estas experiencias, que cada vez prodigo menos, es su resultado físico. Estar una noche por ahí hasta las tres de la madrugada, como ayer, hace que al día siguiente esté como para recogerme con pala.

No sé. Para mí que va a ser culpa de la edad.

Escrito por: ortiz.2008/04/19 08:45:00 GMT+2
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2008/04/15 08:50:00 GMT+2

Una pifia y una reflexión

La pifia de mi columna de ayer fue notable. No sé por qué (bueno, sí sé por qué: porque no tengo ni idea de alemán), siempre había pensando que el Bayern de Múnich llevaba ese nombre porque estaba vinculado en su origen o por patrocinio con la empresa química Bayer, al igual que el Bayer Leverkusen, y así lo dejé caer, tan alegremente. Me tocó descubrir pocas horas después que el “Bayern” se llama así porque es de Baviera, y no tiene nada que ver con la problemática empresa que fundó el señor Bayer. Mi enfermizo sentido del ridículo me hizo sentirme en la obligación de pedir rápidas y abochornadas disculpas públicas por mi patinazo, tanto a los lectores de Público como al Bayern de Múnich.

Pero, por lo que me han contado, mi columna provocó otra tanda de misivas, éstas relacionadas con las relaciones entre deporte y nacionalismo. A los listillos de siempre les dio por entender que mis críticas estaban dictadas por mi manía a “lo español” y que jamás habría escrito algo parecido si en el partido de fútbol –en el que fuera– hubieran estado implicados equipos de mis preferencias. ¡Ah, si hubieran sido vascos, o catalanes!

Estamos en lo de siempre. Si recurrieran a la hemeroteca, verían que me declaré horrorizado, hace no tantos años, ante la posibilidad de que el equipo de fútbol de mi pueblo (la Real Sociedad de San Sebastián) ganara el Campeonato Nacional de Liga. Mostré mi pavor ante la avalancha de nacionalismo (o incluso de localismo) que eso podría acarrearnos a los donostiarras y manifesté mi deseo de que tal cosa no ocurriera. Cuando finalmente no sucedió, me declaré aliviado, lo que no me hizo ganar muchas simpatías entre algunos de mis próximos.

Son ganas de no entender que haya quien pueda sentir franca aversión por las manifestaciones más irracionales, viscerales y prepotentes del cariño por su propia tierra y por los éxitos de sus vecinos, sean de origen o traídos de donde sea a golpe de talonario.

Dicho lo cual, me disculpo por lo tardío de esta aportación a la Red. Ayer tuvimos una muy grata cena republicana que unos cuantos prolongamos hasta las cuatro y pico de la madrugada, dándole a la mui. Así que podéis imaginar el espesor que alguien como yo, que para las 12 de la noche está casi siempre en la cama, arrastra esta mañana.

Escrito por: ortiz.2008/04/15 08:50:00 GMT+2
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