Supongo que habréis tenido ocasión de ver en la televisión o de oír por radio el número que montó ayer en la Audiencia Nacional el miembro de ETA Iñaki Bilbao Goikoetxea, amenazando con «arrancar la piel a tiras» y «dar siete tiros» a los jueces que se le pusieron por delante, a lo que añadió una larga serie de insultos y de alusiones a la falta de cojones de los susodichos. De todos modos, lo que a mí me llamó más la atención ern medio del guirigay que montó fue la rotundidad con la que afirmó que él seguirá defendiendo la lucha armada de por vida. Esa promesa dejó ver a las claras su oposición a la línea defendida actualmente por la dirección de la propia ETA.
Por lo que he visto en los últimos juicios que se han desarrollado en la Audiencia Nacional contra integrantes de ETA, éstos han adoptado dos actitudes básicas: unos se han dedicado a despreciar por completo al tribunal, de manera más o menos aparatosa (el que más, Iñaki Bilbao, desde luego), en tanto que otros, sin dejar de rechazar la legitimidad del tribunal español, han apelado a las nuevas condiciones creadas por la tregua y por las conversaciones entre el Gobierno de Madrid y ETA. Si hay dos líneas políticas entre los presos, cuáles son y a cuántos de ellos abarcan la una y la otra, es algo que yo no sé, pero que parece deducirse de sus distintas actitudes.
Lo que sí sé es que los espectáculos como el que montó ayer Iñaki Bilbao contribuyen a debilitar la posición dialogante de Rodríguez Zapatero y a reforzar la ofensiva que está en marcha contra ese posible diálogo, enquistando las posiciones hostiles de buena parte de la opinión pública española, que quiere que cese la violencia de ETA, pero no admite que eso suponga conceder determinadas contrapartidas a sus integrantes. Se comprenderá que es muchísima la gente a la que la simple idea de que sea puesto en libertad alguien que anuncia con tanta rabia su voluntad de seguir matando le produce una repulsión total.
Para que el tan traído y llevado proceso pueda seguir su curso se requieren unas condiciones de distensión creciente, que tanto las constantes iniciativas de hostigamiento de la Audiencia Nacional contra Batasuna como las muestras de ferocidad al estilo de la de Iñaki Bilbao impiden. Así, no sé si vamos a algún lado, pero desde luego no a buen ritmo.
No me es difícil imaginar quiénes se estarían frotando las manos ayer con la visión de los incidentes de la Audiencia Nacional. Apuesto cualquier cosa a que Arnaldo Otegi no fue uno de ellos.