Estoy dispuesto a promover la creación de una fundación, o algo de ese estilo, que se llame «In Vino Veritas», dedicada a propagar la idea científica y demostrable de que lo único que hacen los alcoholes y estupefacientes de toda suerte es ayudar a que se exteriorice el fuero interno de las personas, pero que inventar, lo que se dice inventar, no inventan nada. Si eres borde o mala persona, ándate con ojo, porque lo mismo medio litro de orujo te desinhibe y nos lo demuestras, pero si eres un buen tipo, ándate con ojo, porque lo mismo te haces polvo el hígado, pero a los demás sólo nos habrá de preocupar tu estado de salud y lo pesadito que puedas ponerte, pero no nuestra integridad, porque no hay orujo que convierta a un buen tipo en un cabrón.
Como explicó muy didácticamente Mao Zedong, las causas externas actúan a través de las causas internas, razón por la cual el calor puede lograr que un huevo se convierta en pollo, pero no hay calor que transforme una piedra en pollo. Pondré yo un ejemplo más local y menos amarillo: tengo un amigo que derivó en alcohólico, por esas cosas que tiene la vida, y que luego dejó de beber, por esas cosas que también tiene la vida, pero siempre, en un estado y en el otro, fue –sigue siendo, por fortuna– un individuo educado y pacífico, al que nunca le dio por agredir a nadie. Lo más cercano que ha tenido en su existencia al verbo agredir es el verbo agradar, que lo conjuga sobre todo en su voz pasiva.
In vino veritas? En el vino no está la verdad, porque la verdad no está en ninguna parte, pero tenían razón los clásicos latinos que pusieron esa idea en circulación. Los tipos que ofenden, hieren y matan echando la culpa a la ingesta de sustancias estupefacientes son, amén de agresores, unos falsarios.
Me imagino harto de grifa (que nunca la he probado) y nadando en alcohol (que sí), puesto delante de una adolescente inmovilizada e invitado a violarla. Por mis muertos que me liaría a mamporros con quienes propiciaran esa escena. In vino veritas.
No sé qué asociación de soldados de los EEUU ha pedido que, a la hora de juzgar a un grupo de compañeros suyos que han sentado en el banquillo por torturar, violar y matar a una niña iraquí, se tenga en cuenta «el estrés que les llevó a consumir alcohol y estupefacientes».
Yo pediría que se juzgara no sólo a quienes cometieron el crimen, sino también a toda la soldadesca que muestra complicidad con los criminales, fingiendo que no entienden esa proposición tan sencilla: no hay calor que convierta una piedra en pollo.
Lo que en realidad están respaldando es otra proposición que por aquí conocemos muy bien: «Hoy por ti, mañana por mí».
Nota de edición: Javier publicó una columna con el mismo título en El Mundo: In vino veritas.