Mi buen amigo Gervasio Guzmán –al que veo un tanto excitado por la proximidad de la republicación de mi libro sobre el matrimonio, en el que él tuvo amplia participación (*)– se muestra cada vez más incisivo en sus comentarios sobre la actualidad. Ayer me telefoneó para hacerme dos.
El primero se lo ha inspirado, según me cuenta, una conversación que ha tenido recientemente con un latinoamericano conocido suyo que, por lo visto, decidió echarle un sermón sobre la responsabilidad de sus ancestros –los de Gervasio, en tanto que representación circunstancial de los españoles en general– en la represión y explotación de las poblaciones indígenas americanas. «Lo más curioso –me dice Gervasio– es que el hombre en cuestión tiene rasgos evidentemente europeos, como los del propio Fidel Castro, el difunto Che Guevara o tantos otros políticos latinoamericanos... “Mis antepasados”, le repliqué, “no tuvieron culpa de nada, porque se quedaron en España. Si quieres establecer responsabilidades históricas de ese género, búscalas entre tus antepasados, que son los que marcharon a América a ejercer de colonizadores”». No tuve más remedio que darle su parte de razón a Gervasio, pero le añadí un matiz: «Recuerda, de todos modos, que de ese mismo tronco surgieron en América Latina muchas ramas. Simón Bolívar, el Libertador, nació en una familia de origen vasco, y su pensamiento lo formó tras un viaje por Europa, en el que se empapó de los ideales de la Ilustración». Pero Gervasio estaba demasiado satisfecho de su idea como para flaquear tan pronto: «Déjate de rollos. Yo me limito a decir que mis antepasados no hicieron nada en América, porque nunca estuvieron allí».
La segunda cavilación de Gervasio tiene que ver con el deporte. «¿Te has fijado en que el deporte se ha convertido en un campo propicio para todos los subjetivistas? Hace un par de semanas le hicieron una entrevista en televisión al entrenador de un equipo juvenil de fútbol que se disponía a jugar una final. Pues al periodista no se le ocurre nada mejor que preguntarle si sus jugadores “están motivados” lo suficiente como para ganar. ¡Habrase visto! ¿Cómo no van a estar motivados unos críos que juegan una final? El entrenador, hombre sensato, le contestó que motivados lo estaban a tope, pero que los del equipo contrario también, así que lo esencial iba a ser jugar mejor. Te pongo este ejemplo pero podría ponerte toneladas más. Lo de la motivación se ha convertido en el tópico más al uso en todos los deportes. ¿Has visto tú alguna vez a un deportista que se juegue algo realmente importante, cuya actuación vaya a ser transmitida por televisión y toda la pesca, y que salga abúlico, sin ganas?».
Le contesto que sí, que lo he visto, pero que se ha tratado siempre de deportistas millonarios. Se ve que les millones tienden a generar apatía.
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(*) Matrimonio, maldito matrimonio fue publicado en 1991. Tuvo dos ediciones, lo que no está mal, pero una presencia efímera en las librerías (lo que sí estuvo mal, sobre todo para mí), porque fue tratado como uno más de los muchos libros de cómo que aparecían por entonces: cómo conseguir esto, como librarse de lo otro... Un conocido mío llegó a publicar un libro titulado Cómo acabar con los libros de cómo. Descatalogado hace muchísimos años, Akal me propuso revisarlo, corregirlo y remozarlo. Por cambiar, hasta le cambié el título: el original fue cosa de la editorial y nunca me convenció. La nueva versión de aquel que fue mi primer libro publicado saldrá el próximo otoño a las librerías.