No sé a qué necesidades internas de la izquierda abertzale puede responder el giro político que Batasuna ha dado en los últimos días y cuya más llamativa expresión es la convocatoria que ha hecho de una huelga general para mañana. Puedo imaginar algunas posibilidades, pero en estos momentos la imaginación es preferible dedicarla a cosas más constructivas. En todo caso, sean cuales esas razones, lo que me parece indudable es que no son las que ha expuesto públicamente.
Pernando Barrena dijo ayer que el esfuerzo por impulsar la paz y los llamamientos a movilizaciones «no sólo no son incompatibles, sino que son necesarios, porque estamos a las puertas de un proceso de soluciones».
Lo primero que cabe objetarle es que hable de ese «proceso de soluciones» como si su proximidad fuera una evidencia. No lo es. Me consta que algunos de los actores políticos llamados a protagonizar ese proceso están empezando a verlo muy en el alero.
Batasuna se queja de que Zapatero dice mucho pero hace muy poco, o casi nada. Critica, en particular, que no haya empezado por tomar iniciativas de política penitenciaria destinadas a favorecer la distensión en Euskadi. Y tiene razón. Pero habla como si Zapatero obrara así por capricho; como si pudiera hacer fácilmente lo contrario y no le diera la gana. En este momento, no tener en cuenta que Zapatero tiene frente a sí a fuerzas hostiles muy bien situadas en plataformas de primera importancia es un grave error. La mayoría de los principales medios de comunicación, lo esencial del poder judicial –véase lo de ayer de Hernando–, la cúpula del empresariado, elementos clave de la jerarquía católica y hasta una parte considerable del propio PSOE –por no hablar del PP, que es lo suyo– le tiran zancadillas alevosas un día sí y otro también. ¿Habrá entonces que proteger y arropar al pobrecito Zapatero? No, desde luego. Pero sí arreglárselas para tirar de la cuerda sin arriesgarse a romperla.
Hay otro aspecto del planteamiento de Batasuna al que no le veo sentido. Si interpreto bien lo que están diciendo sus dirigentes, lo que persiguen con el llamamiento a la huelga general de mañana y otras convocatorias de presión en la calle es acudir al «proceso de soluciones» con una posición de fuerza. Pero no creo que la posición de fuerza que tiene en este momento la izquierda abertzale, avalada por las urnas, vaya a mejorar con una huelga general y unas manifestaciones escasamente respaldadas. (Porque puede que me equivoque, pero no creo que mañana se vaya a paralizar Euskal Herria, precisamente.)
Eso sin contar con el juego sucio de sus oponentes, que han aprovechado esta víspera de movilización para sacar del frigo noticias de la última campaña de misivas de ETA enviadas a los empresarios para sacarles dinero, cartas de las que se habla dando detalles truculentos de los que –que yo haya visto, por lo menos– nadie ha aportado ninguna prueba. Es evidente que se trata de crear un estado de opinión hostil a ETA y, por vía de consecuencia, a Batasuna y a sus convocatorias. Normal: son técnicas al uso.
O sea, y por resumir: que las cosas están tomando un rumbo muy feo.