Varios lectores y lectoras me han escrito preguntándome por qué en los últimos días no he escrito Apuntes del Natural.
Ni lo he hecho ni volveré a hacerlo, al menos durante un cierto tiempo.
Subir a mi blog las columnas de Público me produce muy poco engorro y, como las escribo casi siempre por la mañana, puedo dejarlas “dormir” en el archivo para que el robot las haga visibles a la madrugada siguiente, sin tener que ocuparme yo de nada más. En cambio, los Apuntes los redactaba a partir de las 4 o las 5 de la madrugada. A veces incluso antes. Contribuían a acentuar mi insomnio.
No soy nada rápido escribiendo. Repaso, consulto y corrijo una y otra vez. Eso quita mucho el sueño.
Los Apuntes me suponían bastante trabajo. A cambio, ningún beneficio económico. En tiempos me reportaron alguna satisfacción sentimental, por la comunidad que creí que habían contribuido a formar, pero ya no lo veo nada claro. Me parece que no hay correspondencia, ni de lejos, entre el esfuerzo invertido y la satisfacción recibida.
Cortar el grifo de los Apuntes confío que me ayude, para empezar, a dormir más, cosa que mi salud agradecerá. Y también a atender con más celo determinadas tareas remuneradas que con mucha frecuencia he puesto en segundo plano durante los últimos años en mi particular jerarquía de ocupaciones diarias.
Asegura el tópico que “sólo se equivocan los que hacen cosas”. Es un modo –que entiendo– de elogiar a los más entusiastas y emprendedores. Pero yo he llegado al punto en el que ya me planteo el asunto al revés, y reformulo la recomendación: "cuanto menos te expones a los pimpampum al uso, menos pelotazos te llevas en los morros".
Gabriel Aresti, gran poeta vasco, escribió en los años sesenta un poema en el que bromeaba con el dicho evangélico según el cual, si te dan un bofetón en una mejilla, debes poner la otra. Ironizaba el autor de Harri eta Herri diciendo –el poema es en euskera: cito de memoria la traducción– que las gentes de los tiempos de Cristo debían de ser mucho más rápidas, porque a él, por lo menos, todas las bofetadas se las daban en la misma mejilla.
Muy pertinente, la idea.