Se cachondean. «¿Y qué clase de Liga jugarían los equipos vascos? Si ya los de Primera División están tan mal que su juego aburre a las vacas, ¿quién narices iría a los estadios a ver partidos entre equipos aún peores? ¿Y contra quién jugaría el Barça? ¿Contra el Sant Boi?»
Empecemos por decir que, que yo sepa, tener selecciones deportivas nacionales propias no obliga a jugar campeonatos de Liga separados. Me parece recordar que, por ejemplo, en la Liga de Baloncesto Profesional de EEUU participan equipos canadienses. Otra situación peculiar: las Islas Feroe, pertenecientes a la corona danesa, cuentan con selección nacional de fútbol propia. No son independientes, pero juegan por su cuenta en los campeonatos internacionales. Pese a lo cual, las islas no se han hundido en el océano víctimas de ningún ridículo sísmico.
Es curioso cuán a pecho se toman algunos las cosas del deporte, y sobre todo del fútbol. El Gobierno navarro de Sanz, siempre en pie de guerra contra la Euskadi «anexionista», se guarda mucho de poner en la picota a los futbolistas navarros que juegan en la selección de Euskadi. UPN se inventó una selección navarra, pero los jugadores navarros tienen libertad de jugar con la selección que requiera sus servicios. Todo un ejemplo de autodeterminación personal consentida.
Lo único que a mí me llama la atención de toda esta escandalera sobre las selecciones nacionales vasca, catalana y/o española es lo mucho que les cuesta a algunos entender que no es posible obligar a nadie a tener relaciones voluntarias. Si hay jugadores vascos y catalanes, de fútbol, de hockey, de pelota mano o de lo que sea, que no quieren jugar a escala internacional en representación de España, sino vistiendo los colores de su comunidad autónoma –porque ambas cosas a la vez no puede ser–, es su decisión. En tal caso, sólo les quedará conseguir que los organismos deportivos internacionales lo acepten. A juzgar por algunas de las cosas que admiten (ahora se están planteando la posibilidad de incluir a Gibraltar como entidad nacional diferenciada), no sería imposible.
Pero no. Hay en España mucha gente que es capaz de no tragar a los nacionalistas vascos y catalanes –e incluso a los vascos y catalanes en general, por extensión– y, a la vez, de ponerse en guerra para impedir que los unos y los otros, a los que no aguanta, se le quiten de delante de las narices. Son neuróticos «de libro», que diría un cronista deportivo.
Me planteo, yo que no deseo ningún mal a España, sino todo lo contrario, si no será buena idea acudir a las contiendas internacionales futboleras con tres selecciones nacionales, en lugar de una. Con una ya está visto que no se consigue nada. Nada positivo, quiero decir. Quizá, atacando en orden disperso...