He pensado unas cuantas veces durante estos últimos días en el calvario por el que han tenido que pasar los barceloneses a los que su compañía suministradora ha tenido muchísimas horas sin electricidad. Me preguntaba cómo se las habrán apañado para subsistir con estos calores veraniegos.
Esta noche he tenido ocasión de hacerme una idea bastante precisa. Estoy en Santa Cruz de Tenerife, donde hace un calor de mil pares, y o bien el aire acondicionado del hotel en el que estoy no funciona bien o yo no he acertado a regularlo como es debido, pero el caso es que me he pasado la noche empapado en sudor y sin poder conciliar el sueño, pensando obsesivamente en lo electrodependientes que nos hemos vuelto. Toda nuestra vida –incluyendo los edificios que habitamos- está en función de la electricidad y, como nos la corten o vaya mal, estamos perdidos.
La prueba más evidente es este apunte de hoy. Después de toda una noche de insomnio, mis meninges no producen ideas. Sólo sudor.