Cuantos me conocen personalmente saben que soy persona muy habladora. Y cuando digo «muy», quiero decir realmente «muy».
Quienes me conocen mejor saben que, pese a lo anterior, no le hago ascos al silencio. Ni mucho menos.
Me refiero, para empezar, a mi propio silencio. O sea, al no hablar.
Al silencio derivado de la soledad, por ejemplo. Puedo pasar días, e incluso semanas, sin conversar con nadie. Ha habido veranos en los que mi compañera, Charo, ha viajado a congresos de enseñantes o se ha ido de vacaciones a lugares lejanos –a ella le encanta visitar parajes exóticos, a mí no me hace mayor gracia–, y yo me he quedado solo en nuestra casa mediterránea, alejado del mundanal ruïdo (*), sin procurar la visita de nadie, encantando.
Amén de mi propio silencio, gozo allí también del ambiental. Nuestra casa está bastante alejada de la civilización. Ni siquiera tiene nada que pueda calificarse de vecindario. Apenas se oyen ruidos que no procedan de la Naturaleza. A la hora anterior al amanecer, que suele decirse que es la más oscura (lo dice una vieja canción norteamericana: «The darkest hour is just before dawn»), el silencio es tan intenso que uno lo nota casi como un zumbido. Extraña a los oídos urbanos.
Me disponía anoche a dormir con la radio como runrún de fondo (un ruido para tapar otros), cuando oí que alguien decía a propósito de no sé qué: «Reinaba un silencio sepulcral». Me fui adormilando pensando en ello. Qué curioso, que haya tanta gente que asocia a la muerte algo tan confortable como el silencio.
Al poco oí en la lejanía el angustioso aullido de una ambulancia. «Eso sí que es sepulcral», pensé.
Me intriga que me haya despertado pensando en lo mismo.
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(*) Tómese la diéresis como homenaje a la Oda I - La Vida Retirada de Fray Luis de León, aquella que comienza: «¡Qué descansada vida / la que huye del mundanal ruïdo / y sigue la escondida / senda por donde han ido / los pocos sabios que en el mundo han sido». La releo y simpatizo plenamente con su espíritu. Si os animáis a recordarla completa, os la recomiendo muy vivamente. La tenéis, por ejemplo, en http://luis.salas.net/fll01.htm. (La diéresis le sirvió a Fray Luis para romper el diptongo y fabricar el endecasílabo, como a Machado en otro verso celebrado: «Y cuando llegue el día del último vïaje…», aunque en el caso del sevillano buscara el alejandrino.)
Comentarios
Escrito por: Miguel.2007/11/07 08:13:8.063000 GMT+1
http://www.trebol-a.com/author/miguel
Escrito por: Miguel.2007/11/07 08:16:47.501000 GMT+1
http://www.trebol-a.com/author/miguel
"De veras, hijo.
ya todas las estrellas han partido.
Pero nunca se pone más oscuro
que cuando va a amanecer"
Isaac Felipe Azofeifa
Escrito por: Natxo.2007/11/07 15:34:31.374000 GMT+1