Hace muchos años comenté por aquí –espero que no lo recordéis; no me gusta repetirme– cómo llegué a conocer la verdad sobre el rigor informativo del diario Le Monde, tenido por el más riguroso de la prensa francesa. Era en los tiempos de mi exilio en Francia. En París, más en concreto, para aquellas alturas de la década de los setenta. Compraba todos los días el prestigioso diario vespertino y me lo leía de pe a pa. Me parecía muy interesante, pero me disgustaba la información que daba sobre España. Me resultaba floja, demasiado volcada en los chismes capitalinos, alejada de los problemas y sentimientos de la gente llamada «de a pie».
Me había matriculado por entonces en La Sorbona para obtener el título de profesor de francés. A decir verdad, me había matriculado en profesorado de francés para fingir ante las autoridades francesas que hacía algo honorable, porque lo cierto es que mi ocupación principal y casi única era la militancia política. Pero, por el aquel de vestir la coartada, de vez en cuando me acercaba por La Sorbona y asistía a alguna clase. Allí conocí a jóvenes procedentes de muy diversos países, todos dispuestos a obtener el muy prestigioso título de profesor de francés por La Sorbona. Y fue hablando con algunos de aquellos mozos como descubrí la verdad sobre el rigor informativo de Le Monde. Porque resultó que todos los que compraban ese periódico decían lo mismo que yo: «Le Monde es un gran periódico, que proporciona información de mucha calidad. ¡Qué pena que lo que cuenta sobre mi país sea tan flojo!» A todos nos parecía que estaba muy bien lo que decía sobre las realidades que no conocíamos. A cambio, considerábamos muy deficiente cómo daba cuenta de las que conocíamos.
Me acordé de aquello ayer, según iba oyendo por la radio –me tocó hacerme cerca de 500 kilómetros en coche– las crónicas sobre la adjudicación del premio Príncipe de Asturias de las Artes a Bob Dylan. Tuve ocasión de constatar que casi todos los que hablaban sobre el premiado –y pongo el «casi» para ser benévolo– tenían muy poca idea sobre su vida y su obra (probablemente adquirida, además, a lo largo de la hora anterior, en el lapso que transcurrió desde que fueron informados de tapadillo de la concesión del premio y el momento en el que se anunció oficialmente). Les dio justo tiempo de tomar nota de algunos de los tópicos que más suelen repetir los medios de comunicación cuando hablan del personaje.
No es ningún pecado no saber nada o saber muy poco sobre algo o sobre alguien. Nadie es especialista en todo. A todos los periodistas nos ha tocado hablar o escribir sobre asuntos de los que inicialmente no teníamos ni idea. En tales casos, por lo que se distingue el profesional que se toma su trabajo en serio es por contar con una buena agenda y por servirse de ella. Tú no eres experto en eso, pero conoces a alguien que sí lo es, o que sabe quién lo es, y acudes a él en busca de asesoramiento, y acabas elaborando una pieza digna, presentable. Lo que me resultó deplorable ayer fue comprobar cómo en emisoras importantes, en las que seguro que hay alguien que conoce la obra de Bob Dylan o conoce a alguien que la conoce, no se tomaron el trabajo de buscarlo. Supongo que pensaron que para qué, si de todos modos nadie se iba a dar cuenta de que la información que estaban dando era flojísima. Eso en el supuesto de que llegaran a pensar algo.
Era lo mismo que lo de la información sobre España que daba Le Monde en los años setenta. Quien no tiene un conocimiento previo de la materia no se da cuenta de los fallos. No es que yo fuera entonces un experto en las realidades de España, ni tampoco que lo sea ahora en Bob Dylan. Pero sabía más sobre España que la media de los lectores de Le Monde, como sé ahora lo suficiente sobre Dylan como para certificar que la información que dieron ayer sobre él en los noticiarios de las radios (de las que oí) fue un modelo de chapucería y de desidia.
Claro que tampoco veo por qué habrían de esforzarse en ser rigurosos en la información cultural cuando no lo son quienes elaboran la información política, o la social. Si lo hicieran, desentonarían.
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Post data.– Hace algunos años di una conferencia sobre Dylan en Las Palmas. Es posible que interese a quienes no estén demasiado puestos en su vida y su obra. Pueden verla pinchando aquí.