No voy a entrar a discutir lo que dice el PP sobre el «lado oscuro» de la investigación del 11-M porque, la verdad, me parece un aburrimiento. Cabe, eso sí, estudiar los pros y los contras del empecinamiento en el que se han instalado –hace unos días escribí sobre ello–, pero no le veo el menor interés a señalar sus contradicciones, mostrar cómo han manejado con el paso del tiempo hipótesis incompatibles entre sí, poner de manifiesto cómo han denunciado en un momento dado una cosa y dos semanas después otra imposible de encajar con la anterior, etc.
Lo que sí me parece que vale la pena, de todos modos, es bajarles las ínfulas que se dan cuando afirman, con aire de mucho orgullo, que ellos están poniendo ahora el dedo en las llagas del PSOE con «el mismo rigor ético» que demostraron «en la denuncia de los crímenes de los GAL».
Cualquiera que haya seguido de cerca la labor de denuncia y persecución de los crímenes de los GAL –yo lo hice, y no desde una atalaya cualquiera– sabe que el PP, que se incorporó tarde y con limitaciones a esa causa, se limitó a servirse de ella para socavar las posiciones de Felipe González. Una vez que consiguió su objetivo y colocó a José María Aznar en la Moncloa, perdió todo interés en el asunto. Lejos de movilizar los resortes del poder para contribuir al esclarecimiento total de lo ocurrido, los utilizó para neutralizarlo y sacarlo del orden del día político. Aznar dejó clara su posición desde los inicios mismos de su primera legislatura como presidente, cuando se negó a desclasificar los papeles del Cesid. A partir de entonces, se atuvo a esa pauta.
El PP casi dice la verdad. Sólo le falta un detalle para que su autodefinición sea exacta. Porque es cierto que está actuando ahora igual que lo hizo entonces: utilizando el asunto de manera cínica y oportunista. Bastaría con que, en vez de afirmar que están obrando «con el mismo rigor ético», dijeran «con la misma carencia de rigor ético», y sería perfecto.
Quedaría, de todos modos, una
diferencia abismal entre lo de entonces y lo de ahora. Los GAL existieron. Hubo
una trama organizada de terrorismo de Estado. Entonces no hubo que fabular
nada. Nadie se dedicó a especular: se averiguaron hechos constatables, se
desvelaron las identidades de algunos de los culpables, la autoridad judicial
pudo intervenir, hubo procesamientos, hubo juicios y se dictaron condenas.
Habría sido preferible llegar hasta el final, sin duda, pero lo que se avanzó fue siempre pisando tierra firme. Ahora no tienen nada de eso.