El presidente del PNV, Josu Jon Imaz, que se entrevistó ayer con Rodríguez Zapatero durante dos horas y media, declaró al término de la reunión que su partido apoyará al jefe del Gobierno español, con el que el dijo tener «una magnífica relación». El lehendakari Ibarretxe, aunque en términos algo menos entusiastas, también ha manifestado en nombre del tripartito que hará todo lo que esté en su mano para facilitarle las cosas. Lo mismo que Gaspar Llamazares en representación de IU, sin que en este punto ninguna de las diversas corrientes internas de la coalición se haya rebelado. CiU y Esquerra en Cataluña, el Bloque en Galicia, Coalición Canaria, la Chunta Aragonesista –aunque el apoyo de Labordeta al Gobierno central sea ya cualquier cosa menos sorprendente– y hasta la diputada de Nafarroa Bai, Uxue Barkos, que no suele ser propicia a la complacencia (cosa que se le agradece), han declarado que puede contar con su anuencia. Puestos a apoyar las gestiones de Zapatero de cara al proceso de paz, hasta Mariano Rajoy ha dicho que las respalda, aunque a nadie se le escape el nulo entusiasmo y la fragilidad de ese apoyo.
No es el caso de Batasuna, lo cual también es comprensible. Todos sabemos que Batasuna no apoya ahora mismo a Zapatero, pero le apoyará en cuanto pase de las palabras a los hechos y haga algo concreto en los campos en los que debe actuar y en los que, de momento, con la excusa de la «verificación», no está haciendo nada constatable. (Y digo «constatable» con toda la intención, porque, aunque no me conste que sean gran cosa, algunas gestiones parece que sí está haciendo de cara a preparar el futuro.)
Digo todo esto para resaltar que Rodríguez Zapatero lleva todas las trazas de acabar convirtiéndose en un personaje de ésos a los que, al final y por mucho que repelan los adjetivos tópicos, se vuelve obligado calificar de «históricos». Siempre que no conduzca al naufragio todo lo que lleva avanzado, cosa que, sin ser imposible, no parece probable, de creer a sus interlocutores.
He hablado con algunos periodistas que conocieron a Zapatero en sus tiempos de diputado raso. Me cuentan que era un político gris y dócil dentro de su grupo; que jamás se distinguió por nada en especial. Uno, puesto a buscarle algún rasgo singular, me ha subrayado que fue de los poquísimos diputados socialistas que no acudió a Guadalajara a homenajear a Barrionuevo y Vera cuando ingresaron en prisión. Adujo alguna excusa, con o sin certificado médico. No parece demasiado.
Siempre me han fascinado los políticos a los que las circunstancias colocan en una situación especial, que tienen la oportunidad de hacer algo realmente importante, que se aventuran a hacerlo, que se ganan el aplauso colectivo y que acaban por creerse su propio personaje, con independencia de que hubiera poco o nada en su persona que los predestinara a tan altas misiones. España tiene algunos ejemplos curiosos, como el de Francisco Largo Caballero, que llegó a ser miembro del Consejo de Estado durante la dictadura de Primo de Rivera –ejemplo de pasteleo y colaboracionismo donde los haya– y que acabó de izquierdista radical, hasta el punto de ser llamado «el Lenin español».
A su modo y en otra órbita política, a Adolfo Suárez le sucedió algo similar.
Ya, para estas alturas, me da igual que Zapatero sea un genio que se mantenía oculto a la espera de su ocasión histórica o un mediocre al que un conjunto de casualidades ha colocado ante una oportunidad histórica. Lo que importa realmente es que acabe de hacer lo que se supone que se dispone a hacer. Y cuando termine de hacerlo, ya le someteremos a todos los test que haga falta.
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Tres notas.– 1ª) El apunte de hoy se ha retrasado. No pude escribirlo de adelanto ayer y hoy he dormido a pierna suelta hasta las 8:00. Y lo que es más grave: no me arrepiento nada. 2ª) Debo pedir disculpas, una vez más, a las muchas personas que me escriben pidiéndome aclaraciones, opiniones, datos... y a las que no estoy en condiciones de responder. Lo cual me enoja mucho, pero no tiene remedio, porque no cuento con nadie que me ayude en esas tareas y estoy obligado a dedicar lo esencial de mi tiempo a la realización de labores productivas, por el aquel de ganarme el sustento, cosa que no hago con nada de esto. De verdad: disculpadme. Y 3ª) Este mes la media de visitas a esta página está subiendo mucho. Gracias a todos (¡y a todas!).