Hoy se celebra el Día Europeo Sin Coches. Por lo menos en algunas ciudades, como Madrid (quizá en algunas otras no sea así), la jornada en cuestión ha dejado de ser una invitación a la ciudadanía para que renuncie al uso de vehículos privados para convertirse en una operación de cosmética política montada por la autoridad municipal, que obliga a la gente a respaldarla quiera que no.
Escribo esto cuando aún no ha amanecido, pero no me arriesgo demasiado si vaticino que el Día Sin Coches será todo un éxito. El Ayuntamiento de Madrid ha cerrado al tránsito tal cantidad de calles céntricas que recorrer la ciudad en coche, e incluso atravesarla, va a representar una aventura de alto riesgo a la que la gran mayoría, supongo, renunciará.
Pero el propio Ayuntamiento aporta la prueba de su demagogia: anuncia que ha ampliado de manera extraordinaria el parque de autobuses en circulación y que ha incrementado la frecuencia y los límites horarios del Metro. Con lo que viene a reconocer que, si la población recurre tanto al coche como medio de transporte urbano, es porque los medios públicos son insuficientes.
No es una hipótesis. Está demostrado. Un reciente estudio realizado en Madrid ha permitido establecer que, pese a los atascos, las personas que se sirven de su coche para acudir al trabajo tardan menos que las que recurren al transporte público. Y eso no es sólo cierto para quienes se desplazan a puntos muy distantes de su domicilio, sino incluso para gente que vive relativamente próxima a su centro laboral.
La prueba la tengo bien cerca: si Charo, mi mujer, optara por ir en metro a la escuela en la que ejerce de maestra, tendría que hacer dos transbordos y recorrer siete estaciones. En autobús sería todavía peor: emprendería una excursión disparatada. Sin embargo, en coche no tarda más de un cuarto de hora o 20 minutos, por mucha circulación que haya. Todo ello por la muy sencilla razón de que no hay ningún transporte público que una los dos puntos en línea más o menos recta.
Lo mismo me sucedía a mí cuando trabajaba en El Mundo. En metro, siete estaciones y un largo transbordo. En coche, diez minutos. Y en moto, cinco. Huelga decir que jamás fui a trabajar en metro. Ni una sola vez, en 11 años.
He oído testimonios de trabajadores y trabajadoras de la Comunidad de Madrid que declaran invertir todos los días dos horas, e incluso más, para ir a trabajar y volver a su casa.
Y luego aparece Ruiz Gallardón, en plan de gran promotor del Día Sin Coches. ¡Qué bonito, un día sin coches, y además a la fuerza! Pero ¿y los 364 restantes?
¿Por qué no los declara oficialmente Días Con Coches?
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Nota añadida a las 09:25.– Como muchos me habéis planteado asuntos sobre el diario Público a las que no he sabido contestar, os recomiendo que leáis el turno de preguntas y respuestas al que se somete el director del nuevo periódico, Nacho Escolar, en su propio blog. Certifico que os resultará interesante.
Y a mí me toca ahora empezar a asearme, que dentro de un rato he de ir a la Casa de Campo de Madrid, donde voy a participar, dentro de los actos de la fiesta del PCE, en una mesa redonda sobre «La República en los medios de comunicación», junto con dos periodistas a los que no conozco personalmente, Javier Parra y Andrés Villena, y otros dos que son viejos conocidos: Pascual Serrano y José Manuel Martín Medem. Nunca he sentido especial devoción por el PCE, pero he mantenido y mantengo excelentes lazos de amistad con algunos de sus militantes, empezando por Julio Anguita. Y me encantará volver a saludar a Pascual Serrano y Martín Medem. Pero, gracias a la gracia del Día Sin Coches, voy a tener que recorrerme Madrid entero en plan subterráneo. ¡Con lo a gusto que me habría ido yo a la Casa de Campo en mi scooter, disfrutando del solecillo que luce hoy sobre Madrid!