Leo en El País de hoy: «El tercer informe de verificación del alto el fuego permanente de ETA, elaborado por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, será entregado hoy al presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero. El documento constatará que la banda ha "paralizado" su actividad en España y la ha "ralentizado" en Francia, donde, no obstante, se han detectado operaciones de transporte.»
Me quedo de una pieza. ¡El País recibe los informes de la Policía antes que el presidente del Gobierno! Repaso el texto de la noticia para ver a qué fuente atribuye el periódico la información. A ninguna. Lo cual quiere decir que no es que alguien les haya contado lo que contiene el informe, sino que obra en su poder, directamente y sin más protocolo.
No quisiera dármelas de ingenuo. Sé muy bien que entre los más altos responsables políticos y los principales medios de comunicación hay un constante trajín de información que se supone reservada. Siempre lo ha habido. Los ministros y los consejeros de turno suelen conceder un trato de favor a los medios que les tratan mejor (a ellos; no necesariamente al resto del gabinete del que forman parte). Los más astutos también conceden de vez en cuando alguna exclusiva a la Prensa hostil, más que nada para que no sea demasiado hostil y, de paso, para implicarla en el tejemaneje.
A lo largo de mi larga carrera como periodista me ha tocado ver casi de todo. Alguna vez creo haber mencionado en estos Apuntes alguna historia de ésas. Siempre me acordaré de la tarde en la que un ministro de Aznar nos llamaba histérico para ver si ya había llegado el motorista que nos había enviado con unos documentos confidenciales, hasta que le confirmamos que sí, y con qué rotundidad declaró al día siguiente que era una vergüenza que documentos como ésos llegaran «impunemente» a los medios de comunicación.
En eso no pintan nada las siglas. El tráfico de información confidencial ha funcionado en España con todos los gobiernos: con la UCD, con el PSOE y con el PP en Madrid, y en todas y cada una de las comunidades autónomas, con quienes fueran quienes las gobernaran. He visto a ministros tan dedicados a cotillear supuestos secretos que resultaba obligado preguntarse si les quedaría tiempo para trabajar en los asuntos de su departamento (aunque, en casi todos los casos, cuanto menos trabajaran, mejor). El paso de Jaime Mayor Oreja por el Ministerio del Interior, por ejemplo, fue de chiste. Aquel hombre era incapaz de guardar ni un solo secreto. (Supongo que seguirá igual, pero dudo que ahora conozca ningún secreto. Político, quiero decir.)
Así que ya digo que, en esto de las «filtraciones» a la Prensa, estoy de vuelta y media, como quien dice. Pero me faltaba la otra media vuelta, que es la que he dado hoy al comprobar que puede haber informes destinados al presidente del Gobierno que llegan antes a los lectores de un periódico que al propio presidente del Gobierno.
Por decirlo en plan científico: s’han pasao.