Mis conocidos saben de la elevada consideración que tengo por el pensamiento de fondo que animó una frase muy rotunda y muy citada de August Bebel (1840-1913), el patriarca de la socialdemocracia alemana. El bueno de Bebel, al que supongo que el título de «patriarca» no le haría demasiada gracia (fue también uno de los precursores de la lucha contra el machismo y, por ello, contra el sistema patriarcal), se mosqueó un día que leyó un piropo que le había dirigido un medio de prensa reaccionario y exclamó: «¡Ah, viejo Bebel! ¡Qué tontería habrás hecho para que esta gentuza te alabe!»
Me quedé con esa copla y la he tenido siempre muy presente en mi propia existencia, que no se ha caracterizado precisamente por las lisonjas y recompensas recibidas de manos de aquellos a los que he tratado como enemigos (que no rivales: los rivales se integran en otra categoría).
Mis enemigos han tenido por lo general el buen gusto de odiarme, y he de agradecérselo, porque de ello se desprende que les he fastidiado.
En esa misma línea, también he ponderado en alguna otra ocasión –puede ser que en estos mismos apuntes: llevo mal la cuenta de lo escrito– la fábula del alavés Félix María de Samaniego llamada El perro y el cocodrilo, inspirada en otra del clásico Fedro, esclavo que fue bajo la Roma de Augusto, en la que cuenta cómo un perro que pasea a orillas del Nilo desconfía de la recomendación de un taimado cocodrilo, que le dice que es bueno para la salud beber parado. Él continúa al trote, y hace bien en no seguir «del enemigo el consejo».
Bueno, pues concretando: el diario El Mundo ha decidido nombrar a María Teresa Fernández de la Vega, vicepresidenta del Gobierno español, «personaje del año». La distinción se ha visto acompañada de una muy extensa entrevista, obra de Victoria Prego, en la que la vicepresidenta tiene ocasión de demostrar cuán honrada y feliz se siente. En lugar de horrorizada.
Lo más curioso es que Prego, que no tiene ni un pelo de tonta, le deja caer la maldad nada más arrancar la entrevista: «Éste no es el periódico que más alabe al Gobierno, así que a lo mejor este premio le crea problemas», le espeta. A lo que Fernández de la Vega, dando prueba de su muy hispánica frivolización de los absolutos, le responde: «En absoluto».
Ya digo que Victoria Prego no es tonta, pero para mí que no se dio cuenta del lapsus freudiano que tuvo al decir «a lo mejor». ¡«A lo mejor le crea problemas»!
Aunque cualquiera sabe.
De ella, que tuvo la inteligencia y el buen sentido de despedirme de una tertulia radiofónica, aunque no la valentía de admitirlo (trató de culpar a otros), recuerdo una maldad que me hizo gracia. Alguien –sí recuerdo quién, pero da igual– comentó: «¡Hay que ver qué barbaridades dice este Ortiz!». Y ella, como quien no quiere la cosa, con esa sonrisa tan suya, no demasiado tranquilizadora, contestó: «¿Y lo que dice te parece muy fuerte? ¡Pues si supieras lo que se calla!»