Hay muletillas periodísticas tan repetidas por los profesionales del ramo que se convierten en auténticas plagas, hasta que cambia la moda como por ensalmo y ya no vuelven a oírse nunca, o casi. Los que llevamos muchos años en el oficio solemos hacer recuento de ellas. Guardamos un recuerdo entrañable –los recuerdos periodísticos siempre son «entrañables»– para «la pertinaz sequía». Hace algunos años, toda sequía que se preciara tenía que ser «pertinaz». Nada de «larga», «duradera», «terrible»... No; siempre «pertinaz».
Ahora sufrimos el ataque de los «espectáculos dantescos». ¡Pobre Galicia, pobres bosques... y pobre Dante!
En tiempos del franquismo, todos los editorialistas españoles topiqueros –perdón por el pleonasmo– nos castigaban un par de veces por semana con algo de lo que se declaraban «dolorosamente hartos». Nunca estaban cansados, ahítos, hasta el gorro o meramente hartos: siempre «dolorosamente hartos».
Bueno, pues hoy es el día en el que yo, columnista topiquero, apelo a las fuentes primigenias y me manifiesto «dolorosamente harto».
Estoy dolorosamente harto de las chorradas de Baltasar Garzón.
Es insufrible el empeño en ser noticia que padece ese hombre.
Y es una plastez su falta de rigor.
Batasuna ha sido disuelta y, a la vez, suspendida de actividad. No sé si alguien será capaz de comerse esa ensalada, tirando a indigesta, pero en todo caso, en términos jurídicos, no veo yo cómo un juez puede llamar a declarar a alguien en tanto que dirigente de una organización inexistente. Puede ordenar su detención para acusarlo de dirigir una organización ilegal, pero citarlo como testigo para preguntarle si él, en tanto que dirigente de una organización inexistente, sabe si su organización inexistente está detrás de una manifestación convocada por un particular, es propio de alguien que está tan absorto mirándose al espejo que no puede ni ocuparse de la lógica elemental de las decisiones que toma.
Si yo fuera dirigente de la izquierda abertzale –cosa imposible por infinitos conceptos–, me manifestaría «dolorosamente harto» de todo esto y, en vez de pedirle al PSOE que no boicotee el proceso, cosa que ya suena a «pertinaz sequía» y a «espectáculo dantesco», propondría a los míos que nos declaráramos en huelga de actividad institucional y nos fuéramos a casa, dejándole al Gobierno de Madrid un único mensaje: «Puesto que ustedes dicen que tienen claro que nosotros (nosotros, no otros) somos necesarios para resolver los problemas, avísennos cuando hayan puesto orden en su guirigay jurídico y esté claro que se nos permite actuar. Mientras todo lo que tengan que decir es que quisieran que nosotros no fuéramos nosotros, sino otros, olvídennos».
Con lo cual nos ahorraríamos un montón de rollos y de patochadas.