12 dibujos publicados el 30 de septiembre de 2005 en un diario danés, Jyllands-Posten, titulados en conjunto «Las 12 caras de Mahoma», han indignado a buena parte de las gentes de fe mahometana y a muchos estados árabes, que han llamado a boicotear los productos daneses.
Varios periódicos europeos, encabezados por France Soir y Die Welt, han reproducido las caricaturas en cuestión, presentando su gesto como un acto de defensa de la libertad de expresión. En España se han encargado de ello ABC y El Periódico.
Lo primero que conviene saber es que los islamistas rechazan la reproducción de la efigie de Mahoma. La consideran una idolatría blasfema. Al parecer, los autores de los dibujos lo ignoraban. Sus defensores se han enterado de ello, pero no están dispuestos a tomarse en serio la prohibición porque, según sostuvo France Soir en su portada el día en que reprodujo los dibujos, es un derecho que les asiste. «Tenemos derecho a caricaturizar a Dios», rezaba su titular en grandes caracteres, demostrando con ello que su ignorancia es tan grande como su osadía: confundieron a Mahoma con Alá, es decir, a Dios con su Profeta.
¿Ha de haber libertad de caricaturizar a los dioses? Desde luego que sí. Pero esa libertad, como cualquier otra, no es absoluta. Debe tener en cuenta determinadas normas legales.
Una de las mencionadas caricaturas de Mahoma –presuntas caricaturas, habría que decir, porque no se conserva ningún retrato del personaje del que cupiera hacer una caricatura– presenta a un individuo barbudo con un turbante que, en realidad, es una bomba. (Sabemos que pretende ser Mahoma porque el autor lo hace constar.)
Dejando de lado la hipotética gracia que pudiera tener el dibujo, el asunto está en la grosera asociación de ideas que establece entre Mahoma –entre la fe mahometana– y el terrorismo.
En un Estado laico –España no lo es–, debe haber plena libertad de criticar, e incluso de ridiculizar la religión: todas las religiones. Pero ese criterio no es aplicable a las personas que las practican, a las que la Ley protege de las injurias que tomen sus creencias como excusa. Por decirlo directamente: es intolerable que se dé a entender que ser seguidor de Mahoma equivale a respaldar el terrorismo.
Francia vivió el año pasado un escándalo de considerables proporciones a cuenta de un anuncio de una marca de ropa en el que aparecía una parodia de La Cena de Leonardo. Se veía a un hombre y a doce mujeres en actitudes tirando a provocativas. La justicia francesa consideró que la imagen era hiriente para los cristianos y ordenó la retirada del anuncio. Entonces nadie protestó. Y menos que nadie el ABC español. Todavía humean las hogueras inquisitoriales que alguna gente encendió por aquí para quemar en ellas a Maragall y Carod-Rovira por haberse colocado en la cabeza sendas coronas de espinas, en no muy católica broma.
El respeto que merecen las personas que profesan tal o cual fe ha de ser el mismo, con independencia de qué fe sea ésa. Apesta demasiado la actitud de quienes reclaman con grandes aspavientos libertad para ofender a los mahometanos pero no permiten ni la más mínima broma a costa de las creencias hebraicas o católicas.
Me mandan un extracto de unas declaraciones de César Vidal a Periodista Digital relacionadas con esta polémica: «Es como funciona esta gente –dice el prolífico polígrafo–. La libertad de expresión es algo absolutamente intolerable para ellos. Lo llevan al extremo, mientras que el cristianismo se ha dejado comer y en ocasiones es bochornoso ver las burlas que soporta». ¿Burlas contra «esa gente»? ¡Pues claro! ¡Libertad de expresión! ¿Burlas a cuento de la religión católica? ¡Es un bochorno ver cómo las aguanta!
Es esa doble vara de medir la que me subleva. Que los dogmas sólo indignen cuando no forman parte de nuestras tradiciones represivas más arraigadas.
RECTIFICACIÓN
En el Apunte de ayer afirmé que Luis Yáñez dejó la política profesional para ejercer su profesión de ginecólogo. Me informan de que ese discreto retiro le duró poco. Ahora sestea en el Parlamento Europeo, como un Mayor Oreja cualquiera.